En la región del río Guayabero, la población ha sufrido las consecuencias del conflicto armado, y desde el 2018 ha sido perseguida por las fuerzas armadas del Estado, que adelantan operativos militares para erradicar forzosamente los cultivos ilícitos. Un grupo de habitantes fundaron el medio de comunicación Voces del Guayabero, para denunciar la cruda realidad a la que están sometidos.

Por Lina Álvarez Camargo
Foto: El Cuarto Mosquetero

Cuarenta campesinos almorzaban sancocho en la finca de Jorge Hurtado. Desde allí podían ver sobre otro terreno de Nueva Colombia, en la vereda de Vista Hermosa, Meta, a los militares de la Fuerza de Tarea Conjunta Omega que estaban a cargo del sargento Raúl Flórez y tenían la misión de erradicar los cultivos de coca.

El dueño de la finca, Hurtado, de 40 años, es padre de tres hijos, y llegó a la región del Guayabero, en límites del Meta, Guaviare y Caquetá, buscando mejores condiciones de vida. Dice que cultiva coca porque desde allí no es posible vender otros alimentos sembrados por los campesinos. Según él, es más fácil venderle la coca a la guerrilla o comercializarla en otro punto, que vender un bulto de plátano que llega negro a San José del Guaviare, después de siete horas de viaje desde Nueva Colombia.

Las jornadas cotidianas de campesinos como Hurtado giraban en torno al cuidado de los cultivos de coca, a la pesca, a la cría en pequeña escala de ganado y a sus cultivos de pancoger. Pero la presencia de la unidad de las fuerzas armadas cambió la cotidianidad de los habitantes de Nueva Colombia. Empezaron a levantarse desde muy temprano para raspar, entre todos, la hoja de la coca. En algunos casos, cuando era inminente la erradicación hecha por los soldados, soqueaban los cultivos para salvar la semilla y evitar ser violentados por los militares.

En la región del Guayabero la implementación del acuerdo de paz no ha sido fácil. Antiguos miembros de las FARC retomaron las armas y crearon las disidencias que ahora controlan el territorio, mientras que el Estado les ha incumplido a los campesinos con los proyectos para sustituir de forma voluntaria los cultivos de coca.

En esta apartada región del país, el Estado hace presencia con sus fuerzas armadas. Ya no combaten a un grupo insurgente, como en el pasado, sino que cotidianamente hacen operativos contra los grupos disidentes de las FARC, los cultivos de coca y las poblaciones que habitan en los Parques Nacionales Naturales.

Como respuesta a las difíciles condiciones de vida, a la relación tensa con las fuerzas armadas y a los hechos que vulneran sus derechos, los campesinos —que no sabían de cámaras ni emisoras, y que incluso no sabían leer ni escribir— crearon en diciembre del 2017 un medio de comunicación al que llamaron Voces del Guayabero, donde muchos de ellos se han formado como comunicadores comunitarios, bajo la dirección de personas como Hurtado.

A Hurtado se le da bien escribir y hablar. Aprendió a tomar fotos y hacer videos en una escuela de comunicación a la que asistió en el 2017. Durante los últimos años ha acumulado experiencia para denunciar los abusos de los que son víctimas los campesinos en la región del Guayabero. Hurtado sabe que cuando hay operativos militares es periodista comunitario, pero dice que ante los atropellos no puede evitar exaltarse y gritar todo lo que siente a los militares.

El 8 de agosto del 2020, Voces del Guayabero denunció que 14 personas fueron retenidas por el ejército. Los 14 hombres habían ido, antes del amanecer, a cortar un cultivo de coca de manera voluntaria para que así el ejército no se adentrara en las propiedades.

El día de las detenciones, Edilson Álvarez, conocido con cariño como Mincho, y Fernando Montes, distinguido como Gallito, caminaron hacia la finca donde los 14 campesinos estaban cortando los cultivos. Querían registrar el proceso para Voces del Guayabero y contar que la comunidad se sentía presionada por el ejército desde abril del 2020.

En el camino, de repente, escucharon un bombazo y minutos después sonaron disparos. Mincho y Gallito supusieron que habían quedado en medio de un enfrentamiento entre disidencias de la antigua guerrilla de las FARC y las Fuerzas Armadas del Estado. Pero en ese momento vieron que varios militares corrían hacia ellos.

Los periodistas comunitarios huyeron y lograron entrar a una casa, donde evitaron que se los llevaran. El hostigamiento frustró su intención de cubrir la labor de los campesinos que estaban cortando los cultivos de coca y quienes fueron retenidos por el ejército. “Nos decían que si nos pillaban solos nos iban a dar una plomacera”, recuerdan Mincho y Gallito.

Mincho, Hurtado y Gallito le tienen miedo al ejército desde que el 4 de junio del 2020 este último fue herido en la mano derecha por una bala de fusil, cuando cubría un operativo militar en la vereda Tercer Milenio. Además, reciben amenazas constantemente: “Usted es el fotógrafo, pero de la guerrilla, no se le dé por nada cuando lo cojamos y lo hagamos picadillo”, “vayan por el de la cámara”, les han dicho algunos soldados.

El 8 de agosto los tres periodistas de Voces del Guayabero se encontraban en un sitio acordonado por los militares. Los uniformados evitaron a toda costa que la comunidad llegara hasta la finca donde ocurrieron las retenciones de los 14 campesinos. Las mujeres de la vereda fueron a preguntarles a los uniformados por sus hijos, esposos y hermanos. Ante los cuestionamientos, los soldados lanzaron gases lacrimógenos y, aseguran los vecinos, les dispararon con sus fusiles.

De la detención ilegal se enteró el país gracias a la labor que hizo Hurtado. Él grabó el momento en el que las mujeres hacían el reclamo y lo publicó en las redes sociales de Voces del Guayabero, con la etiqueta #SOSGuayabero. Su publicación se volvió viral y fueron escuchados en el ámbito nacional.

La experiencia de dar a conocer esa denuncia en las cuentas de Voces del Guayabero, que probablemente ayudó a que los militares liberaran a los campesinos retenidos, permitió que Hurtado comprendiera el poder de la comunicación y dimensionara lo que podían lograr con su medio comunitario. “Me di cuenta de que muchos de los atropellos a los derechos humanos que se cometían en mi región no salían a la luz pública, no eran informados o eran informados de forma distorsionada”, comentó Jorge Hurtado mientras almorzaba el sancocho en su finca.

Por todas las situaciones de violencia que han vivido en los últimos años, los usuarios de Voces del Guayabero saben que las publicaciones suelen denunciar hechos graves. Por ahora no visibilizan lo que sucede en las reuniones comunales, los cumpleaños o las integraciones, debido a la falta de colaboradores. También, porque los reporteros comunitarios no dejan de ser campesinos y aprovechan esos momentos de tranquilidad para cuidar los cultivos. “Más que un proceso, el beneficio que ha traído para la comunidad es poder hacer las denuncias públicas de manera más amplia en un medio de comunicación alternativo y sobre todo comunitario de aquí de la región, que sentimos como propio”, reflexiona Pablo Parrado, líder del sector que desde sus inicios ha estado acompañando y ayudando a Voces del Guayabero.

Los periodistas del medio dicen que registrar la muerte de sus vecinos es una de las tareas más difíciles. Ellos van a los velorios de las personas que fallecen por muerte natural, como colonos que han sido importantes líderes en el territorio. Pero muchas veces acompañan las honras fúnebres de personas que mueren en el contexto de la guerra.

El 2 de marzo del 2021, los medios de comunicación nacionales anunciaron la noticia de un bombardeo en Calamar, Guaviare, donde murieron 10 integrantes de las disidencias de las FARC, comandadas por Gentil Duarte. Días después, el 11 de marzo, se conoció que una mujer de apenas dieciséis años había muerto en el operativo de la Fuerza Aérea.

La adolescente se llamaba Danna Lizeth Montilla y era oriunda de la vereda Nueva Colombia, es decir, era vecina de Mincho, Hurtado y Gallito. Danna Lizeth estaba en décimo grado, y para asistir a las clases virtuales debía ir a las casas de los parientes que contaban con conexión a internet. En diciembre del 2020 su familia la dio por desaparecida. Supieron que había sido reclutada forzosamente por las disidencias de las FARC cuando se enteraron de que murió en el bombardeo.

La población del Guayabero y los reporteros comunitarios sintieron dolor cuando los medios de comunicación informaron que había fallecido. La indignación aumentó cuando Diego Molano, entonces ministro de defensa, justificó la muerte de Danna al decir que los niños bombardeados eran máquinas de guerra.

Acompañar el sepelio de Danna ha sido la labor más difícil para los campesinos de Voces del Guayabero; a pesar de la indignación que produjeron los señalamientos del ministro, los reporteros decidieron no publicar información sobre el sepelio.

Después de la despedida de Danna, los reporteros del Guayabero reflexionaron sobre la posibilidad de crear espacios para la formación de reporteros jóvenes, de protegerlos en sus veredas, de evitar que los acusen y que los estigmaticen. También son conscientes de que Gallito, Mincho y Hurtado solos no pueden estar al tanto de todas las actividades que demanda el medio comunitario. En ese momento, el medio El Cuarto Mosquetero de Villavicencio les ofreció un proceso de formación apoyado por la Convocatoria de Comunicación y Territorios del Ministerio de Cultura.

Mujeres, hombres, niños y niñas aprendieron de profesionales en fotografía, radio y producción audiovisual. Recorrieron las veredas con cámaras y micrófonos, arriesgándose a hacer entrevistas, sobre temas ligeros y sobre asuntos dolorosos. Compitieron entre ellos en ejercicios de improvisación para aprender a expresarse ante un caso de emergencia. Hasta Mincho, quien siempre ha sido muy tímido y se refugia tras sus cámaras, ya puede hacer transmisiones en vivo sin estar en completo silencio.

Las escuelas itinerantes de comunicación popular se hicieron en distintas veredas. Mincho, Hurtado y Gallito, que en muchas ocasiones se han visto desbordados por el trabajo cotidiano de Voces del Guayabero, esperan que más vecinos se vinculen al medio, que este deje de ser un compendio de páginas en redes sociales, donde denuncian los atropellos que sufren, y fundar un portal donde los habitantes de la región y del país encuentren un contraste con respecto a los contenidos que publican los medios tradicionales. Quieren mostrar la realidad como la ven sus ojos y eliminar la estigmatización a la que han sido sometidos.

 


La versión extendida de esta historia puede leerse en el libro Defender el territorio, publicado por Hacemos Memoria y el Programa Somos Defensores. Descargue el e-book, aquí.