El Estado colombiano reconoció la responsabilidad de la Fuerza Pública en los asesinatos de civiles cometidos entre 1998 y 2009, que fueron presentados por distintas unidades militares como resultados operacionales. En esta segunda publicación, Hacemos Memoria recoge lo que dijeron los familiares de 10 de las víctimas y el pronunciamiento del ministro Iván Velásquez.  

Por Margarita Isaza Velásquez
Foto: Ministerio de Defensa

El jueves 14 de agosto en el auditorio del Museo Casa de la Memoria de Medellín, el Ministerio de Defensa y el Ejército Nacional de Colombia les pidieron perdón a 35 familias de personas que fueron asesinadas en Antioquia y Córdoba por diferentes unidades de la Fuerza Pública, para presentarlas como una cifra de resultados positivos en su deber institucional de combatir la delincuencia y a la guerrilla. Varias veces fueron nombradas cada una de estas 35 personas, víctimas de “falsos positivos” o “ejecuciones extrajudiciales”.  

Primero hablaron los familiares, quienes estuvieron acompañados de organizaciones sociales y sus representantes judiciales. Al llamado de los nombres de sus seres queridos, madres, padres, hermanos, hijas, compañeras de vida, salieron al frente con un retablo y la fuerza en su voz para insistir en que ellos, todos hombres, no eran guerrilleros, no eran delincuentes, no estaban haciendo nada malo, no tenían por qué haberlos matado.  

Algunos hablaron del perdón, de la incredulidad en la justicia, de la búsqueda de algunos de sus seres queridos aún desaparecidos, de la fe en Dios y la pérdida de confianza en las instituciones, del amor infinito que sienten por sus hijos, hermanos, tíos y padres, y de los años de vida que han perdido por sus ausencias. 

Después de los familiares, habló Iván Velásquez, ministro de Defensa: “Vengo a pedir perdón en nombre del Estado colombiano”. En su discurso dijo sentirse avergonzado como funcionario y como ciudadano por esa terrible práctica. “La institución que hoy dirijo falló”, expresó. Se refirió al obrar de individuos dentro del Ejército, pero también a las órdenes superiores instauradas en documentos, que legitimaron y auparon esa forma de matar. 

Velásquez construyó una línea de tiempo con los 35 casos por los que se realizó este acto de reconocimiento de responsabilidad, ordenado al Estado por 26 sentencias judiciales. En cada uno de los nombres insistió, como ya lo habían dicho los familiares, en que ninguna de esas personas asesinadas pertenecía a algún grupo armado irregular.   

Nombró a: Gustavo Adolfo Cardona Alzate, Darwin Andrés Sánchez García, Carlos Mario Llano Sánchez, Salvador Valle Posada, Omar De Jesús Gutiérrez Arboleda, Edgar Isidro Salazar Ceballos, Jhon David Posada Giraldo, Juan David Echeverri Molina, Jesús Hernando Galvis Álzate, César Raúl Cano Zambrano, James Cardona Muñoz, Jhon Fredy Arias Mejía, José Miguel Londoño Ramírez, Erick Alberto Osorio Martínez, Ovidio Jiménez Guzmán, Andrés Fonnegra Rodríguez, José Duván Espinosa, Luis Andrés Zapata, Juan Martín Tabares Rueda, Gonzalo Correa Roldán, Walter Jony Henao Salazar, Jaime Daniel Oquendo Higuita, Juber Barrera Pino, Javier Alfonso Sepúlveda Barrera, Wilson Darío Murillo Gaviria, Jesús Antonio Flórez Vinasco, Alfonso de Jesús Bedoya Londoño, José Darío Hurtado Ocampo, Uriel Vásquez Meneses, Gabriel Andrés González Marulanda, Gustavo Alberto Tejada Marulanda, Gener Alberto Álvarez Guerra, Jhoan Esteban Rúa Torres, Carlos Alberto Sepúlveda Sepúlveda y Sergio Yelén Rojas Cárdenas. 

Luego de su intervención, el comandante del Ejército Nacional, general Luis Emilio Cardozo, manifestó sus condolencias a las familias de las víctimas, leyó de nuevo los nombres, esta vez con la fecha y el lugar en que fueron asesinados, y al final ofreció excusas públicas y pidió perdón por la muerte prematura que causaron “hombres que se apartaron del honor militar, de las virtudes, de los valores y de los principios propios de la ética militar”.   

Como una forma de conservar y dignificar públicamente la memoria de estas 35 personas asesinadas en Antioquia y en Córdoba, publicamos las expresiones de sus familiares en el acto de perdón, así como la declaración del ministro de Defensa con respecto al reconocimiento de responsabilidad por parte del Estado. 

En esta segunda publicación, recogemos los nombres de 10 de ellos.

José Miguel Londoño Ramírez y Erick Alberto Osorio Martínez, asesinados en la vereda La Victoria, de Rionegro (Antioquia), el 29 de diciembre de 2005 

Mariana Atehortúa, sobrina de José Miguel Londoño Ramírez:  

Era un joven de 21 años, hijo, hermano, tío, una buena persona, con amor por la vida y a sus semejantes, que siempre tuvo abundancia en todo sin hablar de lo material. Permaneció en un hogar donde siempre le brindaron amor y valores, donde podía encontrar un espacio para sentirse seguro y apreciado. Gracias a su esfuerzo tuvo oportunidades en la vida; las aprovechó al máximo y tuvo muchas satisfacciones. Le hicimos ver la buena fortuna de haber nacido en un hogar así, y le explicamos la importancia de ayudar a los demás cuando fuera posible. Teniendo tanto en la vida no hay espacio para siquiera pensar en la violencia y sentimos compasión por quienes la eligen como camino. Como familia de José Miguel, nos sentimos plenamente orgullosos de la persona que fue. Sus sonrisas y alegrías constantes estarán por siempre en nuestro corazón.  

Claudia Catalina Osorio Martínez, hermana de Erick Alberto Osorio Martínez:  

Él tenía 17 años. Hacía 22 días se había graduado de bachiller. Se había presentado a una universidad. Él era el que nos cuidaba cuando nuestros padres trabajaban. Le gustaba hacer mecánica con mi papá, también ayudó a construir la casa que nos tocó dejar por miedo al Ejército. Era muy dedicado a su familia; le decía a mi madre que iba a trabajar muy duro para que ella se saliera de trabajar. Mi hermano fue asesinado el 29 de diciembre del 2005 a manos de miembros del GAULA del Ejército de Rionegro. Estando en la novena, a mis padres les notificaron que se había ganado una beca para estudiar Mecánica Automotriz. Le arrebataron sus sueños. Este vacío no se va a llenar con nada, porque causó un daño irreparable a mi familia. Mi padre quedó con problemas siquiátricos; mi madre no volvió a ser la misma, ya que le arrebataron a su primer hijo. Solo pedimos que se sepa la verdad y que su nombre quede limpio, porque él no era ningún delincuente. Y como dijo mi padre, aún lo seguimos esperando.  

Intervención del ministro de Defensa:  

José Miguel Londoño Ramírez y Erick Alberto Osorio Martínez eran dos jóvenes amigos de colegio. Vivían en Caldas. Erick se graduó con honores y estaba próximo a entrar a la universidad, y José Miguel era el hijo mayor de su familia, que trabajaba con su padre en la construcción para ayudarle económicamente. Los jóvenes, aprovechando las fiestas decembrinas, se dirigieron el 29 de diciembre de 2005 al municipio de Rionegro, donde fueron asesinados por integrantes del GAULA Oriente Antioqueño del Ejército Nacional, que los señalaron como ladrones del sector con quienes supuestamente tuvieron un enfrentamiento.   

José Duván Espinosa, Ovidio Jiménez Guzmán y Andrés Fonnegra Rodríguez, asesinados en la vereda La Carra, de Dabeiba (Antioquia), el 21 de junio de 2006 

Claudia Patricia Espinosa, hermana de José Duván Espinosa:  

Yo le pido a Dios que por favor no haya más violencia, porque nadie sabe cómo sufre uno con un ser querido perdido. A mi hermanito se lo llevaron de la Terminal del Norte en el 2006. Él vendía frutas con mi mamá. Le dijeron que se fuera a trabajar a una empresa a Urabá, donde hacían pulpas de fruta. Él se fue el 20 de junio; y el 21 de junio apareció en las noticias: “¡Extra! ¡Extra! El Ejército Nacional dio de baja a cinco guerrilleros en Dabeiba, Antioquia”. Ahí estaba mi hermanito. Desde eso mi mamá quedó muy mal, ese dolor se me la llevó a la muerte. Por favor, que no haya más muertes, que nadie sabe el sufrimiento de cada familia, un ser querido cuánto duele.  

Diana Patricia Blandón, esposa de Ovidio Jiménez Guzmán:  

Ese era el nombre de mi esposo, padre de mi hijo, a quien decidieron quitarle la vida el 21 de junio del 2006. Fue víctima cuando le ofrecieron un empleo para una mejor calidad de vida, fue así como el Ejército Nacional de Colombia acabó con su vida, haciéndolo pasar como guerrillero, para solo obtener beneficios propios. Apagaron sus sueños, sus anhelos de ver crecer a su hijo de tan solo ocho años. Para poder darle una mejor calidad de vida, estudio y un acompañamiento paternal. Desde ese 21 de julio apagaron sus ojos, dejándonos un profundo dolor a sus padres, hermanos, hijo. Desde allí empezaron mis miedos, mi soledad. Para enfrentar y poder decirle a su hijo que su padre no era guerrillero y que ya no estaría aquí a su lado, mi fortaleza es mayor. Tuve que buscar ayuda de profesionales para tan duro dolor. Ahora seguimos su familia, su hijo y sus padres, con dolor y vacío, porque hasta hoy 14 de agosto no le hemos podido dar una cristiana sepultura. Hoy quiero dejar limpio el nombre de Ovidio Jiménez Guzmán, que no era un guerrillero ni pertenecía a bandas delincuenciales, que era un ser divino con muchos sueños que cumplir. Levanto la voz por todas las familias que luchamos solas, pero seguimos con ese vacío de haber perdido a un padre, un hijo o un hermano, solo porque alguien decidió por encima de su vida para obtener beneficios propios. 

María Leidy Fonnegra, hermana de Andrés Fonnegra:  

Mi hermano era un hombre muy trabajador, tenía dos niños, que estaban muy pequeñitos. También se lo llevaron de la Terminal del Norte, con engaños, que porque le iban a dar trabajo, y era para quitarle la vida. Esta es la hora en que no nos han entregado sus restos. Yo pido que se limpie su nombre y que nos entreguen los restos de él lo antes posible para darle su cristiana sepultura. 

Intervención del ministro de Defensa:  

El 21 de junio de 2006, el batallón de Contraguerrilla N.° 79 reportó un enfrentamiento en Dabeiba con miembros de las FARC del que resultaron muertos 6 supuestos subversivos quienes fueron enterrados como NN, poniéndoles armas viejas para simular el combate. Entre estas personas estaban Ovidio Jiménez Guzmán, quien estuvo desaparecido hasta noviembre de 2007; Andrés Fonnegra Rodríguez, quien fue encontrado por su familia en febrero de 2010, y José Duvan Espinosa, de quien a la fecha no hay información sobre su paradero.   

Gonzalo Correa Roldán, asesinado el 18 de diciembre de 2006, en Yarumal (Antioquia) 

María Olivia Roldán, madre:  

Señores del Ejército Nacional, este es un gran nombre para ustedes, sabiendo la clase de personas que hay allá: un gran montón de asesinos. Me disculpan los que no lo sean, pero desgraciadamente es así: un gran montón de asesinos es lo que tiene el Ejército Nacional.  

A Gonzalo Correa Roldán, diciembre 18 del 2006. Hoy alzo mi voz para decirles a todos quién eras tú. Apagaron tu vida y nos dejaron con un gran dolor y sinsabores de la vida. No te merecías ese final, ya que eras un ser especial, alegre y sincero. Un gran ingeniero civil y una gran persona, y lo más importante, un gran hijo y un gran hermano. Y hoy logramos dejar tu nombre en alto y decirles a todos que no eras ningún guerrillero y que a mucho honor eras un ingeniero civil. Sin ti y con un gran dolor seguimos adelante. Te queremos mucho.  

Intervención del ministro de Defensa: 

Gonzalo Correa Roldán, quien se encontraba el 18 de diciembre de 2006 en Yarumal listo para festejar el fin de año, había quedado con su primo de viajar para pasar la navidad con sus padres, pero nunca llegó a su encuentro. Luego de varias averiguaciones de la familia, ante autoridades judiciales y forenses, se supo que había sido enterrado como NN y quemadas sus pertenencias al ser reportado por integrantes del Ejército Nacional como un campesino guerrillero que estaba robando buses en el pueblo, cuando realmente Gonzalo era un ingeniero civil de Medellín, que trabajaba como contratista. 

Juber Barrera Pino, Javier Alonso Sepúlveda Barrera y Wilson Sepúlveda Gaviria, asesinados en la vereda Riochico, de Donmatías (Antioquia), el 12 de agosto de 2007 

Lina Barrera, hija de Juber Barrero:  

El 12 de agosto del 2007, junto con otros dos integrantes de mi familia, Juber fue asesinado por los delincuentes del Ejército en el municipio de Donmatías, en la vereda Riochico. Yo quiero que hoy se limpie el nombre de mi padre, porque quedó visto como que era un guerrillero y no fue así. Era una persona con muchas cualidades, un gran padre, y no merecía todo lo que dijeron y lo que le hicieron. El Ejército abusó de su poder, de la autoridad que tenía, para ejecutar a todas las personas que hoy están siendo nombradas acá. Todo por el deseo de tener poder y por la codicia, el deseo de tener dinero, nombramientos. Hicieron lo que quisieron con nuestras familias. Somos en mi casa tres hermanas. Yo tenía 10 años cuando mi papá murió, y es muy lamentable ver que el Ejército se aprovechó del poder que tenía, y fuera de que los mataron como les dio la gana, los hicieron pasar como delincuentes. Agradecemos a quienes hicieron este acto para limpiar el nombre de las personas, y quiero decir que con el perdón que están pidiendo, no cambian nada, no limpian nada. Mi papá murió hace 17 años y el dolor sigue.  

Gloria Elsy Peña González, compañera de Juber Barrera:  

Quiero decirles que el 12 de agosto del 2007 en la vereda Riochico de Donmatías lo asesinaron vilmente. Fueron los delincuentes del GAULA del Ejército y nos hicieron pasar a los de nosotros como que ellos eran los delincuentes. Estas personas, delincuentes del Ejército, se tomaban la justicia y hacían lo que les daba la gana. ¿Qué pensaron? ¿Que nos íbamos a quedar quietos? Se tomaron esto como un deporte: matar a personas inocentes y hacerlas pasar por delincuentes, terroristas, como nos lo dijeron allá. Da vergüenza del Ejército, que era la ley, que uno confiaba tanto en ellos, y salieron fue delincuentes de lo peor. Qué vergüenza. Quiero darle gracias a la doctora Catalina Díaz de la JEP, que por medio de ella voy a poder tener una conversa con el delincuente, comandante de ese tiempo, Robinson Torres Campos, que se tomó esto como un deporte, dando órdenes para que asesinaran a tantas personas inocentes.  

Valentina Serna Sepúlveda, sobrina de Javier Alfonso Sepúlveda Barrera y de Juber Barrera:  

Vengo a representar a mi familia, a hablar por ellos, por mi mamá que no pudo estar acá. Hoy quiero que el mundo sepa quiénes eran Javier y Juber, que eran todo para nuestra familia, nuestros amigos, hijos, hermanos; trabajadores honestos. Todos los que dijeron que ellos eran unos guerrilleros, que eran unos estafadores, que los llamaron Águilas Negras… Son cosas que duelen mucho, porque la verdad no eran la realidad; ellos eran personas diferentes. Y hoy quiero que sus nombres queden bendecidos, restablecidos, limpios de toda deshonra, para que encuentren la paz. Para que sus nombres brillen. Para que sientan todo el amor que les tenemos. Qué lástima que debido a todos estos sucesos se haya perdido la confianza en los militares, las llamadas Fuerzas de Colombia, que le quitaron los sueños a toda la familia de estar con ellos, de tener una vida al lado de ellos; esto es algo que no sé cuándo lo vayamos a borrar de nuestras mentes. Y hay muchas cosas por decir que aún duelen. Solo tengo 19 años, no pude estar presente cuando sucedió esto, pero he podido ver de cerca el dolor de toda mi familia.  

Hermana de Juber Barrera y de Javier Sepúlveda Barrera:  

El 12 de agosto del 2007 en la vereda Riochico de Donmatías, Antioquia, los criminales o terroristas del GAULA de Antioquia les arrebataron sus vidas a mis seres queridos, dejando un vacío inmenso en sus hijas, esposa, padres, hermanos y demás seres amados. Hace 17 años fallecieron, y precisamente un día como hoy, un 14 de agosto, les estábamos dando cristiana sepultura. Juber y Javier eran hombres trabajadores, honestos, solidarios, nobles, que entregaban sus vidas por sus familias. Ellos amaban sus vidas y las de sus semejantes. No le hacían mal a nadie, no merecían una muerte tan atroz. Ellos confiaban en las fuerzas militares, nunca imaginaron que quienes estaban encargados de cuidarlos les hicieran tanto daño. Indudablemente destrozaron nuestra confianza hacia su organización. Juber y Javier fueron criados en hogares humildes. Juber era un excelente padre, hijo, hermano, etc. Me pregunto: ¿Qué sintieron cuando halaron el gatillo a quemarropa, más de diez veces contra alguien indefenso? ¿Qué tan hombres se sintieron mientras silenciaban y callaban con balas sus sonrisas y sus voces para siempre? ¿Acaso creen que acabaron solo con sus vidas? No. También acabaron con toda una familia, dejando hijos huérfanos, padres sin poder volver a ver a sus hijos y darles un abrazo. Yo sentí morir de dolor. Fue tan grande la pena que sentí, que no podía más. Había un hueco en mi corazón. En ese momento perdí un poco la fe y las ganas de seguir adelante.  

Me gustaría hacer énfasis en mi incredulidad y desacuerdo con la justicia colombiana. Aún sigo sin entender cómo ante estos crímenes, estos sujetos terminen obteniendo grandes beneficios y una condena de cinco años. Creo que muchos estamos de acuerdo en que la justicia colombiana es conveniente y de justa poco tiene. Esta termina victimizando a quienes deberían recibir un castigo ejemplar y con severidad. Me duele tanto el desinterés de una justicia, mal llamada justicia, plenamente demostrada al tratar de disfrazar tanto derramamiento de sangre, tantos asesinatos, como los quieran llamar, a manos de quienes están encargados de cuidar y velar por nuestra seguridad. Sin embargo, creo en la justicia divina y estoy segura de que de esa no se libran, y de que tendrán que rendirle cuentas a Dios por todo el sufrimiento causado, no solamente a nosotros sino a todas las víctimas aquí presentes. Agradezco a Dios por haberme prestado por tantos años a dos seres tan maravillosos, tan nobles, como lo eran Juber y Javier; seres que no tenían nada de delincuentes ni de terroristas ni paramilitares ni narcoguerrilleros ni estafadores, como en algún momento los tildaron. Solo quienes hemos vivido este dolor entendemos el calvario que vive cada familia. Gracias Dios por permitirme espacio y limpiar sus nombres, y resaltar la calidad de seres humanos que eran, dejando así sus nombres en alto. Agradezco al fiscal Carlos Mario Jaramillo, de Derechos Humanos, por haber sido un apoyo para todos nosotros como familia en este proceso.  

Luis Fernando Gaviria, hermano de Wilson Darío Murillo:  

Quiero pedir que limpien el nombre de mi hermano, porque era un hombre sano, trabajador. Era el hermano que veía por todos nosotros, por mi mamá, y lamentablemente lo cogió el Ejército y lo mató. Lo pasaron por guerrillero. Lo mostraron como un falso positivo. Eso nos dolió muchísimo. Él no merecía esa muerte tan miserable. Él no era nada de eso. Era un hombre bueno, humilde. Espero que limpien su nombre. No tengo nada más que decir.  

Intervención del ministro de Defensa: 

Uber Barrera Pino, Javier Alfonso Sepúlveda y Wilson Darío Murillo, el 12 de agosto de 2007, se dirigieron al centro de Medellín a recoger el dinero producto de una venta de ganado, lo cual fue confirmado por el comprador. Luego, uno de sus familiares fue contactado para informarle que sus cuerpos se encontraban en el municipio de Donmatías donde fueron muertos por integrantes del GAULA Antioquia mientras presuntamente cobraban una vacuna. Según el informe pericial todos murieron por disparos de corta distancia, lo que, junto a otros elementos analizados por jueces de la república, dejó sin piso el argumento del combate.   

Alfonso de Jesús Bedoya Londoño, asesinado en la vereda Piedras Blancas, de Carepa (Antioquia) el 2 de septiembre de 2007 

Yerlis Castaño Torres, compañera:  

Él falleció el 22 de septiembre del 2007 en Carepa, Antioquia, por el Ejército Nacional. Hoy estoy en representación de la familia Bedoya Londoño, en especial de mi hijo Cristian Andrés Bedoya Castaño. Pedimos que su nombre y su honor sean limpiados de todo cargo que se le imputó. Solo así él encontrará la luz y brillará siempre en nuestros corazones. ¿Quién era Alfonso? Era una persona trabajadora, muy honesto, sencillo, humilde, buen padre, hijo y hermano. Él quedará perpetuado en nuestros corazones por siempre, porque la luz que nos deja un ser querido nunca se apaga, simplemente brilla en otro lugar. El amor que nos unió sigue vivo en cada recuerdo compartido. En nombre de la familia agradecemos infinitamente al abogado por esclarecer los hechos, falsos positivos. 

Intervención del ministro de Defensa: 

Alfonso De Jesús Bedoya Londoño era un joven padre que vivía con su familia en Carepa, dedicado a labores agrícolas y de aserrío, para las cuales fue contactado el 2 de septiembre de 2007, última vez que su familia tuvo noticias suyas. Su cuerpo fue encontrado en la morgue de Apartadó, reportado en el Ejército como baja en combate. Durante la búsqueda emprendida por su madre, testigos le dijeron que él había sido muerto por militares que le pusieron un casco y se lo llevaron en una moto.   

Puede leer más testimonios presentes en el acto de perdón en:

«Para que no se olvide su nombre»: 35 víctimas de falsos positivos (I)