Patricia Orozco, Alejandra Morales y Benjamín Rojas son líderes sociales del Oriente antioqueño. Sus historias y liderazgos tienen algo en común: la Corporación Adagio, una organización que trabaja por el reconocimiento de los derechos de las personas con expresiones de género diversas en una de las regiones más conservadoras de Antioquia.

Por Karen Parrado Beltrán
Foto: Corporación Adagio

Benjamín Rojas grita desde el otro lado del puente peatonal rojo, avisando de su llegada. Allí aguarda en su motocicleta encendida y con las botas de caucho puestas. Cuando nos desviamos en la moto por la trocha, indica el borde de la trocha que delimita la vereda donde vive: La Mosquita. Minutos después se detiene. “Llegamos”, dice. Desde adentro de una casa saluda Lupe, su compañera.

La de Patricia Orozco es una moto “normalita”. Le sirvió para viajar, durante varios años, desde la finca lechera de sus papás, en la vereda La Cabaña, de La Unión, Antioquia, hasta una sede de la Universidad de Antioquia, en Medellín, para estudiar Gestión Cultural.

Alejandra Morales tiene una moto de alto cilindraje. “Me gusta que me miren cuando voy en ella”, dice; montada en ella se ve invencible. Al llegar a la carretera pavimentada que conecta la trocha con la entrada de su pueblo, Argelia, en Antioquia, toma rápidamente las calles que conducen a su casa.

Guarne, La Unión y Argelia quedan en el Oriente, una de las nueve subregiones de Antioquia y la tercera más grande del departamento, donde habitan medio millón de personas, según el DANE.

No hay una cifra oficial, pero Alejandra dice que en su pueblo hay solo dos mujeres trans. Ella y “una chica que trabaja en la Casa de la Cultura”. Es difícil saber cuántas personas trans viven en Colombia; tan solo hasta el 2020 el DANE comenzó a usar esa categoría diferencial en sus métodos encuestadores, y hay un gran subregistro. “Una cosa es ser marica de cabecera, otra de vereda”, dice Benjamín en un video de la Corporación Adagio y en el que habla sobre cómo es su vida siendo un disidente de género en un pueblo de 60 mil habitantes. Él y Lupe, su compañera desde hace cuatro años, dicen que son una “familia diversa”: hombre trans, mujer lesbiana, dos perras, tres gatas, ocho pollos y una gallina.

Adagio fue primero una disidencia que una corporación. En el 2011 Patricia y un grupo de amigos decidieron crearlo para hacerle contrapeso a la gestión “incompetente” de la Casa de la Cultura de La Unión, su pueblo. En el 2013 comenzaron a presentar sus primeros proyectos a la administración municipal y a hacer sus primeras actividades.

Uno de los primeros proyectos culturales de Adagio lo lideró Patricia. Se llamaba Cabaña Sonora. Era para los niños de La Cabaña, la vereda donde vivían, y trabajaban ella y su familia.

Varios años después, en el 2017, Adagio se convirtió en una corporación. Patricia permaneció como cabeza visible. Desde allí comenzaron a tejer lazos con otros grupos de la región que, sin saberlo, estaban trabajando para hacer visibles las luchas de las diversidades sexuales y de género.

En el 2016, la Gobernación de Antioquia no sabía cuántas personas con identidades de género y orientaciones sexuales diversas vivían en el departamento. Patricia recuerda que ese fue el momento del despertar de muchos colectivos diversos del Oriente antioqueño.

Guarne Diversa fue uno de ellos. El grupo lo fundaron Benjamín y su amiga, la Rola, la psicóloga Diana Casas, en junio del 2017. “Dijimos: creemos un colectivo, pero no solamente para ondear la bandera en junio. Uno que sea educativo”, recuerda Benjamín. Después de esa conversación, ambos organizaron la primera reunión del grupo en el Parque Educativo de Guarne. “Fueron muchos maricas, fue gente heterosexual. O sea, ¡fue gente!”, dice. Ahí decidieron que iban a llamarse Guarne Diversa.

María Guadalupe Sepúlveda, Lupe, como le dicen de cariño, conoció a Benjamín cuando era niña, pero apenas en junio del 2017 se volvieron a encontrar.

Ahora ambos me reciben en su casa. A los pocos meses de reencontrarse con Benjamín, Lupe se unió a Guarne Diversa. Y en noviembre del 2017, ella, Benjamín y la gente del colectivo alzaron por primera vez una bandera gay en las calles de Guarne. Ocurrió en la Semana del Libro y la Cultura de ese año. A esa marcha llegaron personas de otros colectivos de El Peñol, Guatapé, Cocorná, El Carmen de Viboral, todos del Oriente antioqueño. “Esa fue la primera marcha del orgullo gay en Guarne. ¡Todo el mundo la vio!”, cuenta Benjamín desde su casa, en la que ventea frío.

“Yo siempre le he temido mucho al activismo y a la política, porque al que no les sirve, lo callan”, dice Lupe. Eso mismo sintió cuando empezó a ver que Benjamín ganaba visibilidad en Guarne por defender los derechos de las personas no heterosexuales. La embargó el miedo. “Sálgase de eso”, le pidió. Entonces, Benjamín se retiró de Guarne Diversa por un tiempo. Solo por precaución.

La firma de la paz entre el Estado colombiano y las FARC, a finales del 2016, dejó un capítulo entero dedicado a las víctimas, entre ellas, además de mujeres y comunidades campesinas, las personas con identidades sexuales y de género no hegemónicas. Una manera, quizás, de reconocer que los actores armados de la guerra los hicieron blanco de múltiples violencias, más aún si se atrevían a tener algún protagonismo.

Así que el miedo de Lupe frente al liderazgo de Benjamín no era infundado. Sin embargo, meses después, él regresó al activismo porque sintió que las condiciones en el pueblo estaban dadas para trabajar con la institucionalidad.

“Al segundo año, en noviembre del 2018, trajimos a Vanguardia, una banda musical. Y Vanguardia se nota: hay mujeres trans, hay hombres gais”, cuenta Benjamín. Si bien esa segunda participación en la Semana del Libro y la Cultura fue un éxito y posicionó la colectiva, también implicó su retiro de las actividades organizadas por la alcaldía. “En el informe que sacó la alcaldía sobre esa semana jamás aparecimos en fotografías ni en nombre”, cuenta indignada Lupe.

No obstante, ya habían encontrado la manera de filtrar sus luchas y de poner su voz diversa en público para incidir en las decisiones de su pueblo. “Siempre les digo a los colectivos cuando me llaman: péguense de la municipalidad. Si la municipalidad hace algo en salud, métanse ahí. En lo de la semana de la cultura, métanse ahí. Eso hicimos nosotros”, insiste Benjamín.

Dónde están las mujeres trans

La primera vez que Patricia se preguntó por las experiencias de vida transgénero del Oriente antioqueño fue en el 2019, cuando Adagio presentó un proyecto sobre experiencias de vida LGBTI. “En La Unión yo sabía que había mujeres trans, pero jamás en la vida me había interesado en sus vidas o en sus historias”, reconoce.

Dos años antes, en el 2017, la corporación había ganado una beca de Lunaria para hacer un trabajo sobre violencias contra las mujeres. Entonces, hicieron una exposición fotográfica: Re-tratadas. La calle también es nuestra. En ella contaron las historias de diez mujeres de La Unión a través de retratos.

Re-tratadas fue el comienzo de la línea de género, y después entró lo LGBTI, más desde el activismo lésbico”, explica Patricia. En ese momento, Patricia llevaba una relación abiertamente lesbiana en La Unión, su pueblo natal. Ella y su pareja hacían activismo a través de la Corporación Adagio y evaluaron la posibilidad de abrir una puerta para acercarse a “lo trans”. “Entonces presentamos la primera versión del Festival de la Diversidad y nos lo ganamos”, cuenta.

Adagio inauguró el festival el 13 de julio del 2019 con cuatro actividades. Un taller de salsa queer, un cine-foro, un conversatorio sobre activismo y disidencias sexuales y de género, y un evento central con proyección de cortos, teatro, música, artes circenses y literatura. Allí, el esfuerzo individual de Patricia con Adagio encontró un punto de fuga con otros colectivos.

La nueva identidad

El diploma universitario dice que su nombre es Alejandra Morales. Antes se llamaba Diego Alejandro. Nació en 1999 en el seno de una familia campesina, en Argelia, Antioquia.

“Yo puedo decir abiertamente que me descubrí en la universidad y que mi tránsito empezó a partir de las historias de las chicas trans que entrevisté y de mi trabajo de grado”, cuenta Alejandra. En el 2019, Patricia y ella comenzaron a discutir el tema del trabajo con el que se graduaría como gestora cultural. Lo tituló “¡Aquí estamos! Cuerpos, identidades trans y gestión cultural”.

“Conocer a Benjamín y, luego, conocer tan de cerca el proceso de Aleja, fue para mí aprender un montón”, cuenta Patricia. Ella y Alejandra se conocieron en la sede de la Universidad de Antioquia en Sonsón, entre los años 2018 y 2019. A Benjamín lo conoció a inicios del 2020.

Para Patricia, el hecho de que Alejandra sea una mujer trans con formación profesional ha hecho que su liderazgo social en Argelia y en la región sea más fuerte. Más cercano al feminismo y a la autocrítica.

Hoy en día Patricia y Alejandra trabajan juntas en la Corporación Adagio, en un proyecto de caracterización de la población diversa en Guarne. En ese proyecto también trabaja Benjamín. Ahí confluyen sus historias.

Cuando Patricia conoció a Benjamín, él era el vocero de un colectivo LGBT de Guarne en un encuentro departamental de colectivos diversos de Antioquia. Fue en febrero del 2020. Ahí todos dimensionaron que en el Oriente había una gran fuerza diversa trabajando por ganar cada vez más incidencia política en los municipios.


La versión extendida de esta historia puede leerse en el libro Defender la vida, publicado por Hacemos Memoria y el Programa Somos Defensores. Descargue el e-book, aquí.