La fuerza de las mujeres afro del norte del Cauca

Clemencia Carabalí Rodallega es una reconocida lideresa de Buenos Aires, Cauca; es fundadora y presidenta de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca, ASOM, una organización que desde hace más de dos décadas se dedica a la defensa de los derechos territoriales y del pueblo afrodescendiente, en un territorio afectado por las violencias del conflicto armado y la economía de la minería del oro.

Por Ana María Saavedra
Foto: ASOM

Mientras camina, Clemencia Carabalí mueve sus caderas, baila y aplaude. Sigue el ritmo de la canción que suena por el altavoz y tararea: Mujeres valientes, afrodescendientes. Que sepa toda la gente que lo vamos a lograr…”. Saluda a las mujeres reunidas en el parque de Buenos Aires, Cauca. Algunas están sentadas sobre sillas de plástico y otras en los escalones de la plaza. Esperan a que inicie el acto Atarrayando por los Derechos, en conmemoración del Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Algunas de ellas tienen el pelo trenzado, otras llevan puestos turbantes, como símbolo de resistencia y de sus raíces negras.

Son pasadas las diez de la mañana del 25 de noviembre del 2021. Clemencia toma el micrófono y les habla en primer lugar a los funcionarios de la policía y de la alcaldía sentados a su lado; luego se dirige a sus compañeras: “Somos las mujeres quienes seguimos levantando nuestra voz en diferentes partes del mundo en defensa de la vida. Mujeres, afros e indígenas hemos logrado unos derechos que nos han costado lágrimas y sangre. Gracias a la terquedad y la persistencia de nosotras las mujeres, hemos logrado avances. Si levantamos nuestras voces, somos estigmatizadas, señaladas”.

Clemencia Carabalí Rodallega es un símbolo de liderazgo y resistencia femenina y afro. Hace 25 años recorrió las veredas de Buenos Aires, Cauca, en busca de aliadas para organizarse y luchar por sus derechos. Así fundó la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca, ASOM, organización de la cual es presidenta. Por su labor ganó el Premio Nacional de Derechos Humanos 2019-2020 y el Premio Woodrow Wilson 2022.

Cuando en el 2019 seleccionaron a Clemencia como defensora del año, los jurados reconocieron a “aquella persona que por su trabajo desarrollado en el último año es testimonio significativo de la defensa de derechos humanos en Colombia. Sobre sus hombros recaen más de treinta años de constante trabajo en defensa del territorio ancestral de las comunidades negras y los derechos de las mujeres, superando toda clase de adversidades”.

El 4 de mayo de 2019 Clemencia, junto con varios líderes afro del norte del Cauca, sobrevivió a un atentado en la finca La Trinidad de Santander de Quilichao.

Clemencia ha recibido nuevas amenazas tras el ataque. Ella es una sobreviviente. En las décadas que lleva luchando por los derechos de su pueblo negro ha sufrido nueve atentados. La situación de violencia en el Cauca, antes que mejorar, se ha agudizado.

Buenos Aires es un municipio del Cauca, a 112 kilómetros de Popayán. Tiene aproximadamente 30 mil habitantes; la mitad son afrocolombianos. Su historia está ligada a la minería aurífera.

En el informe Minería del oro, territorio y conflicto en Colombia se indica que en el Cauca se produce el 6 % del oro de Colombia. Según una investigación del Centro de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali, “de las 350 000 hectáreas tituladas en minería, a diciembre de 2012, 82 000 se traslapan con consejos comunitarios y 7000 con resguardos”. Las concesiones a las grandes empresas por la explotación minera han sido una de las grandes luchas de las comunidades negras del norte del Cauca.

Es esta la lucha que las mujeres de ASOM han dado durante más de dos décadas por su territorio. Luchan por ser reconocidas y respetadas. Luchan para que los grupos al margen de la ley no las amenacen y para que sus cuerpos no sean botín de guerra. Luchan contra la violencia de género. Luchan para sacar adelante sus proyectos productivos. Luchan contra el machismo. Luchan contra el racismo estructural.

En 2019, ASOM entregó a la Comisión de la Verdad el informe «Voces valientes». Este documento analiza las graves violaciones contra los derechos de las mujeres y niñas afrodescendientes en el municipio de Buenos Aires, ubicado en el Norte del Cauca. Foto: ASOM.

Clemencia nació hace 51 años en La Balsa, vereda de Buenos Aires. Es la última de nueve hermanos y madre de dos hijos. Cuenta que desde niña ha sido inquieta, persistente y rebelde. “No me acomodo a lo que los demás quieran. Veía muchas cosas y pensaba que las mujeres no podíamos estar siempre en ese lugar, que nuestros sueños se podían realizar”, asegura la lideresa sentada en el parque principal de Buenos Aires. Al fondo se escuchan los cánticos de dos mujeres de ASOM, que participan en el evento contra la violencia de género.

En cuanto ella se graduó del colegio, empezó a reunirse con otras mujeres de su pueblo. Poco a poco se convirtieron en una red. “Nacimos con la idea de contribuir de manera colectiva con nuestros derechos”, dice. La asociación está conformada por diez grupos de mujeres con 230 integrantes de diez municipios del norte del Cauca y tres de la costa Pacífica caucana (López de Micay, Guapi y Timbiquí). Entre sus actividades están las capacitaciones en derechos humanos y étnicos, con programas como la escuela de las mujeres constructoras de paz o campañas de sensibilización y prevención de violencias contra las mujeres; los procesos de desarrollo sostenible y las cooperativas de mujeres.

Nancy Vergara es otra de las socias fundadoras de ASOM. Ella recuerda que hace años Clemencia Carabalí llegó a Honduras, otra vereda de Buenos Aires, para proponerles que se unieran en el trabajo comunitario. Nancy ya pertenecía a una organización de mujeres que había nacido en los años ochenta con el apoyo de un misionero católico.

“Éramos 84 mujeres. Así arrancamos, con un grupo sin nombre. Ella iba de pueblo en pueblo invitando a las mujeres a que se unieran, y así nos fuimos agrupando hasta que llegamos a 220 en 1997. Ese año, luego de una asamblea, le pusimos nombre a la asociación”, relata Nancy.

Sus primeras actividades fueron las huertas caseras, para mejorar la calidad de vida de las mujeres de su vereda. Luego, abrieron un fondo rotatorio para poder hacer préstamos y financiar proyectos productivos. Como dice Clemencia, la autonomía económica de las mujeres contribuye al desarrollo de sus comunidades y, sobre todo, es una forma de combatir la violencia de género.

En Buenos Aires, como en muchos municipios que viven el conflicto, la violencia de género se cruza con la guerra y los actores armados se convierten en otro de los verdugos de las mujeres.

En La Balsa, cerca al parque principal, se encuentra la sede de ASOM. Es una casa de ladrillo y rejas blancas. En esta vereda, donde nació Clemencia, está parte del corazón de este proyecto, allí funciona la tienda donde venden las frutas que cultivan y los productos que hacen con sus manos; los ofrecen también en su portal web Asomcauca.org.

Mujeres de ASOM caminemos con tesón, sanando las heridas que la guerra nos dejó.

La gente no ha olvidado todo lo que pasó, algunos lo recuerdan con mucho dolor.

Se perdieron las cosechas, se murieron los animales, las mujeres aguantando hambre por esta situación. Ay, Dios mío, qué dolor, al ver la desolación, cuando las mujeres del campo partieron para la ciudad a trabajar en casas de familia para sus hijos levantar. Haciendo resistencia hemos podido vivir, avanzando en los procesos de nuestra región.

Nancy Vergara y su hija Mónica Solís cantan esta canción en el parque de Buenos Aires durante el acto contra la violencia del 25 de noviembre del 2021. Con su canto narran lo que han vivido: la guerra y su historia como asociación.

Buenos Aires y los otros municipios del norte del Cauca han padecido la guerra en las últimas décadas. Primero con las guerrillas y luego, en 1999, con la llegada del Bloque Calima de las AUC sufrieron amenazas, violaciones, desapariciones, asesinatos y desplazamientos. Este municipio, una de las entradas a la región del Naya, padeció el inicio de una de las masacres más recordadas en el país, una incursión de varios días en la que los paramilitares recorrieron esta zona, que separa los departamentos del Valle del Cauca y Cauca. Aunque la comunidad asegura que más de cien personas fueron asesinadas, solo se recuperaron 27 cadáveres.

Nancy Vergara recuerda que en el 2001 ella viajaba a Cali con unos productos de su tienda cuando los paramilitares la pararon. Le quitaron lo que llevaba y le dijeron que se fuera o la mataban. “Señalaron un cultivo y nos dijeron ¿quieren servir de abono? La asociación estuvo a punto de acabarse, no podíamos reunirnos porque prohibieron las reuniones”, asegura.

La desmovilización de las AUC no acabó con la violencia en Buenos Aires. Tampoco la firma del Acuerdo Final de Paz en el 2016. Ahora hay nuevos actores: la columna móvil Jaime Martínez y la columna Dagoberto Ramos, disidencias de las FARC, así como otros grupos sin identificar.

Clemencia tiene que estar escoltada. Los diferentes actores han querido callarla debido a su trabajo. “Siempre hemos sido estigmatizadas, señaladas por nuestro trabajo en la asociación”, dice.

La última de las amenazas, cuenta, ocurrió aproximadamente en octubre del año pasado. “Una chica que había sido maltratada por su pareja denunció el caso. Nosotras la apoyamos. Al esposo le salió una orden de captura y me mandó razón de que me iba a mandar a levantar”, explica Clemencia.

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Es 24 de abril del 2022. En el parque principal de la vereda La Balsa, en Buenos Aires, las mujeres de ASOM celebran los 25 años de la organización con una feria de servicios. Debajo de carpas y sentadas en sillas, las mujeres aplauden, mientras observan los eventos del día. En varias mesas, muestran los productos que producen ellas mismas: aguacates, plátanos, naranjas, maracuyás, huevos, bolsos tejidos, camisetas. Al fondo, bombas azules y blancas, y un letrero que dice “Ninguna mujer es tan fuerte como todas juntas”, una frase que refleja el alma de su organización.