La mayora Ninfa Herrera, entre las voces de la paz

Se espera que la participación de las mujeres en todo el país, en el marco de los diálogos de paz entre el Gobierno nacional y el ELN, sea activa y eficaz. La mayora Ninfa Herrera Domínguez aportará desde el enfoque de género a la construcción de paz en este proceso.

Por: Juliana Builes Aristizábal

Foto: David Alejandro Pérez

Ninfa Herrera Domínguez es gobernadora del cabildo K+g+fene Murui Muina o ‘Gente de Centro’, ubicado en La Montañita, Caquetá, y activista por los derechos de las mujeres indígenas. Acompaña procesos de dirigencia a nivel nacional con autoridades tradicionales indígenas de Colombia como el Gobierno Mayor, una organización que pretende mantener el sistema de gobierno propio de los pueblos indígenas originarios. Allí coordina la instancia de mujer y familia.

Además, respalda la agenda de la Comisión de Mujeres Indígenas a nivel nacional, cuyo objetivo es asegurar los derechos integrales de estas mujeres. “Se está trabajando para que a las mujeres que están en los territorios se les garantice el acceso a la salud, el trabajo y la educación. También que todas las mujeres indígenas puedan vivir sin miedo y libres de cualquier tipo de violencia” afirma la mayora Herrera.

Ninfa es descendiente de nómadas, por lo que su apellido no es original, como ella misma señala. Su padre es uitoto y su madre es miraña, pertenece al pueblo Muina Murui, aunque otras comunidades los llaman uitoto como apodo. Este pueblo indígena ha vivido en la selva amazónica durante siglos.

Los Uitoto son uno de los pueblos indígenas más grandes que habitan la selva amazónica. Además de Colombia, tienen presencia en Perú y Brasil. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, a 2018 había 12 029 uitotos viviendo en Colombia.

Ninfa nació en el resguardo El Quince o resguardo Agua Fresca, hace 50 años. Allí, su padre le enseñó a cazar y a conocer la selva como la palma de su mano, y su madre a cocinar bajo sus tradiciones ancestrales. Emanuel e Ismael, los hermanos de Ninfa, fueron asesinados por grupos armados en medio del conflicto que sufrió el departamento del Caquetá. El M-19 y los grupos paramilitares fueron los perpetradores de los asesinatos. Después de estos sucesos, ella junto con su familia fueron forzados a desplazarse a Florencia, la capital de Caquetá.

Sobre este tema, Ninfa dice: «Vivíamos cerca de una base militar llamada Tres Esquinas, una de las más grandes del sur de Colombia. Allí asesinaron a uno de mis hermanos. Entonces, nos vimos obligados a ir a la capital, desplazados y sin absolutamente nada. Llegamos solo con la ropa que teníamos puesta, ahí yo ya tenía unos 15 años».

La mamá de Ninfa ocupó un lote en unos terrenos de invasión; el área en cuestión era el vertedero de basura de esa zona, y todas las casas cercanas arrojaban sus desechos allí. Toda la familia se dedicó a limpiar el lugar y comenzaron a construir un hogar donde poder vivir. Hasta el día de hoy, la madre de Ninfa aún reside en el mismo punto.

En Florencia, la historia de Ninfa empezó a encaminarse hacia procesos de liderazgo. Su abuelo materno fue un destacado líder indígena que llevó varios procesos comunitarios a lo largo de su vida. Ninfa venía de esa estirpe y, al igual que lo material se hereda, su labor como líder estaba predestinada. Inicialmente, a los 18 años, se le encomendó la tarea de establecer los cabildos en Florencia. En ese primer trabajo, se dio a conocer como una mujer con el potencial para llevar la batuta en los proyectos de su pueblo.

Ninfa empezó a resistir en estos procesos que, hasta el día de hoy, en su mayoría son liderados por hombres. Como lo dice la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, las mujeres tradicionalmente han ocupado las labores del hogar: mientras que “los hombres se encargan de las labores que requieren de un esfuerzo físico mayor como la pesca y la cacería, las mujeres se encargan de las labores del hogar, del cuidado de los niños, y en la comunidad con los abuelos”.

En los años siguientes, la mayora Ninfa Herrera continuó abriéndose camino a nivel departamental. Trabajó en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, y siguió fortaleciendo su liderazgo en la comunidad hasta llegar a ocupar cargos a nivel nacional. Como ella misma afirma, se ha evidenciado un fortalecimiento de las capacidades de las mujeres en los espacios políticos en estos últimos años, aunque indudablemente se requiere más avance en este aspecto. “Nosotras sí tenemos la capacidad de guiar a nuestra comunidad. Como mujeres, también poseemos las habilidades para participar en la esfera política. Es necesario motivar a muchas más jóvenes para que lideren dentro de nuestros propios procesos. Como mujer, uno debe estar convencido de que es capaz de lograr muchas cosas”, agrega.

En el Acuerdo de México, suscrito entre el Gobierno nacional y el ELN en mayo de este año, tanto en el preámbulo como en el punto uno, quedó establecido de manera explícita que las mujeres serían un actor fundamental para la superación del conflicto armado en Colombia. «Las mujeres han enfrentado con valentía estructuras de maltrato, falta de equidad y exclusión. Se trabajará desde una perspectiva de género para lograr que la participación de las mujeres sea activa y eficaz», señala el Acuerdo.

Ninfa, como portavoz de las mujeres que representa, espera que la participación y las decisiones no sean influenciadas por los patrones patriarcales y que lo que está plasmado en el papel se convierta en una realidad. «Esperamos que se elabore un plan concreto donde se restablezcan los derechos de las víctimas, especialmente de las mujeres indígenas que han sido más afectadas en lugares como Chocó, Catatumbo, Cauca y Putumayo. Las mujeres confiamos en que esta construcción de paz sea inclusiva y diferente; aspiramos a que este proceso no se convierta en otro intento fallido», explica.

Al igual que Ninfa, muchas mujeres han luchado durante años por el bienestar de sus comunidades. Hoy están presentes en este proceso político, dando a conocer la voz de todas aquellas que han sido históricamente excluidas. Hoy, las mujeres, son la voz de la paz.