La Poderosa cuenta su historia de resistencia a través del bullerengue, una carrera dedicada al arte, la cultura y la memoria de las personas LQBTIQ+.
Por: Juliana Builes Aristizábal
Fotos: cortesía La Poderosa
Esmith Rivera Márquez, conocida en el mundo del arte como La Poderosa, interpretó Colombia me llora en medio de las conmemoraciones del orgullo LQBTIQ+ que se llevaron a cabo en diferentes ciudades del país durante el mes de julio.
El sencillo forma parte de un ejercicio de memoria que recoge los testimonios de personas LGBTIQ+ de todo el país que han sido víctimas del conflicto armado, y cuyos relatos hacen parte de los informes presentados ante la Jurisdicción Especial para la Paz y la Comisión de la Verdad.
Según el Registro Único de Víctimas (RUV), 4717 personas LGBTIQ+ han sido víctimas del conflicto armado. Sin embargo, organizaciones como Colombia Diversa y Caribe Afirmativo estiman que la cifra real podría superar las diez mil personas con múltiples y distintas victimizaciones.
Primeros pasos
El baile tocó la vida de Esmith cuando tenía unos nueve años en su natal San Juan de Urabá. La agrupación del maestro Emilsen Pacheco fue el lugar donde conoció el bullerengue. Sin embargo, tras la muerte de su padre, tuvo que trasladarse junto con su familia al sur de Bolívar, donde a muy temprana edad comenzó a trabajar en la minería. Esto le distanció del arte debido a las largas jornadas laborales en las minas de oro de Guamocó.
A finales de los noventa, cuando La Poderosa tenía 15 años, regresó a San Juan de Urabá, y dos años después, la música y el baile volvieron a su vida al vincularse a los procesos de la Casa de la Cultura del municipio. Allí conoció la compañía de danza Dinastía Negra, donde se formó como bailarina profesional.
En ese mismo tiempo, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá expandían su control sobre los territorios de esta región y ponían en marcha estrategias de guerra que pretendían acabar con cualquier expresión diversa. «Los grupos paramilitares perpetraron un sinnúmero de asesinatos en medio de su estrategia de aniquilación de todas aquellas personas con sexualidades y géneros fuera de la norma. Algunas sentencias de Justicia y Paz han expuesto esos crímenes: la Sala observó que los paramilitares en Ciénaga y la zona bananera asesinaron a más civiles por sus orientaciones sexuales y actividades ociosas (consumo de sustancias alucinógenas) que por sus supuestos vínculos con la subversión”», señaló el Informe Final Comisión de la Verdad, que se entregó a la sociedad en 2022.
En ese contexto, Esmith fue víctima de violencia sexual y desplazamiento forzado. Tuvo que huir de su casa por ser gay y terminó en el municipio de San Pablo, Bolívar, donde fue violada por miembros de las FARC y el ELN. En ese momento, la prostitución se convirtió en su sustento económico, y el arte volvió a desvanecerse de su vida.
Unos tres años después decidió volver, aunque con mucho miedo, a San Juan de Urabá y dedicarse al bullerengue. En una época difícil, La Poderosa se reconectó con sus raíces y nunca más pudo alejarse de ellas.
En 2009, comenzó se fue a trabajar a Puerto Escondido, Córdoba, donde fue reconocida como cantadora tradicional de bullerengue. «El bullerengue me permitió la resistencia y la libertad, porque el bullerengue es más que música, es un ritual a la vida y a la muerte, me permite ser lo que yo quiera ser a través del canto», afirma La Poderosa.
En los años siguientes, su posicionamiento en la música tradicional fue todo un reto en un ambiente que históricamente había sido dominado por hombres. Como ella misma cuenta, ganarse el respeto y poder estar en los escenarios fue una forma de resistencia y lucha. «Llegar a un festival de bullerengue, con extensiones, maquillada, en medio de toda esta cultura machista fue duro. Que me respeten como la marica que soy, pero también como la cantadora que soy y como la cantadora que pide justicia», añade La Poderosa.
Después de más de veinte años dedicados a la música y el baile, en medio de la pandemia del COVID-19, en 2020, La Poderosa decidió crear Eco de Tambó, un colectivo artístico que pretende mostrar la diversidad y la cultura, llevando a otros escenarios el legado y la memoria de estos ritmos ancestrales. Además de ser la directora del colectivo, sigue presente en procesos de activismo LGBTIQ+, y es parte de La Mesa Diversa de Urabá, donde trabajan por los derechos de la comunidad.
Para La Poderosa, la música fue una salvación en su vida, pero también una forma de denunciar y hacer memoria de los hechos victimizantes por los que tuvo que pasar a lo largo de su vida por ser parte de la comunidad LQBTIQ+. Su eco seguirá sonando no solo por ella, sino por todas las personas de su comunidad que todavía no pueden caminar en paz en su territorio.