Descubrí un país en crisis por medio de la fotografía documental: Santiago Botero

Luego de vivir en el exterior, este fotógrafo regresó a Colombia y experimentó un resurgimiento en su identidad como colombiano al cubrir las recientes protestas sociales para medios internacionales. Ahora, concluye que este es uno de los trabajos más arriesgados para un periodista.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Fotos: Santiago Botero

El fotógrafo Santiago Botero es un joven documentalista, oriundo de Pereira, que a los 14 años se fue a estudiar a Barcelona, España, donde en la actualidad está terminando su carrera de Comunicación Cultural en la Universidad de Girona. Su inclinación por la fotografía surgió mientras investigaba la época republicana y la guerra civil en España. Al ver el registro de imágenes de ese periodo quedó impactó y se conmovió aún más al indagar en la memoria histórica que guarda España frente a la Ley de Amnistía, pactada a finales del franquismo, que relegó al olvido cientos de crímenes de estado.

A finales del 2019 Santiago volvió a Colombia y emprendió un trabajo de autoaprendizaje y exploración en medio de las protestas sociales que se han dado en el país. Estudió la historia reciente de Colombia y el conflicto armado, y desde entonces cada vez que sabe que hay una manifestación social en las calles hace todo lo posible por estar en el punto neurálgico de la confrontación.

Hacemos Memoria dialogó con este fotógrafo que ahora trabaja en Bogotá en la realización de un documental para una agencia de prensa del medio oriente, el cual busca plasmar la crisis de los jóvenes reprimidos por el Estado.

 

¿Por qué se interesó en el registro fotográfico de la protesta social en Colombia?

Volví a Colombia en diciembre del 2019 después de estar ocho años por fuera, en España. Comenzó siendo un viaje familiar más que de trabajo porque hacía años no veía a mi mamá y a mis abuelos. Me volví a reencontrar con los acentos y las costumbres, y me di cuenta de que yo era de aquí. Uno al irse tan joven, en mi caso a los 14 años, sufre varias crisis de identidad en el proceso migrante. Fue reencontrarme con todo, con mis raíces, la gente y los paisajes. Por eso no fui ajeno a la convulsión social del momento. Decidí cubrir las protestas que se estaban dando en Medellín, en las que también había conciertos por la vida. A la vez investigaba las causas del inconformismo. Leí mucha historia para relacionarla con ese presente. Leí sobre el despojo de tierras, los orígenes y causas de los ‘falsos positivos’, entre otros hechos históricos, así como sobre los orígenes de la desigualdad social. Luego me volví para España a seguir con mi carrera universitaria. No pasó mucho tiempo hasta darme cuenta que Colombia me llamaba. Sin embargo, antes de volver de nuevo a mi país, hice algunos meses de intercambio en la Universidad de las Artes de Buenos Aires. Eso fue a principios del 2020. Aprendí sobre las luchas políticas y sociales de los argentinos. Allá me tocó el inicio de la pandemia y en mayo estaba de nuevo en Colombia y desde entonces no me he ido.

Fotógrafo Santiago Botero. Foto: cortesía.

Recuerdo cuando comenzó el estallido de las protestas, que en realidad fue un resurgimiento de las protestas dadas meses anteriores, solo que la pandemia obligó a un alto. Recuerdo que, por ese tiempo, en septiembre, se dio también el asesinato del abogado Javier Ordoñez en Bogotá, por parte de policías y el video de ese procedimiento se hizo viral.  Por este hecho hubo protestas en las que estuve y logré conocer a otras personas, entre ellas a fotógrafos experimentados. En ese momento decidí viajar al Cauca a acompañar a la minga que iba a hacer un viaje hasta Bogotá para exigir al gobierno un reconocimiento de su difícil situación de seguridad. Aprendí mucho sobre la cosmovisión de los indígenas, su amor por la naturaleza y su historia. Pasé de admirar las supuestas hazañas de Bolívar a comprender que ese proceso de independencia, y sus posteriores guerras, destruyó muchas comunidades y arrebató tierras, una práctica que persiste en nuestros días. Es abrir los ojos a otras verdades.

Luego me regresé a Pereira con el fin de cubrir las protestas, sentía que en esta ciudad no se estaba trabajando la coyuntura desde la primera línea. Sentía, luego de estas experiencias, que mi deber era fotografiar la realidad de mi ciudad natal.

¿Cómo da a conocer su trabajo?

Yo hago parte de un sindicato de prensa español y gracias a ello obtuve mi acreditación como fotoperiodista para cubrir hechos en Colombia. También tengo la oportunidad de colaborar con una agencia de imágenes italiana que se llama Nur Photo. Gracia a estos espacios he tenido la oportunidad de vender algunas imágenes de protestas en Colombia a medios internacionales como la BBC, RT Noticias, etc.

Al respecto quiero contar que una foto mía salió en la portada de la Revista Semana, con el titular Colombia bajo amenaza, en un texto que, de hecho, está muy en contra de lo que yo quería plasmar. Para ajustar, ni mi nombre o el de la agencia en la que trabajo aparecen en la revista. La foto fue tomada en el parque Olaya de Pereira el 2 de mayo del 2021, en medio de la protesta social, y Semana la obtuvo de un banco de imágenes en el que colaboro llamado Getty Images. Lo que no me gustó es que se tergiversara la intención de la imagen solo porque se ve caos, cuando lo que yo pretendía plasmar era una lucha en la que los jóvenes se manifiestan porque están reclamando derechos, no pueden trabajar, no pueden estudiar, no tienen una vivienda digna. Pero Semana aplica la fórmula de: hay caos y todos son unos vándalos. Aunque también comprendo que de eso se trata mi trabajo ahora, de proporcionar imágenes sobre una crisis social.

¿Es más difícil cubrir protestas violentas en España o en Colombia?

En España tuve la oportunidad de cubrir protestas muy grandes y duras, pero las que he tenido que cubrir aquí son mucho más peligrosas y se corren más riesgos como periodista. Y no solo por la violencia de las confrontaciones entre manifestantes y policías, o por los grupos criminales, sino por la misma autoridad, que no garantiza la labor y en muchas ocasiones la impide y agrede. De hecho, he sufrido agresión por parte del Esmad y la policía, quienes estigmatizan por completo nuestra labor. Me han disparado gases, he sido insultado y muchas veces escuché acusaciones como que llevaba piedras en la mochila.

En Pereira, por ejemplo, cubrí una avanzada de jóvenes que fueron sacados del viaducto y que decidieron dirigirse a la Plaza de Bolívar. Antes de llegar se enfrentaron brevemente con unos policías que custodiaban la alcaldía. Tomé algunas fotos de ese momento y luego me sentí muy cansado y decidí quedarme en el lugar, ya tranquilo, confiado de que mi cámara y mi chaleco de prensa me identificaban como periodista. De repente se me acercaron dos mujeres policías, me tomaron del cuello y me metieron a la alcaldía de la ciudad. Me empujaron, me tiraron al suelo y me pegaron. Me insultaron y me preguntaron que por qué les estaba arrojando piedras. Les expliqué que solo estaba haciendo mi trabajo de fotógrafo. Me puse de pie y alguien me tomó por detrás y apoyó un bolillo sobre mi cuello impidiéndome respirar. Me asusté mucho, no solo porque estaba indefenso, sino también porque estaba rodeado de policías que escuchaban y veían lo que sucedía conmigo sin que intervinieran o se inmutaran. Mientras tanto, notaba que una de las policías intentaba quitarme la cámara aprovechando mi invalides y terror, pero no lo logró porque siempre la llevo amarrada al bolso. Luego me gritaron que me largara.

¿Qué busca retratar cuando toma fotografías en las protestas?

Siempre que salgo a tomar fotografías en la protesta intento estar lo más cerca del enfrentamiento, y con la fotografía busco captar los sentimientos expresados no solo en el rostro sino en el cuerpo: miedo, dolor, sufrimiento, ansiedad, rabia, incluso hambre y felicidad, impotencia. Busco esas expresiones en todos los bandos, pequeños detalles que hablan de esos sentimientos que bando y bando se van sacando. Y siento que esa confrontación no es culpa de unos o de otros, sino de los que están en el poder que por años han servido a sus propios intereses y que nunca quisieron repartir equitativamente la riqueza. Por eso mis fotos parecen ser muy espectaculares, sin embargo, las que más me gustan son las que hablan sin ser tan explicitas. Por ejemplo, tengo una foto que es un chico manifestante haciendo el gesto de la pistola en una confrontación, cerca tiene una tanqueta y varios agentes del Esmad, su gesto con la mano está lleno de simbolismo, porque fue una forma de él mostrar que estaba allí solo con sus manos, mientras desde el bando contrario se estaban utilizando armas que han arrebatado y maltratado vidas.

¿Qué le ha impresionado de las protestas que se han dado en el país?

Siento que esta protesta es muy diferente a las que he cubierto antes, entre otras cosas porque salieron a marchar muchas personas y de todo tipo, sobre todo de los barrios populares, desplazados, víctimas de la violencia, universitarios, sindicatos, artistas y, en general, muchos jóvenes. Lo que yo vi en el Cauca, Pereira, Medellín y Cartago es que quienes salen a marchar y conforman, digamos, la primera línea, son quienes han mantenido esto de pie, saliendo casi todos los días a marchar en un acto de voluntad impresionante.

También pienso que hay violencia de parte de todos los bandos. Yo hago la invitación a pensar en dónde comienza la violencia, porque es verdad que vemos unos jóvenes frustrados en primera línea que actúan con violencia cuando llegan a reprimir sus bloqueos, concentraciones y marchas. Entonces la pregunta es ¿Qué circunstancias rodean sus vidas? ¿Tuvieron la oportunidad de acceder a principios básicos en educación, en alimentación, en oportunidades? ¿Qué impulsa a estos jóvenes a salir a las calles a exigir derechos? ¿El Estado les  ha garantizado vivir dignamente? Así que hay que analizar la violencia que se ve en las calles en este contexto. Esto muchas personas no lo piensan y caen en la facilidad de decir que ellos son vándalos y gamines, y este término de gamín en últimas refleja una intencionalidad apoyada en el clasismo, lo que muestra una carencia de empatía con el otro. Si no profundizamos en por qué se están dado las marchas seguiremos igual, y esto es muy triste porque se están perdiendo vidas jóvenes que, de hecho, no están siendo escuchadas por el gobierno.

¿Cómo vincula su trabajo de documentalista fotográfico con su interés por la memoria histórica?

Yo creo que ese es el objetivo primordial de mi trabajo como documentalista: dejar un registro detallado, investigado y estético de un suceso desde mi sensibilidad con la realidad. Es plasmar la memoria de lo que está pasando hoy, sin caer en amarillismo, en pornomiseria, sino tratando de dignificar a sus participantes y siempre procurando contar desde lo más honesto, sin irrumpir en el espacio de realidad de los protagonistas. Lo importante para mí es retratar historias y mostrar a través de mis imágenes lo bueno, lo malo, lo feo, lo bonito, lo triste, lo duro y lo emotivo.

Ahora, me he dado cuenta de que he aprendido un montón cubriendo las protestas como, por ejemplo, saber mirar esas realidades colectivas e individuales, a ser mucho más paciente que cuando estaba en España en donde no dejaba de tomar fotos como loco. Hoy pienso que si voy a tomar una foto es porque descubrí algo que me impulsa a levantar la cámara, porque esa realidad que veo me está transmitiendo algo. También he aprendido sobre el trabajo estético de otros fotógrafos como Luisa González, Fredy Henao, Diego Cuevas, Iván Valencia, entre otros jóvenes; y me encantan Natalia Botero, Federico Ríos y Jesús Abad. Uno aprende a valorar sus trabajos no solo por su alto nivel, sino porque también lo hacen por amor con la profesión, porque es verdad que ganarse la vida con la fotografía es muy difícil. Eso es muy lindo, por eso sé que cuando me toque volverme a ir de Colombia, a donde sea que regresaré, me voy siendo incluso una nueva persona.