Marlon Marín, una víctima que construyó su liderazgo desde el deporte

Una lucha contra la desgracia, así describe Marlon Marín su trabajo en los barrios marginales de Manizales donde, por medio del deporte y la cultura, busca que niños y adolescentes tomen consciencia sobre el valor de la vida para alejarlos de la violencia.

 

Por: Laura Cristina Cardona

Fotos: cortesía Marlon Marín

Cuando Marlon Marín era un niño fue testigo de la violencia y víctima del conflicto. En su tierra de origen, Casabianca en el departamento del Tolima, vio hechos traumatizantes que lo marcaron para siempre: “Los niños íbamos a la morgue del Hospital Santo Domingo a ver cadáveres macheteados, descuartizados y baleados, producto de la guerra. Era el morbo de la niñez por saber cómo los habían matado. Dejábamos de jugar fútbol por ir a verlos”. Esos recuerdos son los que hoy lo motivan a trabajar en Manizales con cerca de 250 niños y jóvenes, entre los 13 y los 23 años, a través de la Fundación Aurora Boreal Deporstik, que desarrolla actividades deportivas, aeróbicos y torneos de fútbol de salón.

La fundación desarrolla una labor que agradecen jóvenes como Valentina, quien tiene 18 años, cursa el grado once de bachillerato y es madre de un niño de dos años. Para ella, que forma parte del equipo deportivo femenino, jugar al fútbol “es una pasión de siempre y aquí tengo la posibilidad de disfrutarla. Tengo muchas esperanzas de salir adelante, ojalá como futbolista profesional”. Y es que la esperanza, expresó Marlon, es el aporte que esta fundación les hace a los jóvenes porque, explicó, “se trata de la buena utilización del tiempo libre, de estar lejos de males como la drogadicción, de que ellos vean en el deporte opciones de disciplina, de realización, de altruismo”.

Para Marlón, se trata de mostrar, en la práctica, otras opciones para que los niños y jóvenes no vivan situaciones como las que él atravesó cuando tuvo que desplazarse de su municipio de origen para evitar que el reclutamiento forzado fuera su única opción de futuro. Fue así como llegó de Casabianca, un pueblo ubicado en el norte del Tolima, a Manizales, luego de recorrer los 99,8 kilómetros de distancia que separan a ambos municipios.

En la imagen, con tapabocas rojo, Marlon Marín acompañando a un equipo femenino de fútbol en la comuna San José de Manizales.

Y es que la población de Casabianca, fundado en 1886 por colonos antioqueños, vivió el conflicto armado colombiano desde finales de los noventa, inicialmente con la presencia guerrillera del frente Bolcheviques del Ejército de Liberación Nacional (Eln) y el frente Tulio Varón las Farc, y luego con la agudización de la violencia tras la llegada a la zona del frente Ómar Isaza de las autodefensas del Magdalena Medio, según reveló el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.

La mayoría de los muertos que vio Marlon, en la morgue del Hospital, fueron producto de las acciones de estos grupos armados. En el Norte del Tolima hubo 5.467 personas afectadas por la violencia entre 1985 y 2020 en diferentes modalidades como asesinatos selectivos (2.162), desaparición forzada (964), masacres (71 casos con 474 afectados), entre otros, según el Sistema de Información de Eventos de Violencia del Conflicto Armado Colombiano (Sievcac). De acuerdo con este registro, las guerrillas con un 38,3 por ciento de los hechos victimizantes fueron el mayor actor violento, seguidas de los paramilitares con el 28,17 por ciento.

Esta violencia, que comenzó en los noventas, se extendió hasta los primeros años del 2000, época en que Marlon jugaba fútbol con sus amigos en las canchas cercanas a su casa, en la zona urbana de Casabianca, hasta que tuvo que desplazarse.

 

Desplazarse para huir del reclutamiento

Antes de convertirse en desplazado por la violencia, Marlon estudiaba el bachillerato en la Institución Técnica General José Joaquín García de Casabianca. En el 2007 tenía 16 años y estaba en grado once. Las clases eran de siete de la mañana a doce del mediodía. “Las tardes nos quedaban libres y en épocas de cosecha cafetera aprovechábamos para ganarnos unos pesos como recolectores en las fincas cercanas al casco urbano”, rememoró.

Una tarde, comentó, iba con dos compañeros del colegio cuando a su paso fueron interceptados por hombres de un grupo armado ilegal. “Apenas nos empezaron a interrogar y a sugerirnos que nos fuéramos con ellos, corrimos de regreso al pueblo”, contó, acerca de como él y sus amigos evadieron lo que consideran un intento de reclutamiento forzado.

En el Norte del Tolima se reportan 176 casos de reclutamiento forzado a menores de edad entre 1958 y 2020, según el Sistema de Información de Eventos de Violencia del Conflicto Armado Colombiano (Sievcac). Aunque el rango de tiempo es amplio, se nota mayor incremento de los casos de reclutamiento a partir del 2000. Entre este año y el 2008 se reportaron 76 casos. Es decir, en esos ocho años se reportaron el 43,18 por ciento del total de casos consignados en 62 años de registro.

Aunque Marlon y sus amigos no hicieron parte de estas estadísticas de reclutamiento forzado si pasaron a engrosar otro registro, el de los cerca de ocho millones de desplazados que reporta Colombia según datos del  Registro Único de víctimas que van desde 1985 hasta el 31 de diciembre de 2019. Y es que luego del encuentro con el grupo armado, él y sus amigos sintieron temor de que ser víctimas de represalias y eso los obligó a dejar su tierra natal.

 

Una nueva vida entre el deporte, el estudio y el liderazgo

La graduación de Marlon en el colegio de Casabianca quedó truncada, pues cuando se desplazó del municipio aún le faltaban cuatro meses para culminar el bachillerato. El siguiente destino de Marlon fue Manizales. Llegó al barrio El Caribe, en la comuna Ciudadela del Norte, la más poblada de las 12 de la ciudad y una de las zonas más estigmatizadas por los hechos violentos que allí ocurren. Entre 2012 y 2019, por ejemplo, esta comuna presentó la mayor cantidad de homicidios con 169 casos, seguida por las comunas San José, con 135, y la Fuente, con 86, según Manizales Cómo Vamos, entidad que visibiliza índices de calidad de vida en la capital caldense.

“Llegué donde mi hermano que ya vivía desde hace un tiempo allí. Siempre me ha gustado el deporte y en El Caribe me empecé a destacar en los torneos de fútbol y microfútbol. Fui conociendo a la gente y sus problemáticas. Sentía que debía hacer algo por esa niñez y juventud”, expresó Marlon.

Sin embargo, su situación económica era difícil, pues aunque su hermano le brindaba el hospedaje, el resto iba por cuenta propia: alimentación, comida, transportes y otros gastos. Como Marlon ya se había registrado como víctima, “recibía un apoyo económico semestral de la Unidad de Víctimas, lo que me ayudaba en algo, pero igual, en esa época me tocaba el rebusque, trabajaba lavando carros”.

Aún en esas condiciones, Marlon ganó reconocimiento por su desempeño como deportista y empezó a forjar su liderazgo. Además, logró validar el bachillerato y presentar las Pruebas Saber (antes pruebas Icfes), con cuyo puntaje pudo aspirar a la universidad: “Con un amigo del barrio con quien compartía juegos de fútbol y microfútbol, tuvimos la iniciativa de estudiar Licenciatura en Educación Física. Yo no tenía ni idea que uno pudiera estudiar para recreación y deporte. Entonces, nos presentamos a la Universidad de Caldas. Recuerdo que el formulario nos costó a 50 mil pesos. Pasamos y empezamos a estudiar”.

Pero para el naciente líder, el proceso académico en la Universidad de Caldas fue difícil en los primeros semestres, pues las notas no iban como esperaba, entre otras cosas, porque debía trabajar para conseguir los pasajes y la alimentación, situación que resolvió en parte cuando se vinculó, aún como estudiante universitario, a la Liga de Juzgamiento (entidad de arbitraje deportivo). “Ahí ganaba algo por pitar partidos de fútbol o ser juez en otras competencias”, contó Marlon, quien agregó que así, poco a poco, le cogió el ritmo a las materias hasta lograr calificaciones destacadas y alcanzar en el 2015 su diploma como Licenciado en Educación Física. “Es más, me gradué con un reconocimiento especial”.

Con el cartón en la mano consiguió trabajo con la Secretaría del Deporte de Caldas en el municipio de Pácora como instructor en microfútbol. Luego pasó a la Secretaría de Deporte de Manizales, en la cual laboró con el grupo de licenciados de los Centros Comunitarios de Actividad Física (Cencaf), que acompañan el desarrollo de las jornadas deportivas y recreativas que se llevan a cabo en comunas y corregimientos.

Ese paso por ambas secretarías, según Marlon, le dio el perfil de liderazgo que se requiere para estar cerca, escuchar y comprender las necesidades de niños y adolescentes. Trabajó en los semilleros deportivos del barrio San José, en la comuna del mismo nombre que incluye sectores como la Plaza de Mercado y otras zonas vulnerables de la ciudad. Allí “me empoderé del trabajo de liderazgo con los semilleros. Por eso, cuando terminé el contrato con la Alcaldía decidí seguir con las mismas labores. Entonces, me asocié con Carlos Ariel Castrillón, también licenciado en Educación física, quien ya había ganado experiencia en el trabajo social, gracias a su fundación Aurora Boreal”, narró.

 

Una fundación de líderes populares

En la capital caldense, según la Alcaldía, cada año funcionan en promedio de 20 a 30 semilleros de iniciativa popular. Jorge Castro es el coordinador de Semilleros de la Administración Municipal. Indica que hay dos tipos de estas organizaciones: uno tiene que ver con las divisiones de los clubes deportivos oficializados. Y el otro, es de origen popular. “Estos últimos corresponden a aquellos impulsados por líderes de barrio que han promovido el deporte, de manera desinteresada, por la preocupación que tienen hacia sus comunidades”. Es en esa caracterización de líder popular que Marlon comenzó su trabajo en la comuna San José.

Un punto que muestra las dificultades de esta zona de Manizales tiene que ver con los incumplimientos con el llamado Macroproyecto San José, que creó la Alcaldía en el 2008 con el propósito de resolver las dificultades sociales de los casi 35 mil habitantes de sus 14 barrios. Al respecto, Carlos Castañeda, líder comunitario, dijo en el diario La Patria el 25 de enero de 2021, que el plan sigue estancado en lo físico y en lo social. “Han entregado la avenida, el colegio y unos apartamentos, pero de lo que prometieron desde el 2008 que iban a renovar la Comuna no sabemos nada”.

El mismo Castañeda describió que en la zona abundan la inseguridad y las dificultades con los servicios públicos. Un punto álgido allí es el Parque Liborio, sitio de recreación en medio de talleres de mecánica e impactado por la delincuencia en un sector que linda con la Plaza de Mercado.

Fue en la comuna San José donde Marlon y su esposa montaron un negocio de implementos deportivos y papelería llamado Deporstik. Y donde luego se unieron con Carlos Ariel para consolidar la Fundación Aurora Boreal Deporstik, que lidera torneos de fútbol de salón y grupos de aeróbicos para cerca de 250 jóvenes de las comunas San José y La Fuente. Allí llegan estudiantes, madres adolescentes y, en general, niños y jóvenes que la Fundación considera vulnerables ante las circunstancias sociales y económicas. Por eso, como si se tratara de una operación matemática, Marlon resume la misión de Aurora Boreal Deporstik así: “Educación + recreación + cultura + deporte = personas conscientes del valor de la vida”.

Para este líder, esa consciencia por sobre el valor de la vida se consigue es a través de mensajes que ayuden a la gente a ver las cosas bellas y buenas de la vida. “No todo puede ser desgracias, deudas, conflictos. Es mostrarles otras opciones de vida, más que la riqueza económica”.

Los domingos, por ejemplo, en el Parque Liborio de Manizales, disputan el Torneo de fútbol sala, en las ramas femenina y masculina. A ese sector, estigmatizado por hechos delincuenciales, llegan cerca de 200 deportistas, entre los que se incluyen niños y jóvenes como Valeria, madre adolescente del barrio San José que “quería experimentar un poco sobre el fútbol y encontré que el equipo más cercano era el de mi barrio. Llegué con toda la actitud buena porque quiero ser alguien en la vida”.

Entre tanto, Johan, otro joven del sector, dijo que un amigo le comentó sobre el campeonato en Liborio y que de una aceptó participar. “Lo mejor es que hay enseñanzas cada día. Me gusta mucho lo del compañerismo”, anotó este alumno de grado undécimo quien también es padre de un niño de dos años.

Lo de los semilleros se difunde en los barrios por el voz a voz. Sebastián se enteró por unos amigos. Tiene 21 años y vive en San Ignacio. Para él, que es bachiller y padre de una niña de siete años, “este programa nos ayuda a compartir y a ser mejores personas. Mi sueño es ser un gran profesional para sacar a mi familia adelante”.

Por su parte, Giovanny Marín, quien dirige el equipo femenino Talentos Carola, siente que el campeonato es una de las pocas oportunidades que tienen las niñas para tener deporte competitivo en la ciudad. También resalta que se utilice un espacio como Liborio. “Este lugar ha tenido mala fama, pero ya ha cambiado mucho, hay respeto y buen ambiente”.

Pero la actividad de Marlon y Carlos Ariel no para allí, pues la fundación también le abre espacios a la promoción de hábitos saludables, por lo que en el parque del barrio Las Delicias, en la misma Comuna San José, tienen un grupo de personas con las cuales practican aeróbicos. Y desde ya piensan en su próximo proyecto: “Trabajar con habitantes de calle. Lo que hacemos es con el propósito de mitigar el riesgo con deporte y recreación. Tenemos un plan que llamamos Laborterapia, que consiste en actividades artísticas de manualidad para ocupación del tiempo libre y para que a la vez tengan un espacio para aprender algo y hacer algo de dinero”.

De esta forma, Marlon Marín ha materializado algunos de sus sueños, inspirado en los recuerdos de su infancia, abrumada por la violencia que llevaron a su pueblo guerrilleros y paramilitares y que terminaron por convertirlo en un desplazado que con el tiempo fue capaz de superar su condición y de ejercer un liderazgo. Él afirma que “si no hay oportunidades de formación para niños y jóvenes, además de espacios recreativos, culturales y deportivos repetiremos la historia de una guerra sin salidas”.