Como parte del proceso de reparación colectiva que adelanta ante la Unidad de Víctimas, esta universidad del Caribe colombiano emprendió un ejercicio de memoria que describe el daño sufrido por la institución durante la violencia paramilitar, que desplazó a 50 miembros de la comunidad universitaria.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Foto de portada: Universidad del Atlántico

Entre 1998 y el 2010, estudiantes y docentes de la Universidad del Atlántico vivieron una época de hostigamientos, persecuciones, torturas, asesinatos, detenciones ilegales, amenazas, atentados y exilios. Los recuerdos de ese periodo de violencia quedaron inscritos en el libro Las fracturas del Alma Máter, memorias de la violencia en la Universidad del Atlántico 1998 – 2010, elaborado por los investigadores Muriel Jiménez Ortega, Edwin Corena Puentes y Christian Maldonado.

El libro, lanzado el 20 de octubre como parte de las actividades de la semana de la memoria de Uniatlántico, recopila los hechos de violencia sufridos por la comunidad universitaria en estos doce años, al tiempo que contextualiza el panorama político y social en que sucedieron. La investigación surgió a partir del proceso de reparación colectiva que adelanta esta universidad ante la Unidad Nacional para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas.

De acuerdo con la investigación, entre 1998 y 2010 ocurrieron al menos cincuenta desplazamientos de miembros de la comunidad universitaria, más de una decena de exilios, 22 asesinatos de estudiantes y docentes y la muerte de seis personas en medio de explosiones. Para los investigadores, la suma de sucesos acontecidos en Uniatlántico deja una serie de interrogantes que las víctimas esperan esclarecer a través de los mecanismos de justicia transicional que operan en el país. Por qué asesinaron al estudiante Diodedit Navarro Jaramillo, y al docente Alfredo Castro Haydar, y al pensionado Antonio Enrique Meza Consuegra, son algunas de las preguntas que se hacen los miembros de la comunidad universitaria.

En relación con estas violencias, uno de los casos registrados en el libro sucedió en octubre del 2005, cuando el estudiante de derecho Henry Molina, líder estudiantil de la Juventud Comunista (JUCO), fue capturado arbitrariamente en horas de la noche, fuera de su residencia, por hombres que se identificaron como miembros de la SIJIN de la Policía. El estudiante fue golpeado al tiempo que los uniformados lo presionaban para que firmara un documento en el que admitía ser miembro de un grupo insurgente. Henry se negó y finalmente liberado, pero, según el relato, desde ese momento comenzó a vivir otra tortura, esta vez psicológica, debido a que fue víctima de constantes amenazas de muerte.

Otro hecho abordado en la publicación fue la muerte de cuatro estudiantes en una explosión dentro del campus universitario el 24 de octubre de 2006. Según la versión entregada en ese momento por las autoridades, la detonación se dio cuando varios alumnos fabricaban explosivos que utilizarían en una protesta, hipótesis que llevó a que algunos de los estudiantes heridos en el incidente terminaran enfrentados a procesos judiciales que finalmente determinaron su inocencia.

Fue justamente con el propósito de recuperar para la memoria histórica este tipo de acontecimientos, que en 2013 el Comité de Derechos Humanos y Paz que impulsó la elaboración del libro Las Fracturas del Alma Máter, que de paso pretende sembrar un antecedente para que este tipo de hechos no vuelvan a repetirse y para que la justicia avance en las investigaciones sobre los responsables.

 

Cómo explicar lo ocurrido en Uniatlántico

La violencia en el departamento del Atlántico, como en otras zonas del país, se intensificó en los años noventa y llegó a su punto más álgido a finales de esa década y principios de 2000 con el surgimiento en la región del Frente José Pablo Díaz del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), dirigido por Edgar Ignacio Fierro Flores, alias “Don Antonio”. A este exjefe paramilitar, en 2012, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá lo declaró responsable de los asesinatos selectivos y las vulneraciones de derechos humanos a miembros de la Uniatlántico.

“Lo ocurrido se explica por la espiral de violencia desatada entre varios actores armados, por un lado la presencia  -aunque marginal- de milicias urbanas de FARC y ELN, y por otro la inserción de las AUC, con su accionar criminal y mafioso, y su despliegue de lógicas “anti subversivas” que impactaron a los movimientos sociales y políticos, victimizando los liderazgos más visibles de la universidad, bajo la perversa generalización del estigma que equiparó la oposición política y la militancia de izquierda con la subversión”, afirmó a Hacemos Memoria la historiadora Muriel Jiménez Ortega, quien lideró la investigación sobre las memorias de Uniatlántico.

Muriel Jiménez, agregó que la publicación logró registrar además la manera cómo, frente a los 22 asesinatos de miembros de la universidad, los medios de comunicación no se preocuparon por llevar a cabo investigaciones rigurosas y solo se ciñeron a las fuentes oficiales que, a su vez, desviaron la atención acerca de las verdaderas razones de los crímenes y, en ocasiones, terminaron por justificarlos.

Por su parte, el profesor e investigador de la Universidad del Norte, Luis Fernando Trejos, quien estuvo en la presentación del libro, destacó que uno de los principales hallazgos de esta publicación “se encuentra en el desarrollo de la hipótesis que plantea el libro, es  que el paramilitarismo en la ciudad no perseguía fines contrainsurgentes sino económicos, y la violencia desplegada en la Universidad del Atlántico tenía dentro de sus objetivos la captura del presupuesto, la burocracia y la contratación del Alma Mater, objetivos que se encubrieron con un discurso contrainsurgente”, concluyó.