La casa museo de las mujeres, ubicada en Barracabermeja, es liderada por la Organización Femenina Popular, que por más de 25 años ha sobrevivido a amenazas, homicidios, persecución y desplazamiento, por lo que hoy es sujeto de reparación colectiva.
Por: Pompilio Peña Montoya
Fotos: cortesía Organización Femenina Popular.
“Si el río Magdalena hablara ¿qué diría?”. La frase fue pronunciada por una de las actrices de la obra de teatro Magdalenas, las mujeres y el río, con la que las integrantes de la Organización Femenina Popular (OFP) conmemoraron en el municipio de Barrancabermeja, Santander, el primer año de la Casa de la Memoria y los Derechos Humanos de las Mujeres, inaugurada el 25 de julio de 2019.
Por medio de dicha puesta en escena, el Colectivo Magdalena, que hizo parte de la Escuela de Arte, Cultura y Sociedad de la OFP, pretendió resaltar con danza y simbolismo costumbrista, las propuestas de paz y resiliencia de las mujeres del Magdalena Medio. Según Sor María Sampayo Flórez, con más 30 años en la organización, esta obra, creada a partir de testimonios, refleja el duro camino por el que muchas mujeres han tenido que transitar para ser respetadas y reconocidas.
En este proceso, la Organización Femenina Popular se ha convertido en un espacio de resistencia y lucha por la defensa de los derechos de las mujeres, con más de 48 años de trabajo que hoy hacen posible la participación de dos mil 100 mujeres, ubicadas en diez municipios de los departamentos de Santander, Bolívar y Antioquia. Para ellas, la casa museo se convirtió “en un espacio que representa la memoria de las mujeres protagonistas del movimiento social, de la defensa de los derechos humanos, de la historia política y social de la región del Magdalena Medio”, expresó Laura Marcela Serrano, subdirectora del lugar.
Además, agregó la líder, la casa museo también es un lugar de memoria en el que “están representadas las experiencias de las mujeres en relaciones a movimientos como el campesino, el sindical, el estudiantil, el docente, así como el artístico y cultural”.
Esta amalgama de movimientos sociales representados en el museo, son el reflejo del esfuerzo que desde 1972 realizó la Organización Femenina Popular para reunir, bajo un mismo propósito, a un colectivo que se fue autoformando, al tiempo que lideró manifestaciones para reclamar derechos como el agua, la luz, la educación, la vivienda, el estudio, las garantías laborales y la vida.
Un proceso de empoderamiento político
Sor María Sampayo recordó que la organización nació en el sector nororiental de Barrancabermeja bajo el auspicio de la diócesis de la ciudad, orientada por la Teología de la Liberación. Por ese entonces, ofrecía talleres de modistería, cocina y artes a mujeres de barrios vulnerables. “Las capacitaciones estaban acompañadas por un proceso de empoderamiento de la mujer y de valoración con la doctrina de la iglesia, ya que muchas vivíamos en contextos de violencia intrafamiliar, pobreza y pocas garantías de empleo”, afirmó Sor María.
Así, la semilla de esta primera organización se fue diseminando a otros barrios y nacieron los clubes de Amas de Casa, en cuyas sedes se dieron también formaciones de emprendimiento, se crearon comedores comunitarios y se planearon actividades para recoger fondos y afianzar lazos de amistad y colegaje. Allí se planearon las primeras marchas y protestas que, a finales de los años noventa y principios del dos mil, fueron vistas por distintos sectores de la sociedad como manifestaciones de rebeldía en contra del nuevo orden que comenzó a implementar el paramilitarismo en convenio, como se pudo comprobar después, con políticos y la fuerza pública de la región, según afirmó Sor María.
Para entonces, la organización se había independizado de la iglesia sin dejar de trabajar con ella, e hizo presencia en otros municipios como Puerto Berrío, San Pablo, Cantagallo, Puerto Wilches y Yondó. En su mejor momento el colectivo contó con cerca de tres mil 500 mujeres, una fuerza que comenzó a incidir en la política local con manifestaciones en plazas públicas y frente a alcaldías.
Víctimas del conflicto armado
Aunque a lo largo de los años ochenta y principios de los noventa la organización fue capaz de confrontar a miembros de las guerrillas de las FARC, el ELN y el EPL, principalmente con el fin de impedir que jóvenes fueran reclutados, el arribo del paramilitarismo en los noventa significó el casi exterminio de la OFP, que en su momento más difícil contó con 120 integrantes. En este periodo, las autodefensas asesinarían a Esperanza Amaríz, Yamile Agudelo y Diofanol Sierra Vargas.
En el 2013, luego de la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia, las mujeres dieron a conocer a la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas que su organización había sido objeto de 148 crímenes, “entre asesinatos, amenazas, hostigamientos, destrucción de bienes y, en general, lo que denominamos persecución política”, manifestó Silvia Yánez, directora de la casa museo.
Un hecho que marco este periodo de persecución, no solo para la OFP sino para otras organizaciones de Barrancabermeja, ocurrió el 16 de mayo de 1998, cuando en medio de un bazar en el barrio El Campín, 32 jóvenes pertenecientes a la parroquia jesuita fueron tomados por paramilitares. Siete de ellos perdieron la vida en el lugar y los restantes fueron introducidos en camionetas sin que se volviera a saber de ellos. Los paramilitares llegaron a las 9:20 de la noche, luego de que el ejército levantara un retén que había instalado a la entrada del barrio. El bazar tenía como propósito recolectar fondos para un conjunto de tamboras.
El largo camino del museo
La Casa de la Memoria y los Derechos Humanos de las Mujeres nació al ser incluida en el plan de reparación colectiva de la Organización Femenina Popular en el año 2013. “Notamos que había un vacío en las narrativas de Colombia alrededor de las mujeres y de cómo el conflicto armado ha afectado de forma diferencial a las niñas, a las adolescentes y a las mayores. Este fue nuestro faro orientador y a partir de allí hicimos un primer esquema arquitectónico que nos sirvió como bandera para presentar la idea a posibles donantes, hasta que la Agencia de las Naciones Unidas para el Empoderamiento de las Mujeres nos hizo un primer apoyo para la construcción del guión museográfico y museológico, proyecto que concluyó dos años después”, comentó Silvia Yánez, directora del museo, ubicado en el barrio Torcoroma.
Teniendo ya una infraestructura, la organización femenina presentó el proyecto de la casa museo a la ONG Atelier, en España, por medio de la cual pudieron hallar un donante para la adecuación del interior y la fachada de la casa: la iconografía, el arte, los videos, la sala interactiva, la base de datos, los muebles y los aires acondicionados. El Centro Nacional de Memoria Histórica se sumaría a este proyecto como asesor en el guión museológico.
Las narrativas de la casa museo están representadas en cinco espacios. El primer salón, llamado Ser territorio, está centrado en la temática de ser mujer en el Magdalena Medio. Allí hay elementos cartográficos y una línea de tiempo que contextualiza y describe el panorama histórico de la región, resaltando las acciones que las mujeres han liderado. El segundo espacio, denominado Ser víctimas, tiene un Árbol de la vida que representa la consigna ‘No las enterramos, las sembramos’. El tercer salón lleva por nombre Ser sujeta política y tiene imágenes elaboradas por la artista plástica Natalia Mustafá, en conjunto una obra en homenaje a la Organización Femenina Popular y a las mujeres que han hecho parte de ésta. El cuarto lugar de exposición se denomina Ser sobreviviente, allí los visitantes pueden apreciar la simbología que las mujeres han construido como parte de su resistencia. Finalmente, está el espacio Ser constructoras de paz, un lugar de conversación en el que los visitantes reflexionan sobre el conflicto armado y llevan a cabo compromisos para la construcción de paz.
Hoy la casa museo dedicada a las mujeres en Barrancabermeja permanece cerrada por la cuarentena, pero no deja de ser un lugar de referencia para todo aquel que desee conocer una parte de la historia de esta ciudad desde una perspectiva de género. Sus exposiciones son una invitación a la reflexión y al encuentro, y representan un modo de reparación simbólica para aquellas mujeres que vivieron la persecución y que hoy construyen procesos sociales de paz en zonas marginadas.