La manera de hacer memoria sobre el conflicto armado en Colombia ha tenido cambios importantes: hoy el relato sobre el pasado lo hacen las víctimas y la memoria tiene una pretensión de verdad, dijo el profesor Manuel Alonso, cuarto entrevistado en Hablemos de verdad.
Hablemos de Verdad es un espacio que amplía las conversaciones necesarias alrededor de la tarea de la Comisión de la Verdad. En este espacio, diferentes voces nacionales hablan sobre lo que espera el país del informe final, las verdades que se necesitan, los retos para construir un relato nacional sobre el conflicto armado y la verdad para otros futuros posibles.
Si bien las personas entrevistadas contribuyen a un debate amplio y pluralista, sus respuestas no son reflejo de la posición de la Comisión de la Verdad.
En la cuarta entrevista Hablemos de Verdad, Manuel Alonso, profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia y experto en análisis del conflicto armado y las narrativas de la memoria, dice que la dimensión territorial es importante en la medida en que explique las construcciones culturales, políticas y narrativas para que territorios como Urabá, fueran especialmente estigmatizados y victimizados.
¿Cree que estamos en una disputa por los relatos sobre el pasado?
Manuel Alonso: Creo que siempre lo hemos estado. El punto central es que el relato lo están haciendo las víctimas. Hay un tránsito de un relato institucional y académico, en los 70 y 80, a uno en los 90 donde entran las organizaciones no gubernamentales, sociales y comunitarias. Ahora se ha sumado la participación de las víctimas. Este relato tiene otro elemento importante y es que hay una intencionalidad por producirlo. Se han creado instituciones que tienen por misión ampliar el relato, recoger el relato, publicitar el relato. Esos primeros relatos que producían la academia o las agencias o instituciones del Estado, o aquel que incluso producían las oenegés, tenían una direccionalidad muy básica: los públicos cercanos o públicos internacionales. Instituciones como el Centro Nacional de Memoria Histórica y ahora la Comisión de la Verdad intentan incluir a públicos mucho más amplios, innovando también las formas como se narra.
Cuando hablaba de académicos y actores institucionales es importante recordar que también, a través de entrevistas, reportes o libros, accedíamos más o menos a la versión del conflicto desde los victimarios. Se producían los libros sobre la historia de las FARC, del ELN, del M-19, o trabajos periodísticos sobre acontecimientos particulares, pero eran esas tres narrativas. Ahí estaba circunscrito el tema. Hoy, lo que sí tenemos es una disputa en la que entran a formar parte el relato y las voces de las víctimas.
Sin embargo, parece que la disputa se ha intensificado
Manuel Alonso: Se han vuelto más públicas. Las otras disputas, el pasado era un tema de especialistas, académicos, instituciones estatales que tenían por objeto producir una versión de la historia y organizaciones armadas que tenían que justificar su accionar. ¿Cuántas cosas se han dicho en torno a Marquetalia?, ¿cuánta bala ha habido en este país?, cuando Tirofijo deja a Andrés Pastrana sentado en el Caguán, estamos hablando del relato de Marquetalia. Posiblemente a muchos pobladores urbanos les resultaba divertido el hecho de que se siguiera hablando de las gallinitas y de las vaquitas, pero ahí había una disputa por la memoria. Esas disputas son muy viejas. Lo que sí puedo aceptar hoy es que mucha más gente está intentado mirar la historia del conflicto. Posiblemente lo que ha vuelto relevante el asunto es que se ha empezado a hablar de verdad. La disputa por la memoria la hemos, más o menos, tolerado mientras se mantiene en ámbitos académicos, organizaciones no gubernamentales o de instituciones del Estado. La memoria ahora se ha acompañado de un ingrediente muy importante y es la pretensión de verdad. Estamos hablando que algo como la Comisión de la Verdad tiene que decir algo sobre qué pasó, identificar patrones de violencia y actores y responsables, todas estas cosas para la garantía de no repetición.
¿Cuáles son las diferencias entre la memoria y la verdad que hacen que esta disputa por la verdad sea más intensa?
Manuel Alonso: Yo creo que teníamos narrativas muy heroicas, entonces irresponsables. Ya María Teresa Uribe lo había dicho: un relato de héroes y villanos. Experimentamos un giro: la aparición en la esfera pública de la víctima viene acompañada de la aparición de un responsable. Esa imagen del responsable estaba ausente en las narrativas sobre el pasado. Esa narrativa no suponía ninguna implicación jurídica. Ahora, así sea en términos de justicia transicional, está presente eso, y para los colombianos, el derecho todo lo define, todo lo comienza, todo lo termina. El cambio del héroe trágico o villano por el responsable nos lleva a una dimensión jurídica a la que los colombianos le tenemos cierto culto, cierto respeto y un temor extraño: podemos pasar por encima del derecho, pero no dejamos de temer.
¿Cree que la Comisión debe tener una narrativa territorial?
Manuel Alonso: Yo creo que en Colombia nos acostumbramos a que lo regional tiene una importancia per se. La paz ¿cómo hay que hacerla?, territorial. ¿Cómo había que hacer la guerra?, territorial, por frentes. La configuración de la estatalidad, de la sociedad, de la cultura, está marcada por la fragmentación territorial. Entonces para buscar la verdad, resulta importante que nos apeguemos a esa tradición. Lo que hay que desentrañar es que en Colombia hubo territorios estigmatizados, especialmente victimizados por el estigma. Qué fue lo que construimos culturalmente, políticamente, las narrativas, para que territorios como Urabá, Magdalena Medio, El Salado o El Castillo (Meta) fueran especialmente víctimas en la magnitud que lo fueron.
Parecería que no podemos dejar ningún territorio sin contar. Esto tiene sentido en la medida en que permita explicar cómo se construyó el estigma, quiénes lo construyeron, cómo se narró el estigma. ¿Quién construyó la imagen de Urabá, que después los paramilitares y la guerrilla van a utilizar para hacer la guerra en esas magnitudes? Posiblemente en términos de verdad uno no va a encontrar quién hizo qué en Urabá o cuál el papel de los empresarios o las élites políticas, pero sí puede encontrar cómo esa gente estigmatizó a esa región, qué decían los empresarios sobre Urabá cuando decían: “es que eso es un foco de guerrilleros” o cómo estaban señalando a una región? Qué es lo que se dice para que ciertos grupos conviertan a ciertos espacios, sujetos, territorios, en objeto de victimización. ¿Por qué la Universidad de Antioquia? ¿Por qué no la Nacional en el mismo grado? Habrá que pensar qué discursos se desplegaron porque lo que justificó en último término que allí llegara un grupo paramilitar, y que se formara un grupo paramilitar, son las narrativas que se construyeron sobre ese espacio. Ahí está la clave de lo territorial.
¿Qué cree que espera Antioquia del informe final?
Manuel Alonso: Las víctimas van a esperar de acuerdo a las expectativas que creó la Comisión; los militares, a las que creó el gobierno, y los empresarios…
Es imposible llegar a un texto que satisfaga lo que espera la gente en Antioquia o en Bogotá. Se va a decir que esto es de un sesgo muy centralista o que hay un énfasis marcado en Antioquia o que un pueblo que queda al lado de Mitú no quedó. Lo principal es que las víctimas se sientan recogidas. ¿Cuál es la misión de la Comisión? Explicar los patrones de violencia. ¿Cuánta verdad habrá? ¿Cómo contar la verdad? La Comisión tiene que mostrar el papel que ha jugado este departamento en las formas de victimización, el lugar que ha tenido en la guerra, la forma como ha alimentado los ejércitos. Hay que hacer un relato de la mejor verdad posible. Y ahí estarán muchas verdades y muchas otras no verdades, habrá ocultamientos y cosas que resultan imposibles, y resultan imposibles por lo que significa la guerra y sigue siendo la guerra en este país.
¿Cuáles son los retos que tenemos en materia de no repetición?
Manuel Alonso: Cuando a la Comisión le cargan eso, ¿de qué la están cargando? Vos podés tener una Comisión que va a garantizar eso que llaman la no repetición, pero tenés unos aparatos ilegales, grupos armados posdesmovilización en el Cauca matando líderes que no has podido contener, ¿de qué me estás hablando? ¿Cómo me vas a cargar a mí como Comisión eso? La Comisión de la Verdad tiene que darle al país alguna suerte de cartografía sobre lo que fue la guerra, con algunas advertencias de los puentes que no se pueden pasar, de los abismos de los que uno no se puede tirar, de los despeñaderos, giros, caminos que hay que tomar, pero que la gente pase el puente, que la institucionalidad se tire a los abismos, tire a la gente de los despeñaderos, no pasa por la cartografía. Ustedes trazan una cartografía donde van a decir: “Esto pasó, creemos que fue por esto, y si queremos que no pase hay que contener esto”, pero hasta ahí llega la misión de no repetición. Alertar sobre lo que no debe volver a pasar y sobre las cosas que no debemos volver a hacer.
Este artículo fue publicado originalmente el 26 de junio de 2020, aquí.