Por primera vez en la historia de Colombia se publicó un informe oficial sobre las luchas y heridas que ha dejado el conflicto en las comunidades indígenas del país. El estudio estuvo a cargo del Centro Nacional de Memoria Histórica y la Organización Nacional Indígena.
Por: Adrián Atehortúa
Foto: Jeffrey Tanenhaus
En un acto que podría antojarse irónico o reivindicatico si se quiere, el Teatro Colón se llenó el pasado 18 de noviembre con representantes de algunos de los pueblos nativos de Colombia para conmemorar un acto histórico: la publicación de Tiempos de vida y muerte, el primer informe oficial dedicado a recopilar las memorias de las luchas de las comunidades indígenas del país y las consecuencias que el conflicto armado ha dejado a lo largo de su historia.
Con representantes de la Organización Nacional Indígena (OIA) y del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) como anfitriones, wiwas, koguis, emberas, nasas, wayúus, tikunas, misaks, pastos, zenúes, pijaos, la guardia indígena y otras poblaciones se reunieron en el recinto más emblemático de las artes escénicas del país, que paradójicamente lleva el nombre de quien según ellos fue el iniciador de su larga historia de dolor, para recibir como acto simbólico esta investigación que tomó cerca de diez años en desarrollarse.
El libro es un cumplimiento del mandato de la Ley de Origen de los pueblos indígenas, que reglamenta el manejo de los conocimientos materiales y espirituales de las comunidades para garantizar su pervivencia. También es resultado de la ley 4633 de 2011, que exigió al Estado colombiano la realización de un informe de memoria histórica que sirviera como parte de la reparación simbólica a los pueblos indígenas por todos los sufrimientos que han atravesado a lo largo del conflicto armado del país.
Su elaboración involucró a 15 investigadores, requirió 60 recorridos territoriales y cinco diálogos macrorregionales para cubrieron el 80 por ciento de los pueblos indígenas de Colombia. La ruta que siguió la investigación, dictada por las autoridades espirituales indígenas, se enfocó en la correlación de los conceptos de “Red Vital” y “Mala Muerte”, visiones determinantes de la espiritualidad y la interpretación de la vida de los pueblos indígenas.
La “Red Vital” plantea que todo en el mundo está conectado y si alguno de esos elementos falta se genera un desequilibrio incontrolable en la vida. La “Mala Muerte” se refiere a aquellas ocasiones en las que las personas no pueden cumplir debidamente con los rituales necesarios para despedir a sus muertos. Si no se aplican esos conocimientos espirituales para que sus muertos den adecuadamente el paso a los siguientes mundos constituye una de las tragedias más dolorosas para las poblaciones, y ha sido un patrón sistemático propiciado por los actores armados.
Parece increíble que, en más de doscientos años de historia como país, en Colombia no se hubiera hecho un estudio amplio y profundo de los fenómenos que han golpeado una y otra vez la vida de las comunidades más antiguas del territorio nacional. Sin embargo, cada uno de los 102 pueblos indígenas del país recuerda esa deuda haciendo especial y entendible énfasis en el 12 de octubre de 1492 como punto de partida de un genocidio que hoy en día continúa.
Actualmente, las comunidades indígenas en Colombia cuentan con 1 millón 900 mil personas que representan el 3.4 por ciento de toda la población. De los 102 pueblos en los que se dividen, 19 se encuentran en peligro de exterminio por contar con menos de 200 miembros. Esa realidad está llegando a uno de sus puntos más críticos si se tiene en cuenta que entre noviembre de 2016 y noviembre de 2019 han sido registrados más de 170 asesinatos de líderes y lideresas indígenas.
Todo lo anterior hace que la pertinencia de Tiempos de vida y muerte sea absoluta. Como parte del lanzamiento, el CNMH tendrá durante los próximos meses eventos en varias ciudades del país como Popayán y Valledupar. La distribución del informe, como todos los ya publicados por el CNMH, es gratuita y cuenta con una versión digital de libre descarga.
Aunque tarde, Colombia, cuyo nombre significa “Tierra de Colón”, ha empezado el largo camino de reparación y reconocimiento de sus poblaciones más ancestrales, aún en medio de la violencia que sigue golpeándolos indiscriminada e impunemente.
Descargue el informe, aquí.