El coordinador de derechos humanos del Consejo Regional Indígena del Cauca habló con Hacemos Memoria sobre los problemas de fondo que hoy tienen al departamento y a sus pueblos indígenas en uno de los puntos más críticos de su historia.
Por: Adrián Atehortúa
Cada vez que en el país se oyen noticias del Cauca, especialmente en los últimos años, tienen que ver por lo general con el asesinato de líderes sociales, muchos de ellos indígenas. Pocas veces se mencionan los temas de fondo. ¿Podría describirnos cuáles son esos problemas que viven día a día las comunidades indígenas de los que normalmente no se hablan?
Hay que precisar que todo lo que está sucediendo es producto de la marginación y exclusión histórica del modelo social en Colombia hacia los indígenas. Eso incide mucho en quienes vivimos en la ruralidad. Aquí la dificultad siempre ha sido el tema del acceso a la tierra, el reconocimiento por parte del gobierno al ejercicio que nos faculta el decreto 246 para ejercer nuestro propio modelo de gobernar nuestras comunidades.
El nacimiento de los grupos armados también es una problemática que ha generado riesgo todo el tiempo en los territorios rurales, campesinos, afros, indígenas. A esos factores, en el caso nuestro, también se suma el tema del narcotráfico, se suma también la ubicación estratégica de la región: de ahí derivan los intereses de la minería, de los proyectos energéticos… Estar ubicados en la estrella fluvial del Macizo Colombiano también ha generado una lucha para defender el agua.
También está el tema de la desigualdad social, de la producción, porque eso también hay que hablarlo: no es que los indígenas seamos perezosos y no produzcamos; sí producimos, pero es que no tenemos las vías garantizadas para sacar productos de buena calidad. Las garantías sobre el campo tampoco están, porque eso no consiste solo en producir y ya, sino también una rentabilidad frente a la estabilidad de los precios y eso nunca ha existido en el caso nuestro.
Es claro que el narcotráfico es una de las problemáticas desequilibrantes y muy influyentes en el tema de la vulneración de los derechos humanos. El conflicto armado, que es producto de todo lo que acabo de mencionar, pues ha generado graves afectaciones en términos de vidas humanas al movimiento indígena.
En estos cincuenta años de guerra dejó más de 38 mil muertes solo de indígenas en el departamento del Cauca. Esas son las causas estructurales de lo que se presenta. En la actualidad ya viene el resurgimiento de grupos armados, unos al servicio del narcotráfico, otros llamándose disidencias, el paramilitarismo, la misma militarización también con los falsos positivos… Son temas que están produciendo la vulneración de los derechos en el Cauca.
Con respecto a esos asesinatos y demás crímenes ¿hay alguna idea hasta ahora de quiénes son los perpetradores actualmente?
Creo que hay que decir que los principales perpetradores son los grupos ilegales que hoy están al servicio del narcotráfico, pero también hay un tema de paramilitarismo que no está completamente al descubierto, pero que por la forma de actuar, creemos que son grupos de narcoparamilitares que intentan sostener el control de las economías ilícitas. Y hay que decir que con los hechos recientes también está la fuerza pública. Los crímenes se hacen entre esos tres ámbitos: grupos de narcotráfico, disidencias y la misma fuerza pública que está participando en algunos de esos hechos. Y el tema del narcoparamilitarismo, que sabemos que está presente y lo podemos decir por las formas de tortura que se están realizando.
Se pensaría que por ser el Cauca uno de los departamentos más militarizados del país debería haber un mayor control y seguimiento de los crímenes que se están presentando pero, por el contrario, siguen presentándose con más frecuencia ¿por qué cree que existe esa contrariedad?
Eso es claro. Cauca, tiene un gran número de pie de fuerza militar y debería tener una efectividad muy grande en la voluntad de querer ahogar el narcotráfico.
Si bien es cierto que hay una resistencia frente al tema de la erradicación, porque hasta el momento hay que decir que el gobierno no ha ofrecido una salida que sea lo suficientemente creíble, donde las familias puedan hacer ese tránsito; la fuerza pública debería al menos tener el control sobre las vías de entrada de insumos y la salida de estos cargamentos de los territorios. Eso implicaría que el narcotraficante y los grupos que están sobreviviendo de estas economías ilegales se quiebren económicamente.
Y eso, a su vez, debería contrarrestar el sinnúmero de crímenes que han venido pasando. Eso lo hemos planteado: debería haber una depuración de la fuerza pública porque creemos que no es la institución, pero sí hay integrantes que están mezclados con el narcotráfico, y quizás por este tipo de dinámicas se están presentando los asesinatos las masacres y lo único que hacen es manejar la excusa de que las comunidades indígenas o campesinas no permiten el ingreso de la fuerza pública a los territorios, pero hay que decir que ellos han estado presentes siempre, simplemente que han sido como espectadores de todo lo que se ha presentado en términos de violencia en la región.
Entre la opinión pública, especialmente fuera del Cauca, causa cierta confusión el rechazo que las comunidades indígenas expresan sobre la militarización como forma de protección o solución a los actuales problemas del departamento. ¿Por qué consideran que esa no es la solución?
Bueno, eso siempre lo hemos venido diciendo. Creo que son varios los procesos de paz en los que han intentado sacar adelante, pero ha faltado es voluntad política del gobierno y del Estado con acciones concretas en los territorios más olvidados donde la violencia se ha desarrollado.
Este nuevo momento no es la excepción. La excusa del narcotráfico, del resurgimiento de grupos ilegales, de disidencias se toma como un discurso en el que se le hace notar a la opinión pública que el enemigo es el narcotráfico y que quien va a salvar hoy el país es la fuerza pública con las armas.
Y hay que recordar que cada vez que eso sucede el conflicto se agudiza y quienes quedan en el medio son las comunidades, estigmatizadas, señaladas, perseguidas, amenazadas, investigadas inclusive por las instituciones del Estado, ya sea fuerza pública, CTI, Fiscalía… y son acusados de ser colaboradores, delincuentes, vándalos… y pues, qué decir en este momento del otro lado también, con lo que está pasando: por el control territorial que hacen las comunidades, la guardia indígena, las autoridades frente a este flagelo, del otro lado se señala también, y se hace lo mismo que acabo de mencionar. Somos objetivo militar de ambas partes y por eso el impulso de la autoprotección como estrategia de la guardia indígena.
Pero en sí, hablando de este caso de la no militarización, es la apuesta que siempre se ha puesto en el escenario, de tener una guardia indígena que responda a cada situación, y más que responder, que sea la figura que debemos tener en términos de rechazar la violencia, la presencia de grupos armados legales o ilegales y creo que eso implica marcar un precedente de que la solución no son las armas, que no es por esa vía que se puede solucionar una problemática de desigualdad social histórica donde solo existen colombianos de clase: unos de estrato uno y otros de estrato cinco. Afortunadamente el cero lo borraron porque era denigrante, pero a eso fue que nos adoctrinaron en la historia de este país, historia que está mal escrita, referente a ricos y pobres y medio pobres. Eso implica que también hay que desaprender muchas cosas para poder realizar que en el ejercicio humano todos somos iguales más allá de que lo material significa poder y ese poder se utiliza para pasar por encima de los más vulnerables.
¿Ha habido algún cambio desde la visita del presidente Iván Duque? ¿Se ha cumplido alguno de los compromisos que hizo, como el del envío de 2500 nuevos militares?
Hay que decir que los cambios que ofrece el presidente Duque no son significativos. Es el mismo discurso que ha manejado la línea de gobierno desde Uribe hasta hoy. El único intermedio fue Santos, que habló de la paz y que hay que reconocer que aunque no hay una paz visible, por lo menos se cerró un tema de pescas milagrosas, de las tomas guerrilleras, de todos estos eventos que eran desastrosos para la población en los pueblos y la ruralidad. Pero decir que Duque fue al Cauca y cambió la situación: relativamente no. No, porque lo que él dice en la práctica no se hace real. El Plan de Desarrollo que él propuso no se ve reflejado en presupuesto para darle fuerza al cumplimiento de los Acuerdos de Paz, y estoy hablando referente al Cauca, pero eso es en toda la nación.
Hablar de inversión social no es regalarle cien mil pesos a una familia que necesita una vivienda, y aquí hablo de los subsidios sociales. Hablar de inversión social no significa darle un subsidio a un adulto mayor que lo que necesita es un buen servicio de salud, de alimentación, de cuidados, para tener una vejez tranquila y digna hasta que la naturaleza lo reclame. Hablar de inversión social no es decir que los PDET se van a implementar y que la apuesta del gobierno es decir que hay que ir hacia el monocultivo y desaparecer la chagra o la huerta, que es la que nos alimenta de manera ancestral a nosotros, y eso no quiere decir que nosotros no vayamos a producir. Hablar de desarrollo social no significa poner a producir a la gente y no garantizarle una rentabilidad en lo que va a cultivar. Hablar de inversión social no significa decir que ya se soluciona el problema cuando las garantías del precio de los productos en el mercado varía drásticamente y no hay un comercio fijo con unos valores fijos para tener producción, entonces no se puede hablar de inversión social o de garantías para la vida digna de la gente en el Cauca cuando para poder sacar yuca, plátano o papa las vías terciarias están completamente destruidas y eso implica que los productos no salen de buena calidad desde donde se cultivan, tal vez de donde se cosechan, pero en el transporte se maltratan y ahí ya no hay rentabilidad y entonces el intermediario evalúa eso y la familia lo que hace es perder.
No creo que sea tan sencillo como ir al Cauca y echar un discurso sin conocer el trasfondo de la realidad. No significa desarrollo social que en Colombia se siga impulsando los TLC para importar comida sabiendo que en este país se puede producir toda la comida que se quiera porque tiene pisos térmicos y una tierra muy rica para ese tema. Creo que son los contrastes que hay en esa parte. Los dos mil 500 militares que fueron enviados, en cierta forma, para un poco el asunto si los grupos ilegales no están fortalecidos, pero eso no significa nada porque aun así las amenazas siguen presentándose, siguen sucediendo los asesinatos, y aquí en el Cauca hay un subregistro muy grande sobre todo en la costa Pacífica, el sur, el suroccidente, con unos registros muy grandes donde siguen asesinando a la gente. Entonces no hay unos reales productos que se puedan ver.
En su labor en el CRIC ¿qué se encuentra día a día? ¿Qué le manifiesta la gente sobre lo que pasa?
Lo que uno encuentra en la labor de la defensa de derechos humanos del día a día es una cosa muy preocupante porque todos los días hay que atender temas de amenazas, un tema de inseguridad muy palpable. Ha sido muy difícil con los asesinatos que han venido sucediendo. De algún modo marcan tu vida en lo personal y en lo organizativo, porque uno trata de entender todo esto que sucede, pero a ratos no se logra comprender la dimensión de lo mucho que esto afecta la vida organizativa, comunitaria, familiar.
Lo que sí entiendo es el deseo de la gente en su corazón, de la guardia indígena, de las autoridades, de las comunidades de tratar de sacar a su gente adelante por la vía organizada y también se ven injusticias, también se ven intolerancias. Creo que uno ve mucha gente que hoy está enferma del chip de la guerra, y en los escenarios uno ve cómo se alteran por cosas pequeñas. Y en medio de todo este camino también ve gente alegre como la guardia indígena, compañeros que están entregados a este proceso, compañeras que luchan en el diario vivir por mejorar las condiciones de las comunidades. Digamos que la gente hoy tiene un descontento muy enorme por muchas cosas: la corrupción, la vuelta de la guerra, el incumplimiento del gobierno.
Internamente también hay cosas que dañan y fracturan porque si no hay verdadera justicia y claridad frente a esa palabra, simplemente nos volvemos castigadores y no transformadores. No hablo de reforma porque la reforma es temporal. La transformación es de vida personal, social, comunitaria.
En medio de todo este camino se aprende mucho hablando con la comunidad. Creo que es muy necesario escucharnos entre nosotros mismos, tener la capacidad de escuchar al otro. Oír es una cosa completamente diferente. Cuando te sientas y escuchas uno entiende lo que la gente necesita y lo que la gente quiere avanzar.
Con toda su experiencia ¿cuál sería la solución que propondría como la más efectiva para los problemas que se presentan en el Cauca actualmente?
Bueno, con toda mi experiencia, la verdad la vida le da muchos aprendizajes a uno y por ejemplo, hablar de la solución del Cauca no sería solamente hablar de la solución del Cauca. El Cauca es un referente de lucha histórico, de lucha indígena que no han podido callar o exterminar. Pero creo que el Cauca es el reflejo de todo un país: el Chocó, el Amazonas, La Guajira, Norte de Santander, el Urabá antioqueño, Nariño, Putumayo, Caquetá… regiones que históricamente han sido olvidadas y por ende han sucedido todos los vejámenes de las violencias más abruptas que ni siquiera pueden pasar por la mente humana.
Colombia ya cumplió 200 años de régimen y siempre se habla de la izquierda o la derecha. Los pueblos indígenas hablamos del buen vivir. Uno podría empezar diciendo que para superar todo esto que pasa para poder acallar a un pueblo que lucha, protesta, se moviliza, se requiere unos cambios estructurales. Eso solo va a suceder si el pueblo colombiano tiene la capacidad de unificar sus ideas como lo está haciendo en este momento. Realmente hacer que sus derechos se respeten. Si no hay un cambio estructural a un régimen que durante 200 años lo único que ha hecho es empobrecer a la población colombiana en el campo y las ciudades, hablar de una propuesta efectiva para el Cauca sería imposible porque no se trata de atender solo al Cauca. La enfermedad del odio, la venganza, la violencia hay que arrancarla desde el corazón y la mente.
Siempre he dicho que Colombia es un país que ha estado enfermo de la guerra, un país que lo enfermaron de la guerra, porque no es un país al que le han quitado la felicidad. Un país donde se estigmatizó a los que vivimos en el campo, nos separaron y se vendió una idea de que los que viven en el campo son guerrilleros, que el que vive en el campo es de todo menos bueno. Y en el campo nos enseñaron que en la ciudad están los amos pero eso no es así. Hablar de un cambio de atención real es hablar de un cambio social, económico, social, de la tenencia de la tierra, no solo para el Cauca sino para todos. Pero como la pregunta va dirigida hacia una solución efectiva en el caso del Cauca para por lo menos dar un tránsito al ejercicio de trabajo, creería que primero sería la implementación de los Acuerdos de Paz y los cumplimientos con los organismos sociales que históricamente nunca han sido efectivos.