Lucía González, coordinadora del equipo para la regional Magdalena Medio, destaca la importancia de las organizaciones de la sociedad civil en el trabajo que adelanta la Comisión de la Verdad en esa zona del país.
Por: Carlos Olimpo Restrepo S.
Foto: Comisión de la Verdad
La primera conversación que se hizo en la Casa de la Verdad de Barrancabermeja tuvo como fin repasar la pedagogía de la Comisión de la Verdad y ver “qué podemos hacer entre todos para construir esa sociedad más justa, más equitativa, donde los conflictos se resuelven de manera pacífica y donde la diferencia no sea el motivo de eliminación del otro”. Esas fueron las palabras de la comisionada Lucía González Duque, encargada de coordinar el trabajo en la regional Magdalena Medio, al poner en funcionamiento este espacio que servirá para el encuentro de personas y organizaciones. La experta también lidera la investigación sobre la afectación del conflicto armado en el campo cultural y, al igual que sus otros diez coequiperos, tiene tres años de plazo, de los que ya van seis meses, para entregar un informe que dé explicaciones sobre por qué sucedieron las atrocidades dentro del conflicto armado interno.
Hacemos Memoria habló con Lucía González Duque, para hacer un balance sobre la labor adelantada desde noviembre pasado, cuando empezó a correr el plazo de trabajo de la Comisión de la Verdad.
¿Cuál fue la base para el trabajo que encontró el equipo de la Comisión en la región del Magdalena Medio?
El Magdalena Medio es un territorio muy especial, pues por aquí pasaron todas las guerras, todos los actores del conflicto. Es un territorio que vivió la guerra de una manera muy dramática, con muchas afectaciones, pero a la vez es un territorio que históricamente ha tenido un alto número de organizaciones de la sociedad civil, lo que ha hecho que la resistencia, que la oposición a la guerra también haya sido muy fuerte y que hoy tengamos un conjunto de agrupaciones con un alto nivel de reflexión sobre lo que les pasó y con una capacidad de aporte muy valiosa. La comunidad entiende muy bien la importancia del trabajo de la Comisión de la Verdad, ha tenido un nivel de comprensión altísimo, un interés muy alto por aportar, por develar, y hay una actitud positiva para que esto no sea para alimentar la guerra, sino para construir reconciliación y de esta manera es que hemos venido trabajando.
¿Cómo se ha aprovechado esto?
Con las comunidades hemos hecho priorización de algunos temas y lo hemos llamado “el mapa de vientos”, que para nosotros es como el estado del arte para saber en qué está el territorio y cuáles son y cuáles han sido los hitos más importantes y sobre los que hay que poner atención. También definimos cuáles van a ser los temas centrales, unos ejes de estudio que aporten a la investigación nacional; nosotros vamos a trabajar, de manera muy especial, el eje del despojo de la tierra, el paramilitarismo, el modelo de desarrollo económico que se impulsa a sangre y fuego, así como también la resistencia, es decir, la respuesta de las comunidades a la guerra que se manifestó no solo en ejercicios de resistencia, sino en una ciudadanía, en un ejercicio de ciudadanía que sigue muy vivo en ese territorio. Para esto hemos hecho contactos muy importantes con las organizaciones de la sociedad civil, como la Organización Femenina Popular, la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (Cajar), la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos), entre otros, que han estado en ese territorio acompañando investigaciones muy importantes. Por supuesto, también hemos trabajado con el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, con la Mesa de Reconciliación que instaló la Iglesia Católica, con universidades, especialmente con el Instituto Universitario de la Paz (Unipaz) y el Minuto de Dios, así como con los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) que hay en la región. También estamos trabajando en hacer diferentes líneas de tiempo. Hicimos una, muy juiciosa, con el (desmovilizado) Bloque Central Bolívar (componente del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia), que no solo fue una línea de tiempo, sino también un análisis del conflicto y muy especialmente la relación de la financiación de esta organización con dineros del narcotráfico y del robo de gasolina. Ya vamos a empezar una línea de tiempo con las Farc y también haremos un análisis sobre el conflicto con ellos.
Usted dijo que por allí pasaron todas las guerras, ¿cómo hacer este trabajo en esa región donde aún se siente el conflicto?
La dificultad más grande es el temor que pueda tener la gente para decir la verdad en los territorios donde existe hoy una confrontación muy fuerte entre el Ejército y el ELN. Otra dificultad o reto muy importante es focalizar lo que puede ser más significativo para ese territorio, porque como es una región con una afectación tan grande, estamos convencidos de que no vamos a poder abarcarlo todo, entonces ver cómo podemos dar respuesta a los asuntos fundamentales y más dicientes para la comunidad.
Hay unos hitos o acontecimientos que son representativos de muchos otros y que marcan la historia del conflicto en ese territorio, por ejemplo, el que tiene que ver con la toma de Barrancabermeja por parte del Bloque Central Bolívar y, muy especialmente, la masacre del 16 de mayo de 1998. También el asesinato de sindicalistas, el despojo de tierras para la siembra de palma y para el negocio ganadero. Fundamentalmente son los hechos que recalcan. También nos interesa mucho todo ese negocio ilegal alrededor del robo de combustible.
La convivencia es uno de los aspectos que aborda la Comisión y usted también coordina esta parte. ¿Qué se ha hecho hasta ahora?
El tema de convivencia va muy adelante. Estamos haciendo en todo el país unos mapeos de experiencias de las comunidades, de pedagogías de convivencia, para ver cómo esto nos ayuda en la creación de mayor confianza entre los ciudadanos. Con este mapeo de las experiencias buscamos no solo fortalecerlas, sino también identificar sus metodologías, para ver cuáles de estos procesos y cuáles de sus procedimientos se pueden replicar para, con base en estos, hacer acuerdos de convivencia en otros territorios, con compromisos fuertes, duros en algunos temas.
Yo también coordino la dimensión cultural y artística, que busca analizar cuál fue el daño que el conflicto hizo en este aspecto y qué había en la cultura que propició la guerra. Estamos haciendo una intervención mediante toda la investigación sobre esos asuntos de la cultura que propiciaron el conflicto y sobre el daño de este en la cultura. De igual manera, buscamos las expresiones culturales y artísticas que han permitido a las comunidades manifestar su dolor, su resistencia, defender su identidad, poner en valor todo ese lenguaje del arte que ha sido tan valioso en el marco de la guerra.