La Oficina Estudiantil de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, inauguró la exposición Fragmentos de nuestra memoria. Paula Andrea y Magaly, que rescata 14 años de manifestaciones desde diversas voces sobre las dos estudiantes fallecidas en 2005 durante un tropel en la Universidad de Antioquia.
Por: Julio C. Londoño Á.
Ilustración: Daniel Moná
Las primeras palabras las pintaron Eliana y Laura, amigas de Paula: “Todo es un respiro, nada es lo que fue, solo está su canto, Paula y Magaly como una música en el claro tímpano de nuestra memoria”. Fue un acto de parceras de la vida. Según Eliana, no hubo pretensión de que el mural perdurara en el tiempo, sino más bien de ser una palabra compartida en un momento de silencio absoluto. Por eso no llevó ninguna firma. Lo ubicaron en el corazón de la plazoleta del bloque 46 de la Universidad Nacional, sede Medellín, en una de las medianeras de las escaleras.
Por esos días, nadie quería ser vinculado a los sucesos ocurridos el 10 de febrero de 2005 en la Universidad de Antioquia. Los medios de comunicación olvidaron rápidamente el foco de las protestas nacionales contra el TLC con Estados Unidos y la reelección de Álvaro Uribe Vélez, cuando la madrugada del 5 de mayo fueron capturados 14 estudiantes –ocho aún heridos– sindicados de ser miembros de las Farc y el ELN. La operación Álgebra II estuvo a cargo del entonces comandante de la Policía Metropolitana, Rubén Darío Carrillo, quien fue señalado años después por Salvatore Mancuso por su cercanía a otros jefes paramilitares.
Algunos pasaron hasta dos años en la cárcel en un proceso arbitrario que terminó por obligar al Estado a pedir perdón e indemnizar a los estudiantes. Sin embargo, ya el daño estaba hecho. Las amenazas de grupos paramilitares durante 2006 hacia el movimiento estudiantil fueron una constante.
Por eso, más que un homenaje, el mural de Eliana y Laura se convirtió en un acto político que un año después fue intervenido por la Oficina Estudiantil, que le agregó la típica estampa de ‘El Che’ y la primera mariposa, el símbolo por el que fueron recordadas Paula Andrea y Magaly. Las medianeras del bloque 46 se convirtieron en un lugar de la memoria, donde se ubicó también a Martín Hernández, líder estudiantil egresado de Ciencia Política asesinado en el barrio Castilla, en Medellín, en enero de 2008.
Paula y Magaly se convirtieron en un símbolo de resistencia para el movimiento estudiantil no solo en Medellín. Aunque no hay registros de su cercanía en vida más allá de haber compartido el escenario de sus muertes, sus dos nombres fueron grabados en telas, pancartas y muros en actos de memoria espontáneos en otras universidades del país. Llegaron a ser inmortalizadas, incluso, como símbolo del “feminismo insurgente” en las ilustraciones de la artista Inti Maleywa.
Estos esfuerzos de memoria fueron reseñados por el Programa de Atención a Víctimas del Conflicto Armado de la Alcaldía de Medellín, cuando en 2010 publicó el libro Imágenes que tienen memoria, que recoge diversos altares de la ciudad relacionados a las dinámicas de la guerra. Entre ellos estaba otro mural que fue pintado en 2006 en el bloque 44 de la Universidad Nacional, por el Sindicato de Trabajadores y Empleados Universitarios de Colombia (Sintraunicol) en recuerdo de Paula y Magaly. Mural que ya no existe.
“En ese muro, llegando a la Biblioteca, ahora hay una rata pintada”, cuenta Susana Gil, integrante de la Oficina Estudiantil UN. “La universidad, de cuando en cuando, abre unas convocatorias de Bienestar para que los estudiantes pinten murales. Pero esos murales no pueden tener cargas políticas, religiosas ni demás. Lo interesante es que este muro se ha utilizado en distintas ocasiones para recordar específicamente a Paula y Magaly. La Universidad, a través de su política de ‘sin contenido político’, también borra la memoria que está en sus muros”.
Esa política se extendió hasta las medianeras del bloque 46. La plazoleta central del bloque, donde se han llevado a cabo por años las asambleas estudiantiles, fue restaurada y los muros quedaron silenciados tras la instalación de jardines verticales. En una resolución de la vicerrectoría quedó estipulado el nombre de «Plazoleta de la Memoria».
La memoria del movimiento estudiantil fue desplazada a uno de los muros laterales de la plazoleta, en un acto de desagravio por parte de las directivas de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Allí, se instaló un muro de cerámica con un diseño de mariposas de los artistas Daniel Moná y Camilo Rodríguez. Los integrantes de la Oficina Estudiantil organizaron entonces una exposición para rescatar las diversas expresiones que han suscitado Paula Andrea y Magaly.
“Yo fui profesor de Paula Andrea”, contó Miguel Ángel Ruíz, actual decano, durante la inauguración. “Cuando la tuve en clase sentía que la estaba estresando como profesor, porque yo estaba recién llegado de una universidad privada donde lo normal en las clases era el silencio. Ella y otras compañeras tenían la capacidad de cuestionar e interrogar, no solo la posición académica sino también la institución, lo que ocurría en la sociedad. Le escuché decir que los compromisos morales con la sociedad no se negociaban. Después viene la otra historia, que es la que no queremos contar ahora porque es la que menos interesa. Lo que hay que destacar hoy es esa presencia iluminativa, ese deseo de entender que no hay que estar contento con lo que sucede. Que no hay que negociar con trampas con el presente y hay que ser radical con las convicciones políticas y morales. Ahora lo puedo decir, pero la verdad es que Paula Andrea me asustaba mucho en clase”.
El proceso de recuperación de estas memorias, según relata Jorge Vélez, egresado de Ciencia Política, fue complicado. “No es tan fácil pedirle a alguien que cuente cómo era su relación con su amiga. Con Paula se logró, con Magaly no. Paula hacía parte de la Oficina Estudiantil y ha sido un proceso generacional rehacer los murales. Pero de Magaly casi no sabemos nada. De alguna manera Paula ha jalado su memoria. La ventaja que ha tenido la Oficina Estudiantil es que ha podido mantener un archivo con estos sucesos. Pero es muy paradójico que esta Universidad aún hoy persista en su afán de borrar los murales”.
Según Jorge, la exposición intenta rescatar la memoria de las dos estudiantes más allá de los hechos violentos del 10 de febrero de 2005. Sin embargo, la indagación con los familiares para acceder al recuerdo de sus hijas antes de esa fecha no fue posible. Tras el asedio de periodistas y autoridades durante más de una década, las familias enmudecieron en un intento por proteger el recuerdo de sus hijas del universo de los mártires, héroes y villanos.
“En el caso de la familia de Paula Andrea, Juan Diego Posada, desde De La Urbe, había hecho contacto con ella”, explica Vélez. “Él nos dijo que llegó a un acuerdo con la mamá de que a partir de ese momento ella no iba abrir su casa y su ser para hablar de ese tema. Quería tramitar ese duelo en silencio y no con gente extraña. También una amiga de Paula nos dijo que le molestaba cuando se tomaba la memoria de ellas y se hacía algo arbitrario, como un tropel para recordar a alguien que murió en un tropel, porque eso ha imposibilitado recordarlas de otra manera que no sea ese hecho”.
Eliana regresó a la Universidad para ver la exposición y se extrañó nuevamente por la asepsia en la memoria. La Medialuna, la Rampa, la cafetería de doña Beatriz y la Cafetería Central donde solía encontrarse con Paula, ya no están.
“Me sorprende y siempre me pregunto por qué ese hecho ha tenido tanto impacto y eco en la memoria de esta Universidad”, dijo Eliana al final de la inauguración de la exposición. “No han sido las únicas muertes trágicas en la Nacional ni en la de Antioquia. ¿Por qué nos resuena tanto? ¿porqué es tan poderoso que intentamos reconstruir y recapitular tantas veces? Dejo esa pregunta a cada uno, porque nos hace reflexionar sobre un espacio como estos que hoy se llama Plazoleta de la Memoria. Siento que 14 años después todavía estamos elaborando lo que pasó ese día”.