«Auxiliadores de la guerrilla», «enemigos del gobierno» o «colaboradores de los paramilitares», son algunos de los calificativos usados por los actores armados para legitimar el asesinato de periodistas y miembros de organizaciones sociales, según reveló un estudio de la Universidad de Antioquia.
Por: Yhoban Camilo Hernández – Agencia de Prensa IPC
Por vigilar el cumplimiento de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario en el desarrollo del conflicto colombiano, los miembros de las ONG y algunos periodistas se convirtieron en blanco de los actores armados que los vieron como un obstáculo para la satisfacción de sus pasiones agresivas y para el logro de sus intereses políticos y económicos.
A esa conclusión llegó la investigación Discursos de enemistad: pronunciamientos sobre los medios de comunicación y las ONG en el conflicto armado colombiano entre 1998-2010, que será presentada este miércoles 25 de julio a las 6:30 p.m. en la Torre de la Memoria de la Biblioteca Pública Piloto, en Medellín.
El estudio fue realizado desde la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia por los investigadores Héctor Gallo, psicoanalista y sociólogo; Blanca Inés Jiménez Zulaga, trabajadora social; Daniela Londoño Usma, politóloga; Jaime Andrés Mesa Bedoya, periodista; Mario Elkin Ramírez, psicoanalista; y Diana Ramírez Jiménez, comunicadora social – periodista.
Para conocer más acerca de esta investigación entrevistamos a la profesora Blanca Inés Jiménez, quien concluyó que el hecho de que en Colombia se firmara un acuerdo de paz y terminara la confrontación armada, no significa que la sociedad haya hecho un pacto para mermar la violencia de los discursos.
Y agregó que el asesinato sistemático de líderes sociales y defensores de derechos humanos en Colombia muestra que “no hemos renunciado a que la violencia sea la manera de resolver los conflictos”.
¿Qué son los discursos de enemistad y cómo se han desplegado en el caso colombiano?
Primero es interesante entender qué es el asunto de la enemistad y qué es el asunto del enemigo en el conflicto armado. Para que haya un conflicto se necesita que haya otro, una enemistad. Un otro con quien confrontarse.
Cuando son conflictos sociales, ese otro es reconocido, es respetado y generalmente el conflicto se media con la palabra. Pero cuando hay una confrontación armada, ese otro armado puede ser considerado un enemigo político, al que se le reconoce políticamente y con el que se cumplen unas reglas para combatirlo, bien sea con armas o con la palabra. O puede ser un enemigo absoluto. Ese enemigo absoluto es el que no se respeta como sujeto, no se le respetan sus derechos, el actor armado pretende aniquilarlo o eliminarlo sin ninguna consecuencia, o sea, se le despoja de la humanidad.
Pero cuando son miembros de la sociedad civil es muy difícil que un actor armado lo considere como un enemigo al que hay que enfrentar con las armas, porque el otro no está armado. O sea, hay una diferencia, una cosa son combatientes armados que están en guerra y otra cosa es relacionarse con personas de la sociedad civil que no están armadas, es decir, la sociedad sancionaría a un actor armado que mata a una persona desarmada. Por eso se establecieron los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario para regular esos conflictos y la manera cómo se resuelven, de modo que el otro no se degrade, y que la violencia no sea ejercida de una manera completamente arbitraria.
Entonces, ¿por qué el discurso de enemistad?, porque a los medios de comunicación y a las ONG, los actores armados los consideran obstáculos para el logro de sus intereses, pero no los pueden combatir de la misma manera que a otro actor armado, entonces los combaten socialmente a través de la palabra. Y esa palabra abre la posibilidad de que ese actor, hacia el cual se dirigen esos discursos de enemistad, pueda ser asesinado; pero ese que asesina no lo dice, o sea, el que asesina no puede decir socialmente que asesina a una persona por ser periodista o por ser de una ONG, y si lo asesina, la manera como justifica ese asesinato es diciendo que es un guerrillero o un paramilitar, o un actor armado encubierto de civil. De esa manera generalmente hay una justificación y esto lo hacen porque la sociedad rechaza que se asesine a personas desarmadas.
¿Todo esto tiene que ver con lo que denominan la pasión destructiva?
Es que hay un aspecto psicológico inherente a la condición del ser humano y es que en todo ser humano existe la pasión destructiva, que tiene que ver con la satisfacción de destruirme a mí mismo o de destruir al otro. Es aniquilar al otro o hacerse aniquilar.
La guerra les permite a los combatientes dar salida sin límites a esa pasión destructiva, esa pasión agresiva… mire que a los combatientes se les impulsa el odio por el enemigo y se llena de palabras, de discursos que justifiquen que al otro hay que aniquilarlo y que matar no tiene consecuencias.
¿Cómo fue el proceso investigativo para analizar esos discursos?
Esta investigación se desarrolló desde mediados del 2003 a mediados del 2015. Es una continuación de otras investigaciones que ha ido adelantando el grupo de Conflictos y Violencias de la Universidad de Antioquia.
La pregunta que dio origen al estudio es ¿cuáles son las producciones discursivas de los actores armados con respecto a las ONG y a los medios de comunicación, especialmente a los periodistas? Inicialmente no pensamos que tenía que ver con los derechos humanos. Nos preguntábamos ¿por qué ha habido asesinatos?, ¿por qué ha habido persecuciones?, ¿por qué hay pronunciamientos en contra de algunos miembros de ONG y periodistas?
En la medida en que investigamos se fue dando de una manera muy clara que la razón por la que se pronuncian discursos de enemistad frente a las ONG y a los periodistas, es porque unos y otros son vigilantes de que se cumplan los Derechos Humanos, vigilantes de que se cumpla el Derecho Internacional Humanitario, denunciantes de las violaciones o de las infracciones al DIH. Entonces ahí la pregunta se fue transformando en el proceso de investigación, y nos fuimos dando cuenta de que de alguna manera lo que estaba en juego era el tema de los DD.HH. y el DIH.
Es importante señalar que este estudio es interdisciplinario porque a la investigación nos vinculamos profesionales de distintas disciplinas: psicoanálisis, sociología, derecho, comunicación social, ciencia política, trabajo social, eso permitió hacer un análisis mucho más complejo del objeto de estudio porque nosotros estudiamos fue pronunciamientos que podría ser de distintas fuentes: declaraciones, entrevistas en la prensa o discursos.
Por el lado del gobierno estudiamos fundamentalmente lo que decían los presidentes desde 1998 al 2010, entonces trabajamos el periodo de Pastrana y los dos periodos de Uribe. En relación a estos dos presidentes indagamos todas sus declaraciones que tuvieran que ver con nuestro objeto de estudio porque ellos son los comandantes supremos de las fuerzas militares del país, entonces ellos representaban una manera de entender el conflicto y pronunciarse frente a esta población civil.
Y por el lado de la insurgencia estudiamos a las FARC, delimitamos porque no teníamos posibilidad de trabajar otros grupos insurgentes. Y también estudiamos las producciones discursivas de las AUC. Fuimos a las fuentes directas y aplicamos toda la teoría de análisis de discurso. Eso lo confrontamos con la teoría y con otras investigaciones que en Colombia se han hecho sobre el conflicto armado y que podían darnos luces sobre el tema de nuestra investigación.
¿Por qué se delimita el periodo de análisis a los gobiernos de Pastrana y Uribe?
El periodo de Pastrana fue muy importante porque él desde que se postuló como candidato a la presidencia prometió iniciar un proceso de paz con las FARC. Pastrana inició el proceso del Caguán y todo su gobierno estuvo atravesado por este proceso de paz. Ese proceso modificó las relaciones del conflicto, porque él consideró a las FARC como actores políticos, eso le dio unas características especiales al conflicto.
Y trabajamos los dos gobiernos de Uribe porque ahí se gestionó todo el proceso de paz con las AUC. Es muy interesante ver que en este periodo Uribe negó que en Colombia existiera un conflicto político, y catalogó a la insurgencia no de delincuentes políticos sino de terroristas, y públicamente negó la posibilidad de una negociación con la insurgencia.
Quisimos en un principio trabajar también al gobierno de Santos pero se nos salió del presupuesto y del tiempo que habíamos establecido porque resultaba bastante extenso.
¿Cómo cambian esos discursos en esos periodos que ustedes estudiaron?
El tema es bastante complejo. En el periodo de Pastrana es muy importante la posición del gobierno, porque él trató de que los medios de comunicación apoyaran el proceso de paz, él como periodista —pues él se nombra periodista— siente que los periodistas son afines a él, se refiere en estos términos a la prensa, trata de que estos apoyen la negociación de paz. Si de alguna manera un periodista cuestionaba o intentaba hacer alguna discusión, se salía de ese ideal de que el periodista estuviera apoyando al gobierno y su política de paz.
Pero durante ese periodo hubo menos confrontación con la prensa, lo mismo que con las ONG, porque había esa idea de lograr la negociación para que se terminara el conflicto con las FARC. En se momento hubo menos enfrentamiento entre el Ejército y la guerrilla.
Ahí el factor de más conflicto fueron las AUC porque ellos siguieron ejerciendo violencia contra la sociedad civil, pues, las masacres, los asesinatos a miembros de comunidades, sindicalistas, etc., no terminaron. Y aquí hay que señalar que para las AUC la sociedad civil es el caldo de cultivo de las guerrillas, entonces ellos con mucha frecuencia no diferencian el actor armado del miembro de la sociedad civil y ellos generalmente consideran que los líderes de las comunidades, los campesinos, la gente, bien sea organizada o no, son guerrilleros camuflados.
Entonces en los espacios donde se mueve la guerrilla, en donde se ha movido la guerrilla, las AUC han atacado a la población civil porque dicen: es que ustedes los sostienen, los alimentan, los protegen, o son guerrilleros o son simpatizantes de la guerrilla, entonces para las AUC en ese sentido no hay muerto malo.
Ya en los dos periodos de Uribe, la situación se hizo mucho más difícil por la política de seguridad democrática que implicó más énfasis en la seguridad que en la democracia. Esa seguridad lo que estaba buscando era eficacia, dar resultados. Y en ese contexto, si la insurgencia es considerada como terrorista entonces hay que acabar con los terroristas y confrontar cualquier crítica de miembros de ONG o periodistas a su política de seguridad democrática. Uribe siempre respondió a las críticas de una manera enérgica y en muchas ocasiones acusó a quienes las formulaban de simpatizantes de la guerrilla.
Por otro lado, en el periodo de Uribe se dio la ley de Justicia y Paz. En el 2005 el Congreso aprobó esa ley y las ONG tuvieron un papel muy importante en el cuestionamiento a esa ley porque decían que nada aportaría ni a la justicia ni al reconocimiento de la verdad, ni a la reparación de las víctimas. Eso también generó que se exacerbaran los discursos de enemistad provenientes del Gobierno y de las AUC.
¿Y cuál era el discurso de enemistad de la insurgencia?
Las FARC de ninguna manera podían ir en contra de las ONG defensoras de derechos humanos de una manera directa, ellos sí pensaban que algunas organizaciones tenían alianzas con organismos internacionales, que se beneficiaban de los aportes económicos de organismos internacionales, pero la posición de las FARC reiteradamente era tratar de que tanto las ONG como la prensa estuvieran aliados a su proyecto político militar, era como un coqueteo, como un llamamiento, más que un ataque directo, o sea, ellos se cuidaron de atacar directamente a los defensores de derechos humanos.
Ahora, las FARC atacaban los medios, pero a los grandes medios, por considerar que están al servicio del capitalismo, de la burguesía, de las clases dominantes, de los políticos, o sea, de los estamentos de poder de la sociedad. Pero no hay un ataque como tan individualizado a tal o cual periodista, sino que encontramos unos cuestionamientos generales a los grandes medios y un llamamiento a las ONG y a la prensa para que denunciaran los atropellos de las AUC y a la vez buscaron que fueran simpatizantes de su propuesta política.
Y es muy llamativo las AUC preguntaban por qué estas organizaciones denunciaban los excesos que ellos cometían y tapaban los de las FARC. Las AUC reiterativamente decían: ¿eso qué está mostrando?, que ustedes son aliados de las FARC. Y realmente las ONG denunciaban todos los atropellos contra la sociedad civil, vinieran de donde vinieran, pero en ese periodo de Uribe, que fue cuando más recibieron ataques por sus denuncias, las agresiones provenían con mayor fuerza de las AUC porque las ONG estaban cuestionando la ley de Justicia y Paz.
O sea, es muy importante entender que esos discursos de enemistad no son homogéneos a través del tiempo, que dependen de la coyuntura política, del momento histórico que se está viviendo, de los intereses de cada actor armado, que los actores armados no siempre atacan a los periodistas y a las ONG, ni lo hacen de la misma manera durante todos los gobiernos.
Y hay una cosa muy importante, es que todos los actores armados en sus discursos dicen respetar los Derechos Humanos, dicen respetar el DIH, pero en la práctica no los cumplen. ¿Por qué?, porque es que ellos se ven abocados a una contradicción: lo fundamental para un actor armado es ganar la guerra, ganarle al otro, someter al otro, rendirlo o eliminarlo y, en la práctica, para poder ganar la guerra los Derechos Humanos y el DIH se vuelven un obstáculo, entonces los infringen.
¿Cómo contribuye esta investigación sobre discursos de enemistad a comprender la continuidad de la violencia contra líderes y defensores de derechos humanos en el país?
Pues a ver, lo importante es mirar cómo a pesar de que se suscribe un proceso de paz, hay todo un ambiente de polarización en Colombia. Yo pienso que es importante mostrar cómo en un ambiente donde la violencia ha llegado a sus extremos, de no diferenciar la muerte a combatientes y el asesinato de civiles, todo pronunciamiento que llegue a condenar a los otros porque tienen un pensamiento diferente, puede generar violencia.
Entonces el que se firme un pacto, el que se termine la confrontación armada, no significa que la sociedad haya hecho un pacto para mermar la violencia de los discursos. Ese es uno de los problemas más severos que estamos viviendo y que en este momento están creando todas las condiciones para justificar el asesinato de los líderes.
Hubo un asunto que yo tal vez no dije al principio, es que detrás del conflicto hay intereses ideológicos, políticos, económicos. Detrás del conflicto colombiano hay intereses que tienen que ver con la distribución y la tenencia de la tierra, con los mega proyectos, con la minería, con el narcotráfico, o sea, detrás del conflicto armado hay importantes intereses económicos y de conservar o conquistar el poder sobre los territorios. Por eso aunque se firmó un pacto entre gobierno y FARC, hay otros sectores que siguen armados con la intención de copar los espacios dejados por las FARC, o con intención de conservar las tierras que fueron despojadas. Acá hay intereses muy fuertes de tipo económico, legal e ilegal, y detrás de esos intereses buscan quitar del medio a quienes estén luchando por retornar a sus tierras, a los campesinos que están en restitución de tierras, a los indígenas, a los líderes que están reclamando que se les respeten sus derechos.
En conclusión, todavía hay una conexión entre la manera de tramitar los conflictos y esa pasión agresiva, ese afán de destruir al otro, no de tener una enemistad política civilizada sino de acabar con el otro. Pervive esa pasión despótica de imponer el propio ideal sobre cómo deben vivir los otros. No hemos renunciado a que la violencia sea la manera de resolver los conflictos. Eso es lo que tenemos que cambiar si queremos disminuir la violencia.