El Salón de la Memoria de Sonsón sobrevive gracias a la persistencia de las víctimas. De no ser por el trabajo voluntario de las mujeres del Costurero de Tejedoras por la Memoria y de algunos ciudadanos comprometidos, este espacio desaparecería por falta de apoyo institucional.
Por: Esteban Tavera
Foto de apertura: José Fernando Botero Grisales
El Salón de la Memoria de Sonsón lleva dos años abierto en medio de grandes dificultades. El espacio es una iniciativa del Costurero de Tejedoras por la Memoria y la Dirección Técnica de Cultura y Patrimonio de Sonsón. En este tiempo han encontrado algunos aliados, como la Universidad de Antioquia y el Centro Nacional de Memoria Histórica, pero la ayuda sigue siendo insuficiente.
“De un tiempo para acá sentimos que no hay compañía de ninguna institución y que hace falta mayor compromiso por parte de distintos entes para reconocer el espacio de memoria que hemos construido. No queremos sentir que a nadie le importa”, expresa Luz Dary Osorio, integrante del Costurero de Tejedoras por la Memoria, una de las mujeres que con mayor firmeza ha trabajado para mantener abierto este lugar de memoria. Osorio agrega que no ve interés en los actuales directivos de la Casa de la Cultura, en donde está ubicado el Salón desde su apertura en 2015, cuando una de las aulas fue cedida a las víctimas.
José Fernando Botero Grisales, técnico operativo en cultura y patrimonio de la Casa de la Cultura, coincide con Osorio respecto al abandono en que se encuentra el Salón: “Ese es un espacio al que la institucionalidad pública le ha dado la espalda porque no lo reconoce como lugar importante de memoria, de identidad, de sentido y de referencia, a tal punto, que no hemos recibido un solo recurso del ente municipal. Sentimos un abandono del Salón por parte de la sociedad en general, porque muchas personas entran allí, se asombran de las cifras, pero salen y no pasa nada”.
Para Isabel González, antropóloga del Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia y cofundadora del Costurero de Tejedoras por la Memoria y del Salón, la situación en la que se encuentra el Salón refleja la crisis que viven las organizaciones de víctimas en el Oriente antioqueño. “Pensar en qué pasa con los espacios de memoria en el Oriente, es pensar en qué pasa con las asociaciones de víctimas, ¿cómo leer estas coyunturas que son tan importantes como en 2005? En ese momento había cientos de proyectos por la Ley de Justicia y Paz, ¿qué pasó que hoy no hay un fortalecimiento de verdad de las asociaciones de víctimas? En Argelia y Nariño, por ejemplo, las asociaciones se están reuniendo porque hay proyectos que priorizaron esos municipios, pero esa es la excepción a la regla. Siempre son recursos de afuera que activan esos asuntos, no se garantiza la continuidad de esos trabajos”, explica González.
Para el caso del Salón de la Memoria de Sonsón, González argumenta que hace falta compromiso por parte de la institucionalidad para que garantice la permanencia de por lo menos una persona experta en el municipio que promueva la elaboración de relatos de memoria renovados, acordes a la situación actual del país.
En eso coincide con Sandra Moreno, coordinadora del Nodo Antioquia de la Red Nacional de Lugares de Memoria, quien asegura que esa misma necesidad la padecen los tres lugares de memoria del departamento reconocidos por esa Red y gestionados por las víctimas: El Centro Social y Comunitario Remanso de Paz, de Pueblo Bello; el Salón del Nunca Más, de Granada, y el Centro de Acercamiento para la Reconciliación y la Reparación, en San Carlos. “En estos momentos hace falta que se promuevan proyectos que nos generen algún recurso porque la debilidad de estos lugares de memoria es que parten de un voluntariado y la mayoría de quienes impulsamos esos procesos somos cabeza de hogar, que debemos generar ingreso para sostener nuestros hogares. Sería muy bueno que el Estado pudiera garantizar un incentivo para que al menos dos personas por lugar puedan dedicarse de lleno a ese trabajo”, propone Moreno.
A Osorio, en Sonsón, nadie le paga para que mantenga limpio el Salón ni para que reciba a los visitantes que llegan a ese municipio con el interés de conocer sus historias. En su caso, el público más asiduo son los estudiantes de las instituciones educativas que buscan en ese lugar comprender mejor qué les pasó a las generaciones pasadas. Por eso, González sugiere que este tipo de espacios deben ser reconocidos a través de una política clara que les de el valor que realmente tienen como espacios pedagógicos que promueven reflexiones sobre lo que somos como sociedad.
Frente a la falta de apoyo por parte de la Administración Municipal de Sonsón, Hacemos Memoria buscó insistentemente al alcalde, Obed Zuluaga, y a la directora de la Casa de la Cultura, Alejandra Orozco Castaño, pero fue imposible contactarlos.