En el barrio Kennedy de Medellín, entre las carreras 83 y 84 y las calles 91 y 92, se encuentran un pequeño sector, una Junta de Acción Comunal y una institución educativa que llevan el nombre de Jorge Eliécer Gaitán. Cada 9 de abril los estudiantes, docentes y vecinos celebran el aniversario del colegio y de paso intentan mantener viva la memoria de Gaitán.
Por Natalia Maya
Fotos: cortesía I.E. Jorge Eliécer Gaitán
Veinte cuadras integran un pequeño territorio de Medellín del que ni los taxistas tienen mucha referencia. Su nombre es Jorge Eliécer Gaitán, un sector del barrio Kennedy, en la comuna 6, que entre 1979 y 1982 acogió a cientos de familias, en su mayoría afrodescendientes reubicadas por la Alcaldía de la ciudad.
Los primeros en llegar en abril de 1979 a estos terrenos, propiedad de la Corporación de Vivienda y Desarrollo Social del Municipio de Medellín, fueron cincuenta familias provenientes del barrio San Pablo, Nororiente de la ciudad, que se encontraban en alto riesgo por deslizamientos, y a quienes les prometieron adjudicarles los lotes y ayudarles con la construcción de sus nuevas viviendas.
En 1982 no les habían cumplido y la situación de esos primeros pobladores, especialmente de los niños, era crítica. Para ajustar, llegaron nuevas familias reubicadas, esta vez del famoso sector de Guayaquil por el inicio de la construcción del Centro Administrativo La Alpujarra. Las personas que partieron dejando sus ranchos lo hicieron animadas por la misma promesa que los primeros: que les construyeran sus casas propias en un barrio digno.
Comenzaron a cumplirles de a poco, pero con lo mínimo, les entregaron algunas casas pequeñas pero no los servicios públicos ni la iglesia ni el parque ni la escuela, y las calles las dejaron sin pavimentar. El desorden en el que se fundó el barrio durante estos primeros años motivó a sus habitantes a formar convites para levantar lo que hacía falta; entre rifas, bingos, reinados, ventas de empanadas y sancochos fueron uniéndose como comunidad.
La solidaridad de los vecinos, casi todos declarados liberales, llevó a la administración municipal a inventarse unas siglas para darle nombre al sector. “Siminval creo que fue como quisieron ponerle, que porque hacía referencia al sistema de valores de la gente o algo así, pero a nadie le gustó por rebuscado y en su lugar decidieron que se llamaría Jorge Eliécer Gaitán. Por esa época se cumplían 33 o 34 años de su asesinato y aquí tanto los afros como los indígenas inga que fueron llegando al barrio, se identificaban mucho con las ideas del caudillo liberal”, recuerda doña Beatriz Álvarez, presidenta de la Junta de Acción Comunal.
Nosotros no somos un barrio, somos un pueblo, aquí nos relacionamos de forma muy distinta a como ocurre en cualquier barrio, todos sabemos quién es quién, todos nos ayudamos y acompañamos en las buenas y en las malas”,
Beatriz Álvarez, presidenta de la Junta de Acción Comunal.
«La idea de homenajear a Jorge Eliécer Gaitán, de mantener viva su memoria, entonces, no provino de un mandato oficial o institucional sino de una iniciativa comunitaria que, aunque con los años ya no corresponde a una convicción militante, ha permitido que aún sobrevivan en la mentalidad de algunos habitantes del barrio pequeños símbolos en torno a lo que fue y no pudo ser Gaitán».
La Junta de Acción Comunal, construida con los ladrillos y materiales que cada vecino aportó, también tomó el nombre de Jorge Eliécer Gaitán, así como la escuela, que pasó de ser un basurero e incluso un cementerio, a ser una institución educativa que hoy es considerada la centralidad del barrio.
En 1994, cuando el municipio de Medellín expidió el mandato que creaba la escuela, envió a seis profesores que no tenían idea de que el sector existía y que mucho menos se imaginaban las condiciones que encontrarían, pues no había planta física. Las clases tuvieron que dictarlas en las salas de seis o siete viviendas, hasta que cinco años después, en 1999, les entregaron una pequeña construcción sobre un terreno que en la época más dura de la violencia en Medellín fue el lugar en el que abandonaban los cadáveres.
Yicmar Zapata, uno de esos seis profesores que en su momento fue rector encargado y que hoy continúa trabajando en la institución educativa, recuerda que el amor con que los acogieron los habitantes del sector fue lo que los obligó a quedarse, “se trataba de personas que estaban construyendo una comunidad con las uñas, que en sus inicios fueron motivados por las ideas de Jorge Eliécer Gaitán de trabajar por el pueblo y que veían con mucha esperanza que sus hijos pudieran educarse, así fuera en las salas de sus casas”.
Con los años la escuela creció, pasó a ser colegio y en 2013 se convirtió en una institución educativa con sede nueva, “una promesa que nos cumplió un político conservador que trabajaba con los líderes del barrio, muchos de ellos liberales”, cuenta entre risas doña Beatriz.
Los directivos de la institución educativa escogieron el 9 de abril como la fecha para conmemorar su aniversario. “Cada año, por esos días, celebramos la semana institucional”, cuenta Yicmar. “Tenemos como principio enseñarles a los estudiantes sobre la vida y la historia del caudillo, sobre la importancia que tuvo para el país y las ideas que promovió; hacemos sopas de letras, acrósticos, videos y obras de teatro sobre la época de Gaitán, todo en memoria de él”, concluye.
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