Se trata de un libro, de doce historias, de doce reporteros, de las incontables voces de un país del que, ya se sabe, ha crecido en la guerra. Se trata de una memoria reconstruida desde el periodismo, en la que se pueden leer los efectos del dolor y la resistencia en las regiones y gentes de Colombia. “Memorias: 12 historias que nos deja la guerra” resulta del esfuerzo de la organización de periodistas Consejo de Redacción y la entidad de cooperación Fundación Konrad Adenauer, para narrar la persistencia del conflicto armado y sus efectos en una sociedad herida.
Por Margarita Isaza
Fotografías: Consejo de Redacción
Memorias: 12 historias que nos deja la guerra convocó a doce periodistas a contar el país diverso del conflicto armado, a buscar en sus regiones y comunidades relatos concretos de una historia nacional que necesita persistencia, porque aún no ha sido comprendida.
Consejo de Redacción, que ya ha publicado los libros Pistas para narrar la paz y Pistas para narrar la memoria, se aventuró a reunir a sus asociados en un taller de tres días realizado en Bogotá, en el que, guiados por la directora de Hacemos Memoria, Patricia Nieto, y el director de Verdad Abierta, Juan Diego Restrepo, se discutieron preguntas para las que existen múltiples respuestas: ¿Cómo traer el pasado al presente? ¿Cómo narrar procesos de reconciliación, perdón e iniciativas de paz de personas o comunidades afectadas por la violencia en el país? ¿Por qué y para qué hacerlo?… Allí, los reporteros, algunos muy jóvenes, otros curtidos en los caminos de la investigación, propusieron ir a lo profundo de temas que se les hacían cercanos, aunque para reportearlos hubiera que acudir a los caminos de herradura o a la selva amazónica.
Fue así como, con la ayuda de editores experimentados, como Olga Behar, Ginna Morelo y Kevin García, asumieron el encargo de dedicarse durante un mes a entrevistar a sus fuentes, a volver a los archivos, a esculcar en álbumes familiares, a ir las veces que fuera necesario a los lugares de los hechos, a recuperar de la oralidad y del tráfago de las noticias, las historias “completas” o, mejor, el sentido completo de las historias.
Patricia Nieto, quien participó como editora final de la compilación, dice que Memorias: 12 historias que nos deja la guerra “es un lugar de encuentro de historias del pasado narradas desde el presente. Es una re-visión activa de acontecimientos del conflicto armado interno realizada a través de narrativas periodísticas. Se trata de historias construidas por reporteros con la colaboración explícita de personas que pueden dar testimonio de como la guerra sigue transformando sus vidas. En conjunto el libro es un aporte a la construcción de relatos que permitan dibujar la heterogeneidad de un conflicto armado que, por su naturaleza, requiere voces diversas para ser contado”.
Algunas de esas voces son las de Luz Marina Bernal, madre de Faír Leonardo, joven de Soacha que fue víctima de ejecución extrajudicial; Lesa Meza, líder campesina de Salaminita, corregimiento de Pivijay, Magdalena, que fue víctima del despojo de sus tierras; Gertrudis Nieto, madre de Jesús Amado, joven paramilitar asesinado en Sonsón; y Germán Ibáñez, gobernador indígena de la comunidad Coreguaje del Caquetá que tuvo que desplazarse con su gente hasta Puerto Leguízamo (Putumayo). Cada uno le contó su historia a un reportero, que lo acompañó en su casa, en su espacio, en su conversación, para dar testimonio de qué ha significado para ellos y sus comunidades el conflicto armado, la acción de los grupos legales e ilegales, la necesidad y el aplomo que han tenido para levantarse del dolor propio y luchar por los derechos perdidos y las verdades oscurecidas.
José Navia, Olga Behar, Edinson Bolaños, Andrés Córdoba. Autores de Memorias: 12 historias que deja la guerra.
Según Patricia Nieto, “las 12 historias aquí reunidas nos hablan del que podríamos llamar una Colombia real; de un país hecho de pasajes azarosos y brutales en los que miles de colombianos murieron y a los que millones de colombianos han sobrevivido. Algunos de los que siguen aquí, ponen sus voces en estas páginas y esperan que nos acerquemos para escucharlas. Sería un acto de reconocimiento con su dolor, que es el de todos, que abriéramos este libro con la intención de saber qué nos pasó y por qué. Tal vez sabiendo aquello podamos decir con seguridad ‘nunca más’ y a partir de esta certeza inventar formas de compartir este país sin matarnos”.
El 23 de noviembre, en la Universidad Javeriana, estas voces se alzaron para contar, ante públicos que aún no tenían el libro en sus manos, qué les había pasado y por qué habían decidido romper silencios. Los colombianos allí presentes, protagonistas de las historias “Salaminita se levanta”, “Coreguaje: voces de un despojo” y “Crímenes abyectos”, dijeron con unanimidad que su mayor anhelo es evitar la impunidad de los hechos que los afectaron y, para ello, además de tocar puertas en organizaciones e instituciones, es necesario que la historia se sepa, que otros puedan conocer las injusticias y los crímenes que han ocurrido durante el conflicto armado.
Lesa Meza habló sobre Salaminita y sus habitantes, quienes le contaron a la periodista Paola Benjumea cómo ha sido su cruzada por recuperar la tierra y poderla trabajar. “Poco a poco con el esfuerzo de todos y de las instituciones que nos han apoyado, hemos logrado vencer un poco a la impunidad. Es muy triste lo que nos pasó a nosotros: lo perdimos todo, quedamos con las manos en la cabeza y no sabíamos para dónde coger. Cada quien tomó rumbos diferentes. Cuando se nos dio la oportunidad y escuchamos del asunto de restitución de tierras, yo veía que nadie hacía nada, y con tantos años de ausencia del Estado, yo empecé a tocar puertas y bueno, se nos abrieron muchas. Hoy en día tenemos predios, pero están desolados: no hay vivienda, no hay nada. Esperamos la pronta reconstrucción de nuestro pueblo, un pueblo que tenía unas 49 casas y donde vivíamos unas 150 familias que trabajábamos la ganadería, la agricultura; el campo era nuestra vida. Ahora queremos contar nuestra historia para que eso no quede en la impunidad; para que el mundo sepa qué nos pasó y que se haga algo por rescatar lo que perdimos”.
Germán Ibáñez relató lo que vivió su pueblo, la comunidad Coreguaje cuya historia de desplazamiento y resistencia fue contada por la reportera Edilma Prada. “Vivo en Leguízamo. Soy de Caquetá y por la guerra mataron a la gente indígena y nos tuvimos que ir. Una vez mataron a catorce personas indígenas. En 1999 hubo una guerra que la gente no sabía para dónde coger. Y por eso nos tocó desplazarnos a Puerto Leguízamo. Estuvimos 32 familias, una comunidad entera, y nos fuimos para allá. Dejamos los animalitos, las casas, la comida. Llegamos a Leguízamo luego de 15 días bajando por la selva. Nos presentamos a la Personería y estuvimos seis meses en una carpa. Después de eso, hicimos el ranchito y ahí vivimos en el 2004 y el 2005, con ayuda de otra casa indígena, que no son Coreguaje sino Murui. Ahora vivimos en tierra prestada por ellos. Todo lo perdimos y ahora necesitamos que la historia se conozca. Estamos contentos en Leguízamo, ya dejamos atrás la guerra, pero queremos vivir en una tierra nuestra”.
Luz Marina Bernal, una madre de Soacha que clama por justicia y verdad en más de 6 mil casos de ejecuciones extrajudiciales, habló de su lucha, que la periodista Diana Salinas retrató en el libro. “Viví 48 años en Colombia, ignorando que a mi alrededor había una guerra interna, un conflicto armado, donde cada cinco minutos había una violación diferente a los DDHH. Mi hijo desapareció el 8 de enero del 2008 y fue asesinado por la Brigada Móvil N.° 15 en Ocaña, Norte de Santander, donde lo hicieron pasar por jefe de una organización narcoterrorista. El 16 de septiembre logré identificarlo en Medicina Legal, donde me informaron que se encontraba en una fosa común en Ocaña, y el 23 de septiembre tuve la posibilidad de viajar a recuperar los restos de mi hijo. ¿Por qué me sumé a buscar esa verdad? Porque yo creo que como madre, parí a mi hijo para la vida, pero él me parió para una lucha, para conocer que en Colombia hay miles y miles de violaciones a los DDHH. Creo que el caso de las madres de Soacha se convierte en un caso emblemático, donde descubrimos la masividad de las ejecuciones extrajudiciales a lo largo y ancho del país. Es importante visibilizar, mostrar esto; por eso me he sumado: no solo por el caso de mi hijo y de Soacha. En este momento sin pretender quitarles la voz a cada una de las víctimas de este país, me he tomado la tarea de hablar por un país, por todas las víctimas que no han tenido voz, y he ofrecido mi vida para apoyar a cada una de las víctimas. Mi tarea es, pues, encontrar a mi hijo y buscar que en este proceso que se está llevando, todos los casos extrajudiciales se reconozcan históricamente como crímenes de lesa humanidad”.
Además de las historias de Salaminita, el pueblo Coreguaje y las madres de Soacha, en el libro se relatan otras geografías y voces que hacen parte de la herida colombiana. Memorias: 12 historias que nos deja la guerra está disponible para su consulta, aquí; el mismo será utilizado como material pedagógico en comunidades, escuelas y espacios de discusión periodística.