El sociólogo y politólogo alemán Rousbeh Legatis asegura que la construcción de paz en Colombia es un proceso que adelanta la sociedad civil desde hace más de dos décadas, a pesar de estar inmersa en situaciones de extrema violencia por la confrontación entre fuerzas estatales, grupos insurgentes y paramilitares. Este experto en experiencias interculturales en post-conflicto, acompañó a los estudiantes del Diploma en Memoria Histórica, organizado por el proyecto Hacemos Memoria.
Por Juan Camilo Castañeda
Según Rousbeh Legatis, tras la firma del Acuerdo Final entre el Gobierno será clave la actuación de la sociedad civil organizada en el proceso de la transformación de la conflictividad violenta en el país. Además, cree que los actores involucrados en el proceso de negociación deben comprometerse con la construcción de paz para que lo pactado responda a las realidades que viven los colombianos.
Legatis llegó a Colombia hace una década, con el propósito de acompañar el trabajo de la organización Medios para la paz. Esta experiencia le permitió entender cuál ha sido el papel de los medios en el cubrimiento del conflicto colombiano y cuáles son los aportes del periodismo a la construcción de paz.
En el 2013, trabajó con el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en la elaboración de un análisis conceptual y político del papel que desempeña el CNMH en la construcción de paz y la transformación de conflictos.
Legatis acompañó a los estudiantes del Diploma en Memoria Histórica que ofrece el proyecto Hacemos Memoria. En esta entrevista habla de la construcción de paz en Colombia y de la importancia de la memoria en este momento de transición.
¿Cómo entiende el concepto de paz?
Yo no creo en el concepto de la paz, por eso uso el término transformación de conflictos. Muchas personas en el mundo académico y en las comunidades dicen que la paz es el corazón y que la transformación de conflictos hace parte de la construcción de paz. Por esta razón, debemos hablar de paz, aunque sea un concepto muy controversial.
Analíticamente, la paz es un vehículo político que le sirve a cualquier corriente política. Se puede evidenciar con las distintas concepciones de paz que hay: la paz liberal, la paz positiva, la paz negativa, la paz energética, la paz imperfecta. Estos adjetivos dicen mucho del concepto de paz. Si vemos la paz como un vehículo político, podemos entender que cuando un funcionario del gobierno usa esta palabra está enunciando su visión del futuro.
Es muy importante que tratemos de cuestionar la paz en cualquier situación, pero de una manera constructiva, que permita comprender y reconocer qué hay detrás de este concepto, solo así podemos empezar a trabajar en la construcción de paz.
Ahora que se está implementando el Acuerdo de Paz que firmaron el Gobierno y las Farc, ¿es posible pensar en la construcción de paz en Colombia?
Por lo general, los medios de comunicación y los discursos públicos, no solo los del gobierno, muestran la lógica del conflicto como una ola. Al comienzo, el conflicto es escalamiento, y el punto más alto de esa ola es la guerra; luego viene el desescalamiento y, al final, la paz. Bajo esa lógica, con la firma del Acuerdo Final, Colombia está en el desescalamiento. Por lo general, este enfoque lineal no ayuda mucho a entender la complejidad social, política y cultural del conflicto en un país como este.
Analicemos esta coyuntura: el Acuerdo Final es un pacto político entre élites del Gobierno y de las Farc; además, es importante decir que es un aporte a la transformación del conflicto, y que en la construcción de la paz también deben estar presentes esas élites.
Cuando uno mira la realidad de la sociedad civil, se encuentra con que la construcción de paz y los esfuerzos para transformar el conflicto requieren un proceso larguísimo que lleva más de dos décadas, es algo que necesitamos aprender y observar para entender la evolución del conflicto.
Ahora, la tarea es conectar las dinámicas nacionales; es decir, que el acurdo que firmaron las élites para aportar a la transformación del conflicto, concuerde con las lógicas locales y regionales donde se construye la paz.
¿La transformación de conflictos y la construcción de paz se pueden ver afectadas por nuevos tipos de violencias?
En este momento, hay huecos de poder político y esos huecos están siendo ocupados por otros actores de violencia. Eso pasa porque no hay alternativas, porque no hay presencia de instituciones estatales en estas regiones. Lo mismo ha sucedido en otros países que han transitado un proceso similar; entonces, lo que pasa en Colombia es algo común en escenarios de la conflictividad y de transformación de esos conflictos.
Pero lo que está pasa es algo muy crítico y desafiante, porque esas nuevas formas de violencia significan la inestabilidad en la construcción del proceso político, ahora que estamos hablando de paz. Mi esperanza es la sociedad civil, personas activas que quieren cambiar algo. Las acciones de la población han cambiado dinámicas a nivel micro: a pesar de las acciones violentas, la sociedad civil continuó a trabajando en la construcción de la convivencia pacífica con sus vecinos y comunidades.
En la transición, se deben fortalecer los movimientos y estructuras de la sociedad civil para que velen por el cumplimiento de los acuerdos. Sabemos que es un proceso de varios años, aunque los medios y los políticos están en una lógica muy apresurada, ellos están creando expectativas dentro de la población, lo que nubla la compresión del momento político que tenemos.
¿Qué función cumple la memoria en este proceso?
La memoria es un constructo social muy dinámico, tiene varias capas y nos sirve en diferentes momentos políticos y para diferentes objetivos. En este momento, nos sirve sobre todo para reconocer lo que pasó en este país. Por ejemplo, con la memoria construida por el Centro Nacional de Memoria Histórica, como entidad y discurso estatal, ya no es posible negar lo que pasó. Aunque puede ser muy controversial, es muy importante el papel que cumple la memoria en la transformación de conflictos; por su puesto, ese papel cambiará en escenarios futuros, por ejemplo, cuando las futuras generaciones de colombianos tengan que aprender lo que ocurrió durante la guerra lo harán a través de la memoria cultural, una memoria que no han vivido, pero que construyó la sociedad colombiana, una memoria que les ayudará a entender lo que pasó.
También estamos en un momento en el que el pluralismo de la memoria es muy importante. Todos los actores que han hecho parte del conflicto en el país, como el Ejército, probablemente las Farc, pero también sectores como los empresarios, y por su puesto la sociedad civil, realizarán sus ejercicios de memoria. Y lo importante es que se genere un diálogo y un reconocimiento de esas diferentes memorias como un ejercicio democrático en la sociedad.
¿Cuáles son los aprendizajes que ofrece la experiencia alemana a Colombia?
En Alemania hemos visto las diferentes funciones que tiene la memoria en el transcurso del tiempo. Al principio, hubo mucho silencio, nadie quería hablar de lo que pasó. Después la gente despertó. Este proceso fue motivado por los intelectuales judíos que regresaron. No fue un debate que nació en Alemania, se trató de un intercambio intercultural que planteó una pregunta: ¿Qué papel tuvo la sociedad alemana en el régimen del nacionalsocialismo? Esa pregunta la planteó los hijos de esas personas que vivieron durante el régimen nazista, para cuestionar a sus padres. Esto fue fruto del movimiento estudiantil y de ciertos procesos de emancipación política. Esta pregunta también se la pueden hacer ustedes como colombianos, teniendo presente que son dos contextos diferentes.
Lo que uno ve en el caso de Alemania, setenta años después de la guerra, es que la memoria cambió siempre. Nunca fue algo finito ni estático; además, fue usada por actores políticos de diferentes maneras. Eso va a pasar en Colombia, ustedes van a construir algunas versiones de lo que ocurrió aquí, pero quien sabe cómo se referirán a esas memorias en el futuro.
En Colombia están empezando los procesos de memoria, y todavía hay dimensiones de ella que no gustan tanto, es un proceso que dura mucho tiempo y es importante para la sociedad y su crecimiento. Pero la memoria en sí no es portadora de paz en ningún país del mundo, y aquí no será la excepción.