El antes y el ahora de la defensa de los Derechos Humanos

¿Cómo se han transformado los mecanismos de defensa de los Derechos Humanos en Colombia? Hacemos memoria le planteó esta pregunta a Julio González Zapata y a David Enrique Valencia, abogados y profesores de la Universidad de Antioquia. En esta entrevista dan algunas pistas que permiten identificar cambios en los discursos que promueven los Derechos Humanos.

Por Elizabeth Otálvaro y Esteban Tavera
Fotografías: Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

El año 1987 fue tenebroso para Medellín: asesinaron a los profesores Héctor Abad Gómez, Leonardo Betancur Taborda, Pedro Luis Valencia Giraldo y Luis Fernando Vélez Vélez. Todos, además de ser profesores, hacían parte de comités de defensa de los Derechos Humanos y ese fue el motivo de su muerte. Era una época en la que para ejercer esa labor sin que significara perder la vida, había que someterse a los vaivenes de la clandestinidad.

¿Cómo es que ha cambiado la labor de defender los Derechos Humanos, al punto que, aunque sigue acarreando peligros, hasta el mismo Estado la promueve y la legitima? Para responder a esta pregunta, Hacemos Memoria consultó las opiniones y reflexiones de dos expertos en el tema.

Ellos son Julio González Zapata y David Enrique Valencia, abogados y profesores de la Universidad de Antioquia. La cercana relación que tuvo Julio González con muchos de los líderes fundadores del Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos en Antioquia le permite situarse en el contexto en el que surgieron las primeras organizaciones enfocadas en esa labor e identificar los cambios que han operado en el país en relación con dicho compromiso.

A eso se le suman los aportes de David Valencia, quien ha estudiado las relaciones entre diferentes aspectos del derecho y el conflicto armado. Su mirada global del problema le permite aludir a la historia del país para mirar críticamente los cambios que han sufrido discursos como el de los Derechos Humanos y los derechos de las víctimas.

En primer lugar, queremos indagar los orígenes de los movimientos de Derechos Humanos en Colombia, ¿en qué contexto surgen?

Julio González

Julio González Zapata (J.G.Z.): Para hablar de movimientos de Derechos Humanos en Colombia tenemos que situarnos al final de la década de 1970 y, concretamente, en el gobierno de Turbay Ayala. En ese Gobierno se presentaron algunos fenómenos de manera masiva, principalmente torturas y desaparición de personas; inclusive, había disposiciones legales, como el artículo 28 de la Constitución de 1886, que le permitían al ejecutivo detener personas sospechosas y mantenerlas incomunicadas durante diez días –esa norma fue ampliamente utilizada por todos los gobiernos, especialmente por el gobierno Turbay Ayala–.

Jorge Orlando Melo, en uno de sus artículos, calcula que en los 4 años de Turbay unas 50 mil personas fueron detenidas bajo ese mecanismo y gran parte de ellas fueron torturadas; inclusive, se habló de sitios específicos de tortura, como las caballerizas del ejército en Usaquén.

Los movimientos de Derechos Humanos, paradójicamente, nacieron de arriba, de sectores muy pudientes y muy reconocidos políticamente. Por ejemplo, el primer promotor en Antioquia del Comité de Defensa de los Derechos Humanos fue Alfredo Vásquez Carrizosa, un señor importantísimo del Partido Conservador y quien, por ejemplo, había sido canciller en el gobierno de Misael Pastrana Borrero. Al lado de este señor trabajaban una cantidad de personajes de ese talante como Gabriel García Márquez o Enrique Santos Calderón. Ese es, entonces, el germen de los defensores de los Derechos Humanos, que básicamente se proponían, como tarea fundamental, denunciar todos esos atropellos del Estado y de los organismos de seguridad: del Ejército y la Policía. Obviamente, tenían una perspectiva también preventiva, suponían que denunciar eso, darlo a conocer, podía impedir que se extendiera.

¿En qué momento hay un cambio en esa perspectiva?, ¿pueden identificarse algunos hitos en la transformación de la lucha por los Derechos Humanos?

David Enrique Valencia
David Enrique Valencia (D.E.V.): En esa historia uno sí alcanzaría a identificar unos hitos que permitieron esa transformación de los Derechos Humanos. El primero viene de los procesos constituyentes en toda América Latina. Esos procesos en gran parte fueron promovidos por esos grupos de defensa de Derechos Humanos bajo la pretensión de limitar el Estado, un Estado que se ejercía de manera arbitraria e irracional con el poder penal especialmente.

Una vez se produce ese fenómeno de constitucionalización, también se advierte un proceso de profesionalización; claro, los movimientos pioneros de Derechos Humanos estaban organizados pero no profesionalizados. Ese proceso constitucional hacía parte de una serie de reformas de la Guerra Fría que buscaban modernizar los Estados a través de las constituciones, todo eso ocurrió en medio de la disputa de poderes de la guerra. Eso también incidió en el papel de los movimientos de Derechos Humanos que empezaron a ser veedores de los discursos internacionales en torno a lo que se entendía por el Estado y el funcionamiento de los sistemas penales.

Otro hito que me ha parecido importante en esa transformación es el papel del delito político. En esos grupos de Derechos Humanos de antes muchos abogados que se dedicaban a defender personas, que desde el discurso de la seguridad nacional eran criminalizadas como insurgentes y a su vez tratadas con el derecho penal del enemigo, se encargaban de realizar sus funciones al interior de los procesos penales y bajo la idea de la defensa. Pero las lógicas de la Constitución limitaron ese ejercicio. El delito político a nivel internacional no es reconocido, de hecho hay una discriminación especial hacia esos grupos, pasaron de ser entendidos como delincuentes políticos a considerarse terroristas.

J.G.Z.: En ese panorama que señala David, la Guerra Fría es un asunto muy importante. Cuando uno rastrea el origen de esas grandes organizaciones de Derechos Humanos encuentra que normalmente fueron patrocinadas por los gobiernos o entidades norteamericanas o inglesas, pero su radio de acción eran los países del Este, y básicamente se entendía que era allí donde se violaban los Derechos Humanos. Naturalmente, se privilegiaban aquel tipo de derechos que en esos Estados estaban más restringidos; por ejemplo, la libertad de prensa, de asociación, la libertad de locomoción.

Después de que colapsa la Unión Soviética es que comienza la banalización de los Derechos Humanos. Un típico delito de Estado, un típico delito de violación de los Derechos Humanos, como la tortura, empieza a redefinirse y se dice que lo puede cometer cualquiera, entonces, eso va haciendo que los Derechos Humanos se conviertan es en un aliado del poder punitivo, no en una resistencia al Estado.

Si posterior a los procesos constituyentes es que se profesionaliza la labor, ¿cómo se ejercía antes?

J.G.Z.: Esas primeras organizaciones o esos primeros comités de Derechos Humanos estaban conformados por personajes muy reconocidos que tomaban esa defensa política como una posición ética, y era una actividad adicional a la que ejercían como médicos, abogados, profesores, académicos. Ya después uno va a encontrar realmente es profesionales de los Derechos Humanos; es decir, personas que se pueden dedicar de tiempo completo a esa actividad. Antes no, a nadie le financiaban eso, o si había un financiamiento era logístico, para hacer eventos de denuncia, publicaciones, ayudar a gente a salir del país.

Esas personas eran miradas, sobre todo por el Estado, con mucho recelo. Solo personajes como García Márquez, Vásquez Carrizosa o Enrique Santos podían hablar de eso porque su reconocimiento social y político les daba cierta inmunidad, pero que un sindicalista o cualquier anónimo estuvieran defendiendo los Derechos Humanos era peligroso para su seguridad. Inclusive era riesgoso para personajes no tan anónimos. Mire la historia del Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos de Medellín. Es muy triste, ejerciendo esa labor murieron Luis Fernando Vélez, Carlos Gónima, Jesús María Valle, Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur, y Carlos Gaviria Díaz fue exiliado.

No quiere decir que hoy defender los Derechos Humanos no sea riesgoso, lo sigue siendo. A veces, los riesgos no provienen del Estado, sino de los grupos que ha perseguido: la guerrilla, las bacrim y los paramilitares. Cuando mataban a un defensor de Derechos Humanos en ese tiempo se sabía de dónde venía; probablemente, no se podía identificar a los individuos, pero era el Estado.

En el panorama actual de la defensa de los Derechos Humanos, ¿cómo ha influido el discurso emergente de la defensa de los derechos de las víctimas?

J.G.Z.: Entre las primeras formas de defender los Derechos Humanos y estas últimas uno vería unos desplazamientos muy claros. Los defensores de los Derechos Humanos se preocupaban porque el Estado no se excediera y cumpliera sus obligaciones. En ese entonces, el sujeto de los Derechos Humanos era el ciudadano maltratado por el Estado. Hoy en día, ese ciudadano desaparece y, para reclamar, se requiere la condición de víctima. Ya nadie suele hablar de los derechos del ciudadano frente al Estado sino de los derechos de la víctima. Se instrumentaliza todo eso en materia punitiva y se pasa de comprender el proceso penal como un espacio para que el Estado defina la responsabilidad de una persona que eventualmente ha cometido un delito, a afirmar que el proceso penal es un instrumento que tienen las víctimas para hacer valer sus derechos. Esos ciudadanos que el Estado afectó, hoy son las víctimas que reclaman derechos no solo contra el Estado sino también contra los delincuentes.

D.E.V: En ese fenómeno que describe Julio hay una transformación no solo en la referencia del ciudadano y la víctima, sino en toda la dimensión discursiva que hay entorno a cada uno de esos sujetos. El ciudadano o el oprimido tenían una estrategia de movilización muy clara: transformar las estructuras políticas, cambiar el statu quo; diferente a lo que pasa hoy en día con la víctima.

Hoy en día, la víctima simplemente busca ser reconocida como el sujeto pasivo de una norma y que se aplique una consecuencia; es decir, es una práctica muy legitimadora del statu quo, es la realización del derecho y a lo máximo que llega, en algunos casos, es a la creación de leyes. Entonces, se vuelve como una especie de círculo vicioso legitimador del sistema jurídico y del sistema social: entre más víctimas, más derecho y entre más derecho, más institucionalidad. Nunca nos preguntamos por los fenómenos que generan exclusión y victimización de algunos grupos o de algunas personas.

¿Será que simplemente las mujeres son discriminadas porque hay hombres malos por naturaleza que deben ser castigados y así prevenir la violencia de género o será que eso hace parte de un contexto de violencia contra la mujer, un contexto generado por estructuras culturales, religiosas? Entonces esas estructuras que generan victimización y exclusión quedan intactas, se blanquean con el discurso de la víctima.

¿Podría predecirse una nueva transformación a raíz de este proceso de paz?

D.E.V.: Podría anticiparse, no sé si un cambio, pero sí la profundización de unas líneas que ya se venían advirtiendo desde que se produjeron los procesos constitucionales. Por ejemplo, el cambio del papel del Estado en el respeto o no de los Derechos Humanos es muy importante. Luego de los procesos constitucionales que depuraron la separación de poderes y que afinaron algunas instituciones para lograr un mayor respeto de los Derechos Humanos por parte del Estado, se trasladó la responsabilidad del Estado como principal violador hacia unos sujetos que cometen ciertos delitos contra grupos poblacionales considerados especialmente desaventajados. Aparecen entonces las mujeres, los grupos con identidad especial de género, los grupos étnicos, raciales, como los grupos en los que recae la protección de los Derechos Humanos.

La profundización de esa concepción podría ser un peligro para los mismos Derechos Humanos porque afianzaron el poder penal sin advertir que los grupos poblacionales vulnerables son los principales perseguidos por ese poder. Entonces, cuando los ciudadanos se pronuncian a favor de las leyes penales podría llegar el momento en el que caigan en la mira de estos instrumentos o que sean las principales víctimas de estos.

J.G.Z.: Hay unas preocupaciones hoy en día en ciertos sectores, algunos de ellos vinculados a los Derechos Humanos que resultan muy problemáticas, por ejemplo, la preocupación por la seguridad. Hoy se hacen una cantidad de discursos acerca de la seguridad y muchos de esos discursos son próximos a los defensores de Derechos Humanos: la seguridad ambiental, la seguridad alimentaria, la seguridad humana. Entonces uno se pregunta: pero, ¿no fue contra eso que se luchó? Luchamos contra la seguridad del Estado y hoy nos inventamos mil seguridades para defender, ¿no estamos cayendo en la misma trampa?