En vez de ocultar la histórica relación de Colombia con el narcotráfico debemos evidenciarla. O al menos eso opina el académico y crítico de televisión Omar Rincón.

Por: Yhobán Hernández

Reconstruir la memoria de la violencia generada por el narcotráfico en Colombia es un proceso difícil, porque es un relato que se quiere excluir de la historia nacional. Parte del problema con este fenómeno, según Omar Rincón, es que “queremos reivindicar el narco como el eje de todos los males”, y nos negamos a “asumir que lo narco nos marca en nuestra historia y nos determina como sociedad”.

En entrevista con Hacemos Memoria, el docente de la Universidad de los Andes y crítico de televisión expresó que, para construir esta memoria en toda su complejidad, debemos salirnos del discurso de los buenos y los malos y asumir la responsabilidad como sociedad.

Omar, hay un desafío en la sociedad colombiana, y particularmente en la antioqueña, en cuanto a reconstruir la memoria acerca de lo narco, ¿qué elementos debemos tener en cuenta para construir ese relato de la mejor manera posible?

Contar la memoria nunca tiene certeza, es un duelo de relatos, una construcción de ficciones. Por ahora lo narco lo queremos destruir como relato estético, como relato de la dignidad colombiana, como relato de Pablo Escobar, como relato de los pobres accediendo al capitalismo, como el relato de los jóvenes encontrando modos de vida, como el relato de una estética del exceso, como el relato del todo vale.

Queremos excluir ese relato de la historia colombiana y queremos reivindicar el narco como el eje de todos los males: no hay paramilitares, hay narco; no hay guerrilla, hay narco; no hay corrupción, hay narco; no hay malos políticos, hay narco. Entonces, tenemos una bipolaridad muy complicada, porque para todos los males lo narco sí nos sirve, pero para todo lo que es construir el nuevo país no nos sirve.

Entonces tenemos una historia oficial del narco, construida por la Policía Nacional, por el Gobierno, por la historia oficial, en la cual los narcos son los culpables de todos los males de Colombia. De otro lado, tenemos una historia del narco construida vía las narconovelas, la literatura, el arte; en la cual el narco comienza a ser un héroe popular que accedió al consumo capitalista a pesar de la exclusión. Y tenemos un relato popular de que el narco es un héroe del barrio, un héroe del territorio que dio trabajo, dinero y posibilitó el consumo cultural. Lo que tenemos que hacer es amplificar y expandir los relatos. Que haya muchos más relatos: el relato de los periodistas, de los académicos, de los empresarios, de las mujeres, de los jóvenes… El relato en su amplia expresión.

Yo creo que el problema con el monopolio de un solo relato sobre lo narco nos mata la posibilidad de ver muchas otras cosas que hay. Nos habitan muchos discursos y creo que la idea para poder avanzar es asumir que lo narco nos marca en nuestra historia y nos determina como sociedad, pero a su vez el narco nos vinculó al mundo y nos hizo acceder al consumo del capitalismo.

¿Se podría decir que ese término de lo narco terminó siendo parte de una estrategia de marketing que está dejando por fuera a otros sectores? Es decir, la palabra narco refiere el tráfico de narcóticos, pero deja por fuera otras mafias que hacen parte del mundo del crimen e incluso a sectores de la legalidad que se benefician de esos negocios

Lo narco tiene muchas vías, una es el adjetivo de clase. En Colombia se adoptó como adjetivo de clase usado para cuando se quiere construir a otro sujeto como alguien de mal gusto, de clase baja, pobre, delincuente, ilegal, paraco, indeseable; otro que es distinto a mí que soy el honesto, el cuerdo, el bueno. De ahí se derivan términos como narcocine, narcotours, narcoarquitectura, narcomujeres, narco todo. Entonces es un adjetivo para catalogar negativamente al otro y reproduce el discurso clasista que ha marcado a Colombia históricamente, en el cual unos sujetos creen que son bien y tienen la posibilidad de clasificar a otros como personas mal.

Lo segundo es que cuando uno escucha que un expresidente les dice a sus senadores: “voten mi ley antes de que los echen a la cárcel”, “no respeten la ley”, o ante una petición de la justicia responde que es “persecución política”, eso es un comportamiento narco. Igual que cuando una persona no paga sus impuestos sino que los elude y hace famoso eso.

Yo creo que el narcocapitalismo es lo que habitamos en Colombia, en la cual todo vale menos la legalidad, todo vale menos lo colectivo, todo vale menos la solidaridad de los derechos humanos, todo vale menos el pensar en un contrato colectivo.

Omar Rincón conversó con Patricia Nieto en la cuarta sesión de “Reflexiones ciudadanas sobre lo narco”, realizada el 29 de julio en el Museo de Antioquia. Foto: Yhobán Hernández.
Omar Rincón conversó con Patricia Nieto en la cuarta sesión de “Reflexiones ciudadanas sobre lo narco”, realizada el 29 de julio en el Museo de Antioquia. Foto: Yhobán Hernández.

¿Cómo transformar el relato de lo narco, así como el de la paz, para ponerlos en positivo y en clave de futuro?

Básicamente el discurso mediático o el discurso populista es bipolar o dualista, maniqueísta de buenos y malos. Yo creo que en esto todos tenemos de malos y todos tenemos de buenos. Creo que lo que hay es que ampliar los relatos. La única opción que tenemos es no olvidar, si no evidenciar la variedad de relatos que nos habitan. Segundo, deconstruir mis verdades como únicas y pensar que las otras no tienen una verdad posible. Tercero, habitar todas las ambigüedades de este relato que tenemos. Cuarto, comenzar a buscar unos mecanismos expresivos distintos. Y quinto, crear un diálogo colectivo de sociedad en el cual seamos capaces de empezarnos a reconocer todos como parte del relato y de la conversación pública.

Creo que es la conversación pública, la diversidad de relatos y el asumir cada uno la responsabilidad de lo que hemos construido, lo que nos lleva a decir que lo narco, la guerra y la violencia nos habitan.

Respecto a la paz hay que asumir que es un relato de país que hay que empezar a construir. Entonces, no es un relato hacia atrás sino hacia adelante. A los amantes de la guerra les gusta el pasado porque es una forma de enfatizar los odios, pero para los habitantes del futuro implica empezar a habitar ese país de una manera distinta. La paz habla de comenzar a construir nuevos relatos de convivencia colectiva.