La imagen que me viene a la memoria es la de la profesora que detrás de su apariencia serena, tenía gran rigor y audacia académica, e inspiraba una mezcla de respeto, confianza, y admiración.

Por: Esperanza Echeverry López
Profesora de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia

La conocí contribuyendo a crear el INER, y luego la reencontré como mi profesora y directora de tesis en la Maestría en Ciencia Política. En ese entonces, no advertía la estatura intelectual y académica de esa mujer afable, de infaltables mochila, cigarrillo y cuaderno de clase, que nos presentaba de manera amena la historia sociopolítica de Colombia. Admiraba esa disciplina de llevar siempre sus cátedras preparadas en ese cuaderno que hubiese querido fisgonear, y de despertar en sus alumnos el entusiasmo y las preguntas densas que iban surgiendo al combinar el análisis histórico, con la interpretación de la coyuntura. Con frecuencia, sus estudiantes, robábamos tiempo a nuestros compromisos laborales para quedarnos conversando y tomándonos un tinto, en la cafetería de Derecho. Allí continuaba “la clase”, entremezclada con los comentarios acerca de la cotidianidad de la Universidad, de las asambleas de profesores y estudiantes, y de los acontecimientos del país. Empezaban, entonces, a acercarse otros compañeros y profesores de historia, de sociología, de economía, etcétera, y aquello se convertía en una tertulia matutina, con una polifonía de saberes y experiencias.

A través de la Maestría en Ciencia Política, de la cual siempre me he sentido orgullosamente egresada, y de esos rituales de la palabra, fui descubriendo otra faceta de la maestra sabia, la mujer afable, la analista política valiente y contundente, pero respetuosa, que hablaba con todos y todas: ella representaba un referente para estudiantes profesores, para otros académicos nacionales e internacionales y, en general, para quienes buscábamos acercarnos a la comprensión del conflicto y de las realidades sociopolíticas colombiana y latinoamericana.

Destaco de la trayectoria vital y académica de María Teresa: su capacidad visionaria, representada en una amplia producción académica, para descifrar las claves y proponer nuevas categorías teóricas acerca de, entre otros temas, la configuración de la nación y de las ciudadanías en Colombia, la historia social y política del país, con especial interés en el siglo XIX, la constitución conflictiva de territorios y regiones, de un orden político violento, y la investigación sobre las poblaciones excluidas. Además, menciono la generosidad para compartir, con todos los públicos, sus conocimientos con la misma pasión y compromiso: desde estudiantes, colegas, académicos reconocidos, partidos políticos alternativos, hasta organizaciones sociales y comunitarias. Esta es una muestra de su talante democrático. Finalmente, su entereza para continuar trabajando, a pesar del exilio, al cual la obligó la intolerancia de quienes consideraban su lucidez académica y política una amenaza a intereses opuestos a la construcción política libre y plural.

La Universidad es portadora y beneficiaria de ese inmenso legado humanista y académico de la profesora María Teresa al pensamiento político y a las ciencias sociales de América Latina.  Como comunidad académica tenemos el deber de preservarlo y difundirlo.