De las cerca de 200 personas que se encuentran en ese Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación ubicado en Dabeiba, Occidente de Antioquia, dos pudieron rehacer su vida como pareja y hoy reparten el tiempo entre las tareas asignadas y el cuidado de su familia.
Por: Carlos Olimpo Restrepo S
Cuando las Farc crearon el frente 34, en 1990, Sandra Patricia Restrepo ya llevaba unos años en esa guerrilla, no dice cuántos: “eso sigue siendo reserva del sumario”. Luis Norbey Caicedo ingresó un año más tarde a esa unidad, que extendía sus operaciones por cabeceras, centros poblados, selvas y ríos de Urrao, Betulia, Santa Fe, Frontino, Dabeiba, Cañasgordas, Murindó y Vigía del Fuerte, en Antioquia, y Atrato Medio y Bajo y parte del Darién, en Chocó.
En 1993, Luis Norbey fue trasladado de Chocó a San José de Urama, corregimiento de Dabeiba por el que han pasado muchas guerras, desde 1948 hasta hoy. Allí estaba Sandra y casi de inmediato se hicieron pareja, con autorización de sus mandos.
Pero seis meses después ella fue asignada a una “comisión de finanzas” en otra zona del mismo frente y él se quedó en el Occidente de Antioquia. En 1994, Sandra resultó herida en combate, capturada. Desde entonces, hasta 2016, estuvo en una cárcel.
Luis Norbey correría una suerte similar a finales de los noventa, pero su condena fue más corta y, al salir, “me volví a presentar”, es decir, regresó a las filas guerrilleras, que lo asignaron al frente “Aurelio Rodríguez”, que se movía por el sur de Antioquia y norte de Caldas y Risaralda. Pero allí volvió a ser capturado tras un combate, en 2007, cuando su unidad estaba casi eliminada, y sentenciado a 51 años de cárcel.
Las conversaciones de La Habana entre el Gobierno y las Farc les dieron la oportunidad de salir, por el acuerdo alcanzado para la liberación de los prisioneros de esa guerrilla. Y ellos, que estaban en contacto telefónico y por redes sociales desde unos meses antes, se pusieron de acuerdo para reencontrarse en Llano Grande, Dabeiba, uno de los sitios pactados para la concentración de las fuerzas guerrilleras que se iban a desmovilizar.
Hoy, en ese Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Sandra Patricia Restrepo hace parte de la Junta Directiva que administra el lugar y es agente escolta, es decir, apoya la seguridad de algunos de los mandos desmovilizados que están o pasan por allí. Luis Norbey Caicedo fue escogido como secretario del Comité de Género y, además, lleva el registro de los proyectos que proponen y ejecutan los excombatientes, tanto dentro como fuera del lugar.
Y ambos comparten una de las casas prefabricadas, levantadas en lo alto de una montaña estratégica, desde donde se observan el cañón de Chimiadó, hacia el occidente, y el nudo de Paramillo, hacia el nororiente; que por décadas controlaron las Farc. En aquel lugar, además de las tareas asignadas, cumplen hoy con su papel de padres, pues dos de los hijos de Sandra, en edad escolar, viven y estudian allí.
“Somos una familia, la comunidad, los del ETCR, la Policía, el Ejército hacemos proyectos conjuntos, compartimos entre todos. No queremos que el proceso sea visto solo como de exguerrilleros”, explica Sandra Patricia.
“Esto es una familia de verdad. El proceso no está andando lo mismo en todo el país, pero aquí con la comunidad, los excombatientes, el buen liderazgo de Farc la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, la misión de la ONU, poco a poco se ha construido esta unidad”, sostiene Hamish Low, neozelandés que estuvo año y medio en la zona, en el equipo de verificación del Acuerdo de Paz.
Luis Norbey reconoce que la guerra deja rencores profundos, difíciles de superar. “Por eso trabajamos con las comunidades de aquí y de veredas vecinas, para superar esa situación. Hacemos actividades para recoger dinero o convites para ayudar a la gente con necesidades, como mejorar sus casas”.
Y estas actividades han llevado a reconocer al Gobierno Nacional y a las Naciones Unidas que el ETCR de Llano Grande es uno de los más exitosos del proceso con las Farc. “Es impresionante ver la cantidad de proyectos en los que están participando los excombatientes de la mano de la comunidad», dijo el pasado 27 de septiembre Raúl Rosende, jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, al celebrar allí el Día Internacional de la Paz.
Esos proyectos, explica Luis Norbey, son básicamente de autoabastecimiento. “Tenemos corrales con gallinas, cerdos, huertas, tiendas. Pero no hay grandes oportunidades para comercializar lo que esto da. Los huevos, la carne la vendemos aquí y más barato que en el pueblo (Dabeiba). Tampoco tenemos capacidad de hacer negocios, porque nosotros no sabemos de sistematizar y de esas cosas, nos hace falta capacitación”.
Por eso, Sandra Patricia y Luis Norbey esperan que las propuestas de fundaciones de empresas privadas se hagan realidad de la mano con el Gobierno, para que la reinserción pueda superar, al menos, otro obstáculo.