Una explosión en la Facultad de Artes dejó herido al almacenista de instrumentos musicales

El primero de abril de 1985, a las 9:05 de la mañana, estalló un petardo en los baños del segundo piso de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia. La detonación, en el bloque 25 de la Alma Máter, causó daños significativos en techos, paredes, salas de estudio y oficinas; y dejó con heridas en los oídos al almacenista de instrumentos del Departamento de Música, Arturo Sierra Zapata.

“Lo de hoy es una agresión que viene a sumarse a la larga lista de hechos dirigidos contra todo lo que en la Universidad signifique arte, creatividad y cultura que se vienen desarrollando desde el año anterior y que han tenido su última manifestación en el ataque al Museo Universitario el pasado 15 de marzo”, se lee en una declaración emitida por el Consejo de la Facultad de Artes el 1 de abril de 1985. En el hecho del 15 de marzo al que hizo referencia este comunicado, desconocidos pusieron una bomba en la cabeza de un esqueleto de ballena ubicado en el museo, lo que causó graves daños en la colección de historia natural y en las instalaciones.

Mario Alberto Yepes, profesor de la Universidad de Antioquia y decano de la Facultad de Artes en aquel entonces, recuerda que durante los tres años que estuvo en la decanatura los actos terroristas y las acciones delictivas cometidas en esa dependencia fueron una constante, debido a las diferentes problemáticas que vivía la Universidad: “Se habían acumulado situaciones de desfinanciación, problemas de orden académico y una situación de inseguridad que era muy grave”, comenta Yepes.

Durante los años 1983, 1984 y 1985, en los que Yepes fue decano de la Facultad de Artes, los departamentos de música, artes plásticas, y la escuela de teatro de la Facultad de Artes habían sufrido robos de materiales de clases e instrumentos musicales. Dice además el profesor Mario Alberto que la ubicación de los bloques 24 y 25, alejados de la portería principal y en una época en que la portería de la Avenida del Río no existía, facilitó que ese espacio se convirtiera en “un centro de tráfico de drogas dentro de la Universidad” y en un centro de operaciones de los encapuchados.

Yepes, además, recuerda que Arturo Sierra, el empleado afectado por la explosión, no solo tuvo lesiones en su oído, sino que sufrió grandes impactos en su estado de ánimo: “Arturo tenía un enorme amor por la Universidad. ¿Cómo lo afectó esto? Inclusive, hasta la frustración; o sea, si esto es una Universidad, ¿qué se puede esperar de lo que pasa en el país?”.

Marco Antonio Castro Dussan, quien era director de la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia en ese momento y actualmente es jubilado de la institución, recuerda que, después de la explosión, Arturo Sierra, quien hoy es jubilado de la Universidad, le comentó que aquel momento “había sido aterrador y salió un poco maltratado de esa situación. Yo creo también que es que nosotros nos fuimos acostumbrando a ese tipo de violencia, nos acostumbramos a ver muertos y nadie decía nada, nadie se manifestaba”, expresa Castro.

Con respecto a la explosión, Castro y Yepes coinciden en que, aunque no era la primera vez que detonaban esos artefactos en las inmediaciones de la Facultad de Artes, esa explosión en particular parecía haber sido un accidente de los encapuchados que armaban los petardos, porque no se conocían amenazas a directivos o funcionarios de la Facultad, y porque la explosión ocurrió en un baño, un espacio que “los encapuchados se habían tomado como un centro de operaciones. Entonces lo del baño tenía que ver con eso”, dice Yepes. 

Paralelamente, el primero de abril de 1985, había comenzado a circular dentro de la Alma Máter el documento Los bienes de la Universidad, un ensayo en el cual el rector Santiago Peláez hizo públicos los diferentes robos, atentados y daños a los vehículos universitarios, al museo y a la sala de cómputos, e hizo un llamado a la comunidad “para que reflexione un momento sobre el tema del cuidado de los bienes de la Universidad y a la luz de esa reflexión conjunta, examine y haga consciente su conducta inconsciente latente o implícita”, decía el documento que se encuentra como anexo en el acta 85-6 del Consejo Superior Universitario.

Peláez, rector entre 1984 y 1985, cuenta que a su llegada recibió una Universidad con un “ambiente de desaliento frente a las administraciones”, pues la institución vivía continuos ceses de actividades y eran constantes los cambios en el personal directivo, incluyendo la Rectoría. Por eso, dice, “yo llamé a la calma con el diálogo público a través de los diferentes estamentos y me sentí respaldado para resolver las problemáticas. Hacía reuniones con los estudiantes y les preguntaba qué querían. Uno tiene que coger las cosas por donde es y resolverlas de la mejor manera posible”, dice el exrector, quien hoy es pensionado de la Universidad. 

Para Mario Yepes fueron tiempos “de mucho terrorismo. Hay gente que dice que cuando tiran bombas en la Universidad no es terrorismo y yo estoy absolutamente convencido de que lo es, porque si causa terror, es terrorismo, porque nos obligan a desocupar la Ciudad Universitaria. Es dejarles el campo libre a los que tiran las bombas”. 

Actas consultadas

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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