Un artefacto explosivo destruyó la oficina de la Asociación de Empleados no Docentes

Eran las siete de la mañana del 5 de septiembre de 1984 cuando un artefacto explosivo destruyó las instalaciones y los enseres de la Asociación de Empleados No Docentes de la Universidad de Antioquia, ubicada en el bloque 5 de la Ciudad Universitaria. William Betancur, hoy jubilado de la Universidad, entonces asistente de Mercadeo y Finanzas en la Facultad de Veterinaria y Zootecnia, era en ese momento el presidente de dicha organización, que por entonces agrupaba a 250 asociados y se dedicaba a promover las reivindicaciones laborales, económicas y sociales de los trabajadores de la institución. 

Betancur recuerda que ocupó ese cargo entre 1984 y 1985. Todos los días, dice, llegaba a la oficina a las siete de la mañana para adelantar sus labores gremiales antes de empezar su jornada de trabajo, a las ocho de la mañana. Ese día, “cuando llegué a la portería oí la explosión; como en ese tiempo botaban tantas papas bomba, seguí caminando normal. Entonces, en esas me encontré a Rigoberto Álvarez, que era el jefe de Mantenimiento. Él subía hacia la portería de la Avenida Ferrocarril y me dijo: ‘Betancur, te escapaste porque te acaban de volar la oficina, lo que acabas de oír fue una bomba’”, recuerda.

Inicialmente, Betancur pensó que se trataba de un simple petardo y “nosotros no les teníamos miedo a los petardos, los petardos no hacen sino bulla, le tiene que estallar a uno en la mano o algo así para que haga alguna cosa”. Pero cuando llegó encontró la oficina completamente destruida, excepto los archivos. En la oficina de la Asociación de Empleados no Docentes, además de escritorios, archivadores y sillas, había un mimeógrafo, instrumento que era utilizado para imprimir boletines y comunicados. “Eso trabajaba con unos esténciles y ahí sacábamos nosotros los comunicados. Era una impresora que sacaba eso muy feo, pero era lo más moderno que había y pesaba como 200 kilos”, recuerda Betancur, quien agrega que la máquina también era utilizada por la Asociación de Profesores y demás gremios de la Universidad.

Según Betancur, quienes pusieron el artefacto explosivo tenían la intención de destruir el mimeógrafo, como en efecto ocurrió, pues, según él, la carga fue ubicada en un lugar estratégico: “Esto [la oficina] tiene unas ventanas y la bomba la instalaron aquí para destruir el mimeógrafo, y eso brincó hasta el otro lado y tumbó la puerta y destruyó todo lo que había en la oficina. La oficina quedó completamente destruida. Donde hubiera habido gente ahí…”.

Luego de la explosión, Betancur, en compañía de Rigoberto Álvarez, jefe de mantenimiento en esa época, pudo salvar y recuperar parte del archivo de la Asociación gracias a que el estallido no causó fuego. “Los archivos quedaron vueltos nada, pero no hubo incendio ni nada. Y la Universidad contribuyó en la recuperación de la oficina, continuó dejándonos la oficina ahí y eso fue en una cuestión de ocho días que pudimos volver. Mientras tanto, estuvimos funcionando en la Asociación de Profesores o en mi oficina en veterinaria”, relata.

Para 1984, la Asociación de Empleados no Docentes y la Asociación de Profesores realizaban un fuerte trabajo gremial que exigía el respeto de los derechos tanto de los empleados como de los profesores. La relación entre ambas asociaciones se debía, en parte, a que William Betancur era hermano de Leonardo Betancur, quien en 1984 era el presidente de la Asociación de Profesores. Leonardo, médico salubrista de la Universidad de Antioquia e integrante del Comité por la Defensa de los Derechos Humanos, fue asesinado junto al médico Héctor Abad Gómez, presidente del Comité, el 25 de agosto de 1987, cuando acudían al velorio de Luis Felipe Vélez Herrera, presidente de la Asociación de Institutores de Antioquia (Adida), en el centro de Medellín.

“Nosotros dábamos la cara en las luchas por las reivindicaciones de los trabajadores, de los profesores, de los empleados. Manteníamos una buena relación y esto dio pie a que fuéramos blanco de ambos bandos, tanto de la extrema izquierda, como de la extrema derecha, lo que conllevó a muchas amenazas”, expresa Betancur.

Después de la explosión, docentes, directivas, asociaciones, sindicatos y estudiantes expresaron su rechazo a este acto violento, a través de comunicados y boletines en los que repudiaban los atentados. Entre tanto, la Universidad ayudó a la Asociación de Empleados no Docentes en la reconstrucción de su oficina, haciendo efectiva una póliza que cubría este tipo de atentados. Así mismo, contribuyó al proceso de recuperación del archivo que sobrevivió a la explosión. “Nunca supimos si fue contra mí o contra el gremio. Eso nunca se investigó porque nosotros no denunciábamos ante la policía. Nosotros siempre estuvimos convencidos que eso fue obra de la extrema derecha. La extrema derecha trabajaba con los infiltrados del DAS y del ejército, que eran los que más nos perseguían”, comenta Betancur.

Luego del atentado, ese mismo mes de septiembre, recuerda Betancur, él y Gladis Zapata, secretaria de la Asociación, emitieron un comunicado en el que pidieron expresamente al Consejo Superior Universitario que se pronunciara sobre el ataque. Un mes después, ese organismo mencionó el hecho durante una sesión que reseño las situaciones de violencia ocurridas en la Universidad entre agosto y octubre de ese año, como consta en el acta 84-21 de la sesión del 16 de octubre de 1984.

Actas consultadas

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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