Profesores de Derecho rechazaron el secuestro del docente Jairo Duque Pérez

El 19 de mayo de 1982 más de treinta profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia firmaron una declaración, publicada por el diario El Colombiano el 18 de junio de ese año, en la que rechazaron el secuestro de su colega Jairo Duque Pérez. Los profesores Darío González, Alberto Ceballos, Tulio Chinchilla, Clemencia Hoyos y Carlos Gaviria fueron algunos de los que se manifestaron en contra de este secuestro y reclamaron la liberación de su compañero.

Jairo Duque fue secuestrado en mayo de 1982 en su finca, ubicada en el municipio de Maceo, en el Magdalena Medio de Antioquia, donde hacían presencia en esa época las guerrillas de las FARC y el ELN. Según Alberto Ceballos, quien fue su colega y actualmente es profesor de la Universidad Eafit, Duque fue secuestrado por las FARC en compañía de un socio de apellido Maya, a quien dejaron en libertad casi de inmediato, mientras que al profesor lo mantuvieron en cautiverio.

Duque estuvo secuestrado durante seis meses. Fue liberado por las FARC el 21 de noviembre de 1982 en Maceo, luego de que la familia pagara una suma no determinada de dinero, según informó el periódico El Colombiano en un artículo publicado al día siguiente, titulado “Jairo Duque Pérez regresó a su hogar”. Julio González, profesor de la Facultad de Derecho desde 1975, recuerda que esta era la segunda vez que a Jairo Duque lo secuestraban, pues a finales de los setenta, también en el municipio de Maceo, había sido secuestrado por la guerrilla con fines económicos.

Cuando volvió del segundo secuestro, los profesores de Derecho hicieron un acto de desagravio en la sala de consejos de la Facultad, porque, como expresó Julio González, “a él todo el mundo lo respetaba, a pesar de que era un profesor muy duro; entonces, cuando volvió nos dio mucha alegría de que no lo hubieran matado”. Julio González recuerda que Duque “era un tipo que tenía conocimientos sumamente amplios en el Derecho. Fue profesor mío de Derecho Civil, pero también fue profesor de Derecho Administrativo, y en su actividad profesional trabajaba en el Derecho Penal. En su momento no solo era considerado uno de los profesores más importantes de la Facultad, sino también uno de los abogados más importantes del país”.

En la Facultad de Derecho, donde fue decano en dos ocasiones, Duque formó a varias generaciones de abogados que hoy lo recuerdan como un profesor exigente, de humor ácido y de personalidad fuerte. El profesor Tulio Elí Chinchilla, quien fue su alumno y posteriormente su colega, recuerda además que Duque era un hombre muy disciplinado. “Aquí todos los días trotaba y después se bañaba en la piscina. Nos contó que durante el secuestro mantuvo su línea; hacía ejercicio diario y no comía mucho para no engordarse; además, trataba de leer todos los días”. 

Después de su liberación, Duque continuó dando clases y trabajando como abogado civil. En 1986, tras la toma del Palacio de Justicia, fue magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Además, fue presidente de la Sala Constitucional de esa misma corporación hasta 1990. El 2 de junio de 1993, siendo profesor de la Universidad de Antioquia y asesor jurídico del Tren Metropolitano de Medellín, Duque fue asesinado por sicarios que le dispararon cuando descendió de su vehículo para ingresar a la casa de un familiar, en el barrio Florida Nueva de la comuna La América, al occidente de Medellín, según informó al día siguiente el periódico El Tiempo, en el artículo titulado “Asesinado exmagistrado de la Corte”. La noticia apuntó que Duque venía siendo amenazado y extorsionado por personas que se identificaban como miembros de la guerrilla.

En 1995 la revista Estudios de Derecho, vol. 54, núm. 119, realizó una publicación en memoria de Jairo Duque Pérez. Allí, su hija Nilsa Helena Duque Saldarriaga escribió un apartado en el que recordaba así a su padre: “Transmitía una cierta reciedumbre moral que algunos, no avisados, interpretaban como una manera hosca de existencia porque no era adicto a las genuflexiones; sin embargo, debió doblegarse ante dos duras experiencias que se contraponían a sus principios de JUSTICIA y LIBERTAD. (…) Se paseó soberanamente por los campos del Derecho Penal, Civil y Administrativo y lo hizo con donosura y eficiencia. La cátedra tampoco le fue ajena; en ella destelló por el amor innegable a sus alumnos, a su profesión, pero sobre todo a su ALMA MATER, que le permitió desarrollar todo lo que algún día soñó; porque, a pesar de todo, también soñaba; soñaba con un mundo más justo, más humano, no con ese que se topó de repente y que en segundos segó su vida”.

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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