María Teresa Uribe y su llamado a defender la universidad pública

La década de los ochenta fue particularmente crítica debido al contexto de violencia que hirió a la Universidad en lo más profundo de su naturaleza, con el asesinato, la desaparición y otras agresiones ejercidas contra la comunidad universitaria. En los momentos más difíciles para la Universidad de Antioquia emergió la voz crítica, profunda y reflexiva de la profesora María Teresa Uribe de Hincapié.

Para ese momento, la profesora Uribe tuvo una plataforma amplia de difusión de sus ideas: la columna “Ecos” que publicó en el diario El Colombiano todos los domingos, entre 1985 y 1987. El inicio de esa publicación coincidió con el debate interno sobre la “reestructuración” de la Universidad. En 1985, un año de semestres especiales, enfrentamientos entre los estudiantes y la fuerza pública, el Consejo Superior Universitario creó una Comisión Especial de Reestructuración que buscaba ayudar a regularizar la situación académica de la Universidad, que para entonces apenas realizaba 1,2 semestres cada año, según el diagnóstico de ese mismo organismo.

Esta fue una de las muchas coyunturas sobre las que María Teresa Uribe aportó su mirada formada en la sociología y enriquecida en el diálogo con todas las ciencias sociales. Así lo hizo en la columna publicada el 20 de octubre de 1985, titulada “La soledad de la universidad”. Según ella, quienes asumieron la tarea de transformar la Universidad lo hicieron conscientes de que el modelo había fallado, pero cuestionó la forma como se estaba planteando aquella reestructuración, pues consideraba que su concepción era de una universidad alejada de la sociedad.

“La sociedad le dio la espalda a la universidad y esta se encerró en sus muros a rumiar un pensamiento extraño y repetitivo que terminó por no decirle nada a nadie. Cada vez la brecha entre sociedad y universidad se fue haciendo más profunda y culminó con el reconocimiento tácito que ha hecho el Consejo Superior de su incapacidad para proponer soluciones dejando en manos del estamento profesoral un muerto que nadie quiere cargar”, se lee en aquella columna.

“Es un artículo curioso, raro”, dice hoy la profesora Gloria Naranjo, del Instituto de Estudios Políticos, refiriéndose a la columna citada. Naranjo hace parte del equipo de profesores que prepara una compilación de las columnas de María Teresa Uribe de Hincapié. La revisión de todos esos artículos de opinión la lleva a afirmar que “aun hablando de la Universidad y de temas tan dolorosos, siempre pone un tono reflexivo, crítico y autocrítico, en cambio este de ‘la soledad’ parece que la cogió en un momento muy difícil”, considera la profesora Naranjo, quien fue alumna de la profesora Uribe y luego, cuando se graduó como antropóloga, compañera en sus investigaciones.

Uribe nació el 9 de febrero de 1940 en Pereira. Estudió Sociología en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín y una maestría en Estudios Urbanos en la Universidad Nacional. En el 2015 recibió el título de doctora honoris causa en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia, institución a la que estuvo vinculada desde 1976 hasta el 2007.

La situación de la Universidad de Antioquia —y de la universidad pública en general— era una de sus mayores preocupaciones. Manuel Alberto Alonso Espinal, profesor del Instituto de Estudios Políticos, quien también fue su alumno, dice que “María Teresa era una enamorada de la universidad pública. Tenía claro que a ella la universidad le cambió la vida, le abrió los horizontes, fue una clara defensora de la universidad”. Así lo hacía saber en conversaciones de cafetería, en sus clases, en sus publicaciones académicas y en los medios de comunicación, recuerda Alonso.

No obstante, los intereses de la profesora Uribe de Hincapié eran más amplios y diversos. Algunos de los que se identificaron para la compilación de sus columnas, y que cuenta la profesora Gloria Naranjo, van desde la guerra y la violencia, la construcción de la Nación y la región, y la ciudadanía, hasta problemas de la cultura política antioqueña y colombiana. Esto, sin embargo, no significa que los considerara de manera aislada. Al contrario, todos se relacionaban entre sí.

Fue de esta manera que la profesora María Teresa Uribe puso a conversar a la Universidad de Antioquia con los temas de la región y el país. Su labor intelectual, según coincidieron varias personas consultadas para este artículo, fue la de una “embajadora” de la Universidad que se planteaba cuál debía ser la relación entre esta y la sociedad. Naranjo explica que entendía la presencia de la sociedad en la Universidad como la presencia de estudiantes provenientes de los barrios populares y de distintos municipios de Antioquia, “lo que permite vasos comunicantes que permanentemente interpelan a la U desde esas regiones y desde esos barrios”. De ahí que estas poblaciones reclamen la presencia de la Universidad para hacerles frente a sus problemáticas, explica Naranjo.

Además, María Teresa Uribe llevaba esas preocupaciones a su propio seno familiar. Marta Hincapié, su hija, dice que su madre le “entregó toda su fuerza física e intelectual a la Universidad”, y que en casa ese amor estuvo presente. Marta y su hermana Ana Lucía cuentan que la primera canción que se aprendieron ellas, junto a su hermano Luis, fue el himno de la Universidad de Antioquia. La familia también vivió momentos adversos. Ana Lucía recuerda que en plena década de los ochenta, cuando la Universidad era blanco de amenazas y ataques, “ella [María Teresa] lo enfrentó todo de forma muy valiente, vivimos con mucho miedo y se hizo más frágil y dubitativa en su mundo familiar”.

Aun así, su posición frente a la Universidad era “intransigente”. Así la califica el profesor Manuel Alberto Alonso: “Es María Teresa la que acuña aquella idea de que la Universidad de Antioquia es el proyecto cultural más importante de los antioqueños, y eso es una cosa que ella creía firmemente: que este era un proyecto cultural, pluralista, tolerante, liberal, comprometido con los más desposeídos y que valía la pena”.

Aunque María Teresa Uribe no ocupó espacios de poder, “tenía la capacidad de hablarles a esos espacios. Su palabra era respetada porque tenía la capacidad de tener un diálogo plural”, recuerda la profesora Naranjo. Esa cualidad le sirvió para ejercer como asesora en procesos como los diálogos de paz con la guerrilla del M-19, la reforma constitucional que llevaría a la promulgación de la Constitución Política de 1991 y la Consejería Presidencial para Medellín durante el gobierno de César Gaviria, en la peor época de violencia atravesada por la ciudad. En el ejercicio de estas responsabilidades, más que leer y comentar documentos, Uribe ponía en práctica dos de sus verbos favoritos, según Gloria Naranjo: “callejear y puebliar”.

La mirada de la profesora Uribe de Hincapié no se restringía a lo local ni a lo regional. Gloria Naranjo recuerda que cuando le fue otorgado el doctorado honoris causa en el 2015 los académicos Gonzalo Sánchez y Jesús Martín-Barbero resaltaron la importancia del pensamiento social de María Teresa Uribe para la construcción de la academia de las ciencias sociales en el país y en América Latina, respectivamente.

La Universidad de Antioquia era el centro de gravedad de ese pensamiento colombiano y latinoamericano. De ahí que en aquella columna de 1985 la profesora Uribe planteara lo siguiente, frente a la coyuntura: “Estamos pues ante la evidencia de un fracaso, pero también en el umbral de lo que puede ser una nueva era para la educación pública en Colombia”. Así criticó que a la Universidad la estuviese dejando sola la sociedad y que algunos sectores de la Alma Máter estuvieran preocupados solo por graduar profesionales y no por preparar “recursos humanos calificados”. Sus análisis ampliaron el espectro, aportaron contexto, profundizaron en los argumentos y plantearon alternativas en las épocas más difíciles para el país, la ciudad y la Universidad de Antioquia.

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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