Una nueva sede para una nueva universidad

Cuando Ignacio Vélez Escobar, médico, exdecano de la Facultad de Medicina y exgobernador de Antioquia, llegó a la rectoría de la Universidad de Antioquia en 1963, por disposición presidencial, inició un proyecto para que la Universidad se integrara en un mismo espacio: la Ciudad Universitaria, cuya construcción se inició en 1966.

En esa época las facultades estaban dispersas. Se hablaba del prestigio de las facultades de Derecho y Educación, ubicadas en el centro de Medellín, en la calle 49 con la carrera 43 (Ayacucho con Girardot), y de la Facultad de Medicina, en la carrera 51D con calle 62, norte de la ciudad, donde permanece. Como estas, las demás facultades se ubicaban en diferentes lugares: la Facultad de Economía estaba en la carrera 43 con la calle 48. La Escuela de Bibliotecología, en el edificio El Castillo de los Botero, en la calle 48 con 36, donde se encuentra hoy la Clínica Sagrado Corazón. En esa misma manzana estaban la Escuela de Artes Plásticas, el Museo Antropológico y el Conservatorio de Música. La Facultad de Química e Ingeniería Mecánica se encontraba en el edificio en el que hoy se ubica el Colegio Mayor de Antioquia, en la carrera 78 con calle 65. Y Química Farmacéutica estaba en la Facultad de Medicina.

Antes de que se construyera la ciudadela universitaria, la integración de los estudiantes se inició en la Facultad de Estudios Generales, inaugurada en 1964. Durante dos años, los recién ingresados recibían cursos de humanidades y ciencias básicas, sin importar la carrera a la que aspiraban. La primera sede de la Facultad fue una casona de bahareque ubicada en el centro de la ciudad, en la calle 47 con carrera 42, donde quedan actualmente las Torres de Bomboná. El espacio fue acondicionado con aulas temporales, y quienes estudiaron allí recuerdan que tenía poca iluminación.

El arquitecto Raúl Bernal fue una de las personas que participó de la planeación de la Facultad de Estudios Generales. Él recuerda que se trataba de un sistema novedoso. Cuenta que llegó a la obra porque trabajó en Planeación Departamental entre 1963 y 1964. Allí conoció a César Valencia, arquitecto designado por Vélez Escobar para el desarrollo del proyecto de integración, quien le pidió que trabajara con él en el Departamento de Planeación de la Universidad de Antioquia. Así comenzó el vínculo de Bernal con la Universidad, donde trabajó desde mayo de 1964 hasta 1977.

La obra más ambiciosa, cuenta Bernal, fue la construcción de la Ciudad Universitaria. Para costearla, el Departamento de Antioquia le dio a la Universidad 25 millones de pesos, provenientes de la venta del Ferrocarril de Antioquia, el 50% de la construcción. Para gestionar parte del dinero restante, Vélez se dirigió al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y pidió un préstamo de cinco millones de dólares. El cambio de la moneda extranjera permitió que el presupuesto se ampliara: “El valor del dólar al iniciar el proyecto era, si no recuerdo mal, de 4,50 pesos por dólar. En 1968 hubo una devaluación que llevó el dólar a 9,00 pesos, lo que significó un incremento en la disponibilidad en pesos colombianos para el proyecto, e hizo posible la construcción del teatro que no estaba contemplado inicialmente”, explica Bernal. Es decir, el proyecto esperaba un aporte de 22 millones 500 mil pesos y recibió 45 millones de pesos.

Finalmente, el último 25% se financió a través de los auxilios de la Ley 30 de 1966, por medio de la cual la nación reconocía y estimulaba la labor de la Universidad de Antioquia. En enero de 1966 se inició la construcción de la Ciudad Universitaria en un terreno semirrural, sin árboles, desnivelado y húmedo, ubicado en el norte de la ciudad, entre la calle Barranquilla y la Avenida Ferrocarril. 

El artículo “El campus, ícono cincuentenario”, publicado por el periódico Alma Máter el 5 de abril del 2018 en el portal universitario, indica que en la ejecución de las obras participaron los arquitectos Juan José Posada, Ariel Escobar, Augusto González, Édgar Isaza y Raúl Fajardo, y destaca que la construcción del campus no solo coincidió con un propósito de expansión física, sino también de importantes reformas académicas, lo que incluyó la creación de varias facultades y la apertura de nuevas carreras.

César Valencia Duque, designado por el rector Vélez para el desarrollo del proyecto, le contó al periódico Alma Máter, en la edición de octubre del 2008, que la construcción de la Ciudad Universitaria generó desconfianza en la época porque “las fuerzas de derecha dijeron ¡cómo van a juntar a todos esos tipos en un solo sitio! ¡Eso es muy peligroso, dejémoslo como están! Y es que en ese tiempo las huelgas contra el Gobierno, lideradas por la Facultad de Medicina, eran una cosa muy brava. De la facultad salían echando piedra y así llegaban al centro. Todo lo acababan. Volvían miseria al centro de la ciudad”.

Pese a las críticas, la construcción avanzó y en 1968 empezó el traslado de algunas dependencias de la Universidad a la nueva ciudadela. Para ese momento estaban terminados los bloques del 1 al 4 y el Teatro al Aire Libre. William Ponce, doctor en Física y profesor desde 1970, fue uno de los dos mil 500 estudiantes que ocuparon por vez primera el campus, que hoy es considerado Bien de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura y que fue referente arquitectónico para otras universidades del país. “Encontramos unos edificios en construcción. Mientras tomábamos clase, veíamos trabajadores en los salones, en los patios y corredores”, recuerda Ponce. A pesar de ello, las condiciones de estudio mejoraron. Los universitarios tenían nuevo mobiliario, una zona con árboles y salones amplios con buena iluminación y ventilación.

Grimaldo Oleas, jubilado de la Universidad, era docente de la Facultad de Educación en 1968. Recuerda que era reducido el número de profesores y estudiantes que habitaban la nueva sede, pero era un espacio que reunía a personas con diferentes formas de pensar. Por ejemplo, los estudiantes de Humanidades interactuaban y debatían con los de Ciencias Básicas y las demás áreas. Ese, según él, fue un cambio positivo que trajo la construcción de la nueva sede. 

La Ciudad Universitaria “se inauguró formalmente en 1969 y tres años después, en 1971, se concluyeron en su mayor parte los trabajos de construcción”, precisó el artículo de Alma Máter,El campus, ícono cincuentenario”. Tras concluir su participación en este gran proyecto, Raúl Bernal siguió trabajando en el Departamento de Planeación de la Universidad. Ahora, jubilado, piensa que la implementación del concepto de universidad, iniciada en los años sesenta, no ha terminado. Según él, la siguiente fase del proyecto es lograr que la zona norte de la ciudad esté dedicada a la ciencia y la investigación, y “poco a poco se ha ido cerrando la brecha entre la realidad y ese sueño de integración. La idea es que se borren esas fronteras y que esta sea realmente una ciudad universitaria, un gran centro de cultura y conocimiento”.

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