Al mediodía del jueves 29 de marzo de 1990, el Consejo Académico de la Universidad de Antioquia discutía la necesidad de realizar un comunicado para que los alumnos retomaran las clases, suspendidas tras la muerte de Bernardo Jaramillo Ossa, senador y candidato presidencial por la Unión Patriótica, asesinado por un sicario el jueves 22 de marzo en el Puente Aéreo del aeropuerto El Dorado de Bogotá.
Pero antes de que se produjera un acuerdo sobre el comunicado a difundir, la reunión del Consejo Académico, en una de las oficinas del edificio administrativo de la Universidad, tuvo que ser suspendida ante la toma de dichas instalaciones por parte de un grupo de estudiantes. Así quedó registrado en el acta 164 del Consejo Académico, según la cual los estudiantes ingresaron al bloque 16 a las 12:15 del día. Su intención era presionar la liberación de nueve de sus compañeros, que permanecían detenidos por la policía desde la tarde del día anterior, cuando fueron capturados por un grupo élite que se enfrentó a una marcha de estudiantes que pasaba por el cruce de la carrera Carabobo con la calle Barranquilla, cerca del campus universitario.
Estos hechos se enmarcaron en una semana de anormalidad académica a raíz de la muerte de Jaramillo Ossa. Al día siguiente del asesinato, el Ministerio de Educación ordenó la suspensión de las actividades académicas en las universidades públicas y privadas del país. Por eso, en la mañana del viernes 23, el Consejo Académico dispuso de “un receso de sus actividades académicas hasta el lunes 26 de marzo”, como quedó escrito en un comunicado, donde además se rechazaba el asesinato del senador.
Fabián Mazo, funcionario de la Alcaldía de Medellín, quien en 1990 era estudiante de Ingeniería de Petróleos en la Universidad Nacional Sede Medellín, recuerda que mientras se realizaba una asamblea de estudiantes de su universidad surgió la iniciativa de deliberar en conjunto con los estudiantes de la Universidad de Antioquia en el Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo.
En esa asamblea conjunta, los estudiantes convocaron a varias jornadas para reflexionar sobre la situación del país: Jaramillo fue el tercer candidato presidencial asesinado en esos años, después del homicidio de su compañero de partido, Jaime Pardo Leal, en 1987; y el homicidio del candidato del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán, en 1989. Faltaría aún el asesinato, un mes después, de Carlos Pizarro, candidato de la Alianza Democrática M-19.
Ese 23 de marzo, la asamblea de estudiantes también rechazó los actos violentos que se habían producido en el interior de estas dos universidades en los días previos: la quema de una buseta por parte de encapuchados en el parqueadero del campus universitario, y una acción casi idéntica en la Universidad Nacional. Mazo recuerda que en esa asamblea fue convocada la marcha del miércoles 28. Ese día, él salió de la Universidad Nacional con otros compañeros para unirse a los estudiantes de la Universidad de Antioquia en la calle Barranquilla. En su memoria está la imagen del grupo élite de la policía haciendo disparos de fusil contra los estudiantes. “Era un escuadrón antiguerrilla”, afirma.
La tensión siguió al día siguiente. En la mañana explotó un petardo en el parqueadero de la Facultad de Artes. También hubo un robo a mano armada de dos encapuchados a profesores de Ingeniería. Además, como respuesta a las movilizaciones estudiantiles, la fuerza pública estaba apostada en las afueras del campus.
En ese contexto, los estudiantes promovieron una nueva asamblea y la decisión fue tomarse el bloque administrativo y desarrollarla en ese lugar. La reunión se extendió hasta las horas de la noche, participó el rector Luis Pérez Gutiérrez (quien después fue alcalde de Medellín y en la actualidad es gobernador de Antioquia) y, finalmente, los nueve estudiantes capturados el día anterior fueron liberados. A otros seis estudiantes también capturados los habían dejado ir en la mañana de ese mismo día. En la mañana siguiente, el Consejo Académico, organismo integrado por los directores de las diferentes dependencias académicas, pudo terminar su sesión. El rector informó que se había logrado desescalar la tensión y que la fuerza pública, que estaba rodeando la Universidad, se había retirado.
El fin de semana la asamblea estudiantil emitió un comunicado a la opinión pública en el que se pronunció sobre los asesinatos a líderes de izquierda, denunció lo que calificaba como el abandono estatal de la universidad pública y se refirió a la importancia de una constituyente, que ya se empezaba a discutir en el país por iniciativa de sectores universitarios, y que derivó en el movimiento de la Séptima Papeleta, idea que finalmente prosperó y dio lugar a la Constitución Política de 1991.
Por otro lado, en una entrevista para El Mundo ese mismo fin de semana, el rector Pérez comentó: “Innegablemente el asesinato de Bernardo Jaramillo fue un florero de Llorente para que las instituciones de educación superior del país fuesen un recinto propio para la protesta y la denuncia. Hay que reconocer que en su mayoría ha sido un conflicto civilista y pacífico”.
50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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