El 4 de octubre de 1993 ocho estudiantes de diferentes facultades iniciaron una huelga de hambre en el bloque administrativo de la Universidad de Antioquia. Los alumnos se mantuvieron encapuchados y encadenados durante once días y seis horas. La acción pretendía hacerle frente a la crisis que vivía la Universidad y ejercer presión para que un pliego de peticiones de los estudiantes fuera atendido.
La huelga de hambre surgió como una propuesta de la Coordinadora Estudiantil Universidad de Antioquia (CEUA), que funcionaba como órgano de representación de los estudiantes desde 1990. Aunque no fue una idea resultante de la asamblea general de estudiantes, máxima organización estudiantil, sí fue apoyada por ese estamento.
Gabriel Jaime Bocanumenth era en ese momento estudiante de Derecho e integrante de la CEUA. Recuerda que la propuesta surgió como una manera de mantener encendida la movilización estudiantil, que se venía apagando lentamente debido a la “persecución” que, según él, sufrían por parte de Rafael Aubad, rector de ese momento. Días antes, Aubad había solicitado la presencia de la Fiscalía en la Universidad para que investigara a los encapuchados que estaban generando problemas en el interior del campus. En un artículo publicado por El Tiempo el 9 de octubre de 1993, que llevaba como título “U de Antioquia, Amenazada”, Aubad se refirió al hecho: “Yo soy rector de universitarios y no de encapuchados y elementos extraños, y mi única arma es la razón”. En el artículo también se recogen las voces de estudiantes y egresados que ofrecen su visión sobre la crisis que vivía la Universidad en ese momento.
Las exigencias que hacían los huelguistas se correspondían con las de la Asamblea General y estaban divididas en tres grandes bloques: el primero tenía que ver con rechazar el plan de desarrollo que proponía Aubad y que, según los estudiantes, pretendía la privatización de la universidad. El segundo bloque estaba relacionado con la disminución del costo de la matrícula para los estudiantes de bajos recursos. Y el tercero tenía que ver con reivindicaciones particulares del estudiantado e incluía, por ejemplo, la ampliación de los horarios de la Universidad, la conformación de un Consejo Superior más democrático y otras, como la creación de un jardín infantil dentro de la Universidad y la implementación de rutas de buses que transportaran a los estudiantes.
Durante los once días que duró la huelga de hambre, los huelguistas solo recibieron suero con endulzante. Cuatro de las ocho personas sufrieron desmayos y pérdida momentánea del conocimiento, por lo que recibían asistencia médica por parte de los estudiantes de Medicina. Álvaro Gaviria, vicerrector general de la Universidad en ese momento y quien actualmente es profesor de la Facultad de Ingeniería, dice que la huelga tuvo origen en un problema de inseguridad muy fuerte dentro del campus, que tuvo como reacción la petición de Aubad para que la Fiscalía investigara. Gaviria asegura, además, que los huelguistas comían durante las noches.
Elkin Vergara, profesor de Educación Física, era estudiante de ese mismo pregrado en 1993 y fue uno de los huelguistas. Dice que no era cierto que comieran a escondidas. “El primer día se siente mucha hambre, al principio del segundo día hay dolor de cabeza que va aumentando, pero desaparece al final del día. A partir de ahí no se vuelve a sentir nada, ni hambre ni nada, solo mareos cuando uno se pone de pie”, recuerda Vergara.
El 7 de octubre el Consejo Superior Universitario (CSU) recibió a cinco estudiantes para dialogar sobre la situación, entre ellos a Bocanumenth, que fue enfático al expresar que los hechos de inseguridad ocurridos en la Universidad no estaban relacionados con la asamblea de estudiantes, que por esos días, según dice, estaba siendo criminalizada por el rector Aubad debido a una serie de robos y actos violentos causados por encapuchados que fueron relacionados con la Asamblea General.
Ese mismo día el CSU emitió un comunicado (anexo en el acta 93-202 del 7 de octubre de 1993), en el que manifestó: “Si todos tenemos la voluntad de sacar adelante a la Institución, superaremos, por las vías universitarias, los problemas que aquí se mencionan. La verdad es que la Universidad no puede continuar en esa situación que impide su funcionamiento normal”. En el mismo, informa de la creación del Foro Universitario Permanente de Reflexión y Deliberación para “propiciar el debate y buscar mecanismos que permitan reconstruir las bases para el funcionamiento normal, tranquilo y productivo de la Institución”. Ese foro consistió en la conformación de un comité de treinta personas, entre las que hubo representantes de la asamblea estudiantil, la asociación de profesores, directivos, egresados y miembros de los consejos de facultad. La Asamblea General, aunque no fue responsable de la huelga, manifestó su apoyo durante los once días y tomó la decisión, junto a los huelguistas, de levantar la protesta el 11 de octubre, después de una reunión que sostuvo una comisión de estudiantes con Juan Gómez Martínez, gobernador de Antioquia. En ella se aprobaron algunos de los puntos del pliego de exigencias y quedaron los demás por dialogar. Entre los aprobados estuvieron la rebaja del cobro del formulario de inscripción, la cancelación de las reformas al reglamento estudiantil que se venían adelantando y la ampliación de los horarios de funcionamiento de la Universidad. Entre los que no se aprobaron estuvieron la revocatoria del plan de desarrollo de Aubad y un punto que exigía su renuncia.
50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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