Unas manchas negras, cafés y blancas sobre el mural El hombre ante los grandes descubrimientos de la física, ubicado en la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, sorprendieron a la comunidad universitaria el martes 21 de junio de 1983. El fresco de 160 metros cuadrados fue atacado esa mañana por encapuchados que le lanzaron pintura y escribieron “En cada signo duerme este monstruo: el estereotipo”.
“Al ingresar temprano a la Rectoría, me informaron que hacia las seis de la mañana unos vándalos habían arrojado pintura sobre el mural. Para mí fue incomprensible que siendo la Universidad un centro de cultura por excelencia, se deteriorara una obra pictórica de gran trascendencia”, recuerda Darío Valencia Restrepo, quien era el rector de la Alma Máter en junio de 1983.
La agresión contra el mural hizo parte de una serie de acciones calificadas por algunos miembros de la Universidad como anarquistas, tal como lo recuerda Luis Germán Sierra Jaramillo, bibliotecario en 1983 y actual Coordinador Cultural de la Biblioteca Central. En esa época, dice Sierra, la comunidad universitaria solía llamar anarquistas las acciones de grupos anónimos, generalmente encapuchados, que atacaban la infraestructura del campus, sin atribuirlas a un colectivo o una causa específica.
El funcionario relata que el mismo día del ataque al mural de Pedro Nel Gómez varias personas lanzaron pintura roja y medias de nailon rellenas de papel a El hombre creador de energía, la escultura del artista antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt, ubicada en la fuente de la plazoleta central de la Universidad, cerca de la biblioteca.
El mismo día del ataque, la comunidad universitaria expresó su rechazo públicamente. Un cartel en la entrada del campus decía: “La dirección y los empleados del Departamento de Bibliotecas protestamos enérgicamente por los atentados contra la cultura, por ello celebramos una jornada de repudio y la biblioteca estará cerrada en las horas de la mañana”. El cartel quedó fotografiado en el artículo “Atentado en la U. de A. Se inicia investigación”, que apareció publicado en el diario El Mundo del 23 de junio.
Asimismo, varios cuerpos colegiados de la Universidad publicaron en los días posteriores al ataque distintos comunicados en rechazo a las agresiones, entre ellos los profesores de los departamentos de Antropología, Veterinaria y Zootecnia, Administración de Empresas y Química; los consejos de las facultades de Artes y Ciencias Humanas; y la Asociación de Profesores, en cuyo archivo reposan estos comunicados.
El viernes 24 de junio, frente al mural, tuvo lugar el acto de desagravio “Por la defensa del arte, la ciencia y la vida”, que fue organizado la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia. Por su parte, luego de los ataques, “la Rectoría puso en conocimiento de las autoridades los hechos ocurridos, por ser estas las encargadas tanto de investigar, como de prestar debida protección”, según quedó registrado en el acta 83-19 del Consejo Superior Universitario (CSU) del 24 de junio de 1983.
Con un fondo de donaciones fue restaurado el mural
El fresco de la biblioteca de la Universidad de Antioquia fue pintado por Pedro Nel Gómez, entre 1967 y 1968, en el costado oriental de su edificio. Fue contratado por la Universidad el 13 de octubre de 1967 por un valor de 200 mil pesos. La ejecución de la obra duró cuatro meses. Estos datos están registrados en el contrato firmado entre el artista antioqueño y el rector Lucrecio Jaramillo Vélez.
Luego del ataque con pintura, en junio de 1983, una de las acciones emprendidas por las directivas fue la apertura de una cuenta en el Fondo de Bienestar Universitario, “para que los integrantes de la comunidad universitaria depositen allí su contribución para la restauración de las obras deterioradas”, como indica el acta 83-19 del Consejo Superior Universitario (CSU) del 24 de junio de 1983. Luego de seis meses, el 5 de diciembre, el director del Fondo de Bienestar Universitario, Jorge Correa Vélez, informó al secretario general de la Universidad, Roberto León Ojalvo, que los aportes de la comunidad universitaria ascendían a 226.387 pesos (lo equivalente a 20 salarios mínimos mensuales en 1984), de los cuales el 84% correspondía a donaciones hechas por empleados de la Alma Máter.
La restauración de la escultura de Arenas Betancourt “era algo sencillo porque era limpiar y repintar, cuidadosa pero más sencilla”, recuerda Sierra Jaramillo. “La mancha en el mural de Pedro Nel no ocupaba mucho, ponele un diez por ciento. No estaba diseminada, pero era una mancha más concentrada y difícil para su remoción”, agrega el empleado de la Universidad.
En noviembre de 1984 una comisión del Centro Nacional de Restauración, adscrita al entonces Instituto Colombiano de Cultura, adelantó el trabajo de recuperación del mural que, según detalló el “Informe sobre el mural de la Universidad de Antioquia” entregado por dicha comisión, sufrió “fuertes manchas de color producidas por la acción del hombre; explotaron varias botellas llenas de pintura, dos de color negro y una de color blanco, cubriendo la capa pictórica del mural y produciendo faltantes por los impactos, sobre estas manchas se observan residuos de vidrio adheridos”.
Una discusión sobre la violencia en la Universidad
El ataque con pintura a dos obras de arte consideradas parte del patrimonio cultural de la Universidad de Antioquia originó una intensa discusión sobre la seguridad en el interior de la institución, que era afectada por atentados y saqueos en sus instalaciones. Tres días después de los hechos, el abogado Alberto Aguirre, en su columna “Cuadro”, publicada en El Mundo el 27 de junio,interpretó el dolor y la indignación colectivos desatados por el agravio como una reacción burguesa que, según él, no se condolía con otras acciones violentas que venían sucediendo contra la Universidad, como los asesinatos y las desapariciones de estudiantes.
Meses después, en un extenso comunicado con fecha del 31 de octubre de 1984, titulado “¿Qué hacer?”, los profesores de la Facultad de Ciencias Económicas señalaron la violencia contra la Universidad como un “proceso durable, sistemático y que tiene el carácter de escalada”. Además, afirmaron que la agresión contra los bienes de la Universidad era producto de una “falta de vigilancia y control” que facilitaba las acciones de “terrorismo” en el campus.
Según recuerda Sierra Jaramillo, 1983 fue un año de permanente zozobra: “La situación general era de persecución y de asesinatos de líderes sociales, como ocurre hoy [2020]. En la biblioteca por ese tiempo había una tensa calma a toda hora. Algo iba a ocurrir. Se estuvo diciendo mucho que iban a hacer un atentado contra la biblioteca”.
50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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