Desplazados por Hidroituango se albergaron en la Universidad

El 20 de marzo del 2013 entraron al campus de la Universidad de Antioquia alrededor de 300 campesinos provenientes del norte del departamento. Los desplazados llegaron a la ciudad para protestar contra las afectaciones generadas a sus comunidades por el Proyecto Hidroeléctrico Ituango. La movilización fue acompañada por el Movimiento Ríos Vivos, que apoyó a los campesinos de Valdivia, Toledo, Ituango, Sabanalarga y Briceño, en medio de las protestas contra Hidroituango, el proyecto hidroeléctrico más grande del país y cuya construcción, según las denuncias de los desplazados, afectaría económica, social y culturalmente a los campesinos, principalmente a las poblaciones cercanas al embalse. Por eso su exigencia principal era que se les respetara el derecho a conservar el territorio, cuenta Isabel Zuleta, lideresa de Ríos Vivos.

Los campesinos se desplazaron desde Toledo hasta Medellín a pie, aunque algunos tramos los hicieron en camiones y carros particulares que les ayudaron en el camino. Al llegar a Medellín, los líderes del Movimiento Ríos Vivos Antioquia empezaron a hacer llamadas para conseguir un lugar en el que los campesinos pudieran descansar, pero recibieron respuestas negativas. Fue así como decidieron ir a la Universidad de Antioquia a pedir ayuda.

Alberto Uribe Correa, rector de la Universidad, no estaba en la ciudad en ese momento, así que el vicerrector general, Jhon Jairo Arboleda Céspedes, tuvo que resolver la situación. “Me pidieron la autorización para hacer el ingreso sobre la base de que iban inicialmente a descansar y recibir una alimentación para proseguir hacia La Alpujarra”, cuenta Arboleda, hoy rector de la Universidad.

Los campesinos ingresaron al campus con el permiso del vicerrector, bajo ese acuerdo en el que mediaron líderes estudiantiles, profesores y organizaciones sociales. Al finalizar la tarde empezó a llover, lo que hizo que los campesinos buscaran refugio de la lluvia, y los líderes estudiantiles los guiaron hasta el antiguo coliseo, al lado de las piscinas de la Ciudad Universitaria.

Lo que en un comienzo iba a ser una estadía por unas horas, para descansar y alimentarse, terminó en un campamento que duró siete meses en el coliseo de la Universidad de Antioquia. “Nosotros somos muy pasionales en la Universidad y lo primero era atender una gente, pero digamos que no se pensó a largo plazo lo que eso podía implicar para la Universidad”, cuenta Alix Bibiana Gómez, profesora de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, quien fue una de las mediadoras en el diálogo con Arboleda para que entraran los campesinos al campus.

Los desplazados armaron sus carpas en el coliseo para resguardarse de las goteras que caían dentro del mismo, además delimitaron espacios para las cocinas y organizaron los horarios para preparar los alimentos. Así pensaban presionar al Gobierno municipal y al departamental para que dialogaran sobre Hidroituango. Los estudiantes acompañaron a los desplazados y, en ocasiones, hicieron recolectas de dinero en la Universidad para comprarles alimentos.

Por ejemplo, Luisa María Pulgarín Arboleda, integrante de la Red de Colectivos de Estudio de Pensamiento Latinoamericano (Cepela) y en ese momento estudiante de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia, cuenta que “la Asamblea de Estudiantes definió hacer actividades como alfabetización y brigadas de salud”. Pulgarín también afirma que algunas oficinas estudiantiles se integraron ofreciendo ciclos de cine. 

“Sin ninguna colaboración del Gobierno departamental ni municipal para atender esas personas en resguardos o casas, toda la responsabilidad cayó sobre la Universidad de Antioquia”, comenta John Jairo Arboleda, quien a las pocas semanas de haberse conformado el campamento campesino empezó a recibir presiones de diferentes sectores de la comunidad universitaria y de la Gobernación de Antioquia para darle una solución a la ocupación del campus. Diana Giraldo, miembro de la coordinación general del Movimiento Ríos Vivos, sostiene que tuvo diálogos con Arboleda en los que le dijo que podían presionar a los entes municipales y que la Universidad tenía el poder para ello, pero finalmente lo que se concretó en esos diálogos fue una ayuda para el retorno a los territorios, en octubre del 2013.

Sin embargo, Giraldo manifiesta que el mayor logro de la movilización fue la visibilización que tuvo la problemática, incluso a nivel internacional, ya que “se pudo conocer que el proyecto hidroeléctrico más grande del país tenía grandes falencias y dificultades que nadie alcanzaba a dimensionar por el hermetismo de la empresa con la información”.

Durante los siete meses que los campesinos se manifestaron contra Hidroituango en la Universidad de Antioquia, la comunidad universitaria se dividió entre quienes los apoyaban y compartían sus razones para permanecer allí, y los que exigían su salida, principalmente quienes se ejercitaban en el coliseo, ya que tuvieron que buscar otros espacios o dejar de practicar sus deportes. “No todo mundo en la universidad tiene la misma proyección social. Muchos no estaban de acuerdo con que estuvieran ahí, más que todo por desagrados políticos”, declara Luisa María Pulgarín.

Finalmente, los campesinos se desgastaron, muchos necesitaban retomar sus actividades económicas, y fue esta una de las principales razones para retornar, además de la falta de respuestas por parte del Gobierno. Fueron 327 los campesinos que retornaron a sus municipios el 25 de octubre del 2013. La Gobernación de Antioquia contrató buses para que realizaran el desplazamiento, y mediante un comunicado se comprometió a proveer mercados para tres meses. Cinco años después de esta protesta de las comunidades, en abril del 2018, el proyecto Hidroituango enfrentó una crisis debido al taponamiento de uno de los túneles de desvío del río Cauca, el cual generó un represamiento del caudal y posteriormente causó una creciente súbita que inundó las poblaciones aguas abajo de la presa, por lo que más de 26 mil personas debieron evacuar sus viviendas. Al cierre de la edición de esta línea de tiempo, en la zona se habían retomado las obras para finalizar el proyecto y ponerlo en funcionamiento. 

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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