La tarde del 13 de agosto de 1987 la Plazoleta Barrientos de la Universidad de Antioquia sirvió como punto de encuentro para estudiantes y profesores que marcharon en contra de los asesinatos que venían presentándose en la ciudad y, particularmente, contra los homicidios de miembros de la Alma Máter. La Marcha por la Vida fue citada por la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia y por el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos después del homicidio del profesor de Antropología Carlos López, ocurrido el 3 de agosto en el bar El Nogal, cercano a la ciudad universitaria y visitado con regularidad por algunos profesores.
Con López eran cuatro los integrantes de la Universidad asesinados en dos semanas. Esto sumado al hallazgo del agente del DAS Diego Esteban Ballesteros Muñoz, infiltrado en la asamblea de estudiantes de la Facultad de Veterinaria, el 23 de julio. La marcha era una apuesta para decir a los victimarios que había una ciudad unida, que no estaba intimidada y que era capaz de gritar sus convicciones en las calles.
Los manifestantes salieron a las cuatro de la tarde, y en la medida en que recorrían la ciudad, se iban uniendo a la marcha cada vez más personas. La Asociación de Profesores lideró el recorrido con una pancarta que tenía el escudo de la Universidad en medio de una diana teñida de rojo. Las calles quedaron marcadas con frases como “¡Ni el MAS, ni menos amor por Medellín!”, “¡No a los grupos paramilitares!”, “¡Contra las desapariciones, las torturas y los asesinatos, jornada por la vida!” y “¡Por los compañeros caídos, presente, presente!”, según citó El Mundo, en el artículo “U. de A. se tomó el centro de Medellín”, publicado el 14 de agosto en la página 14.
Carmelo Rodríguez era estudiante de Comunicación Social en 1987 y trabajaba como reportero del Radioperiódico El Clarín, programa que todavía se emite en la emisora Todelar. Rodríguez estuvo a cargo del cubrimiento de la manifestación. Recuerda que las personas caminaban en silencio y cada tres cuadras se oía un canto: “Enamorados de la vida y resentidos con la muerte, a la vida por fin daremos todo, a la muerte jamás daremos nada”. Rodríguez enfatiza que estos cantos retumbaban en medio de la caminata silenciosa.
Lo que más impresionó al periodista fue la imagen de Héctor Abad Gómez, presidente del Comité Permanente por los Derechos Humanos, salubrista de la universidad, profesor y un líder reconocido en la ciudad y el país, marchando vestido con pantalón, camisa y corbata. Esa formalidad representó para Rodríguez lo singular de esa marcha. No era la común manifestación de un grupo de estudiantes, esta vez eran profesores, líderes sociales, senadores quienes expresaban, con la autoridad que les daban su cargo y su experiencia, que había un problema en la sociedad.
La marcha terminó en un plantón en la Gobernación de Antioquia, en ese momento ubicada en el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, en el centro de Medellín. Los asistentes depositaron allí flores rojas que terminaron por dar un nuevo nombre a la marcha, que en adelante se recordó como la marcha de los claveles rojos. En la Gobernación, Héctor Abad habló como vocero del Comité y Luis Fernando Vélez Vélez, abogado, antropólogo, exdecano y exvicerrector General de la Universidad, habló en nombre de la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia.
Vélez era conservador y su voz era de peso en la Universidad. Beatriz Ortiz Uribe, en ese momento presidenta de la Asociación, recuerda que decidieron que Vélez hablara como una estrategia: “Porque él representaba la ecuanimidad, él decía que la defensa de la Universidad no era de la izquierda, era de todas las personas conscientes y pensantes”. Al día siguiente la ciudad se enteró de que Pedro Luis Valencia Giraldo, médico salubrista de la Universidad y senador de la Unión Patriótica, quien había llegado a Medellín para participar de la marcha, fue asesinado en la madrugada del 14 de agosto en su casa, frente a su familia.
50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
es un contenido producido por el
Proyecto Hacemos Memoria