Autoridades desactivaron una bomba en la Biblioteca Central

El 12 de noviembre de 1998, en la Ciudadela Universitaria, las autoridades desactivaron una carga explosiva que cayó del techo de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz a la plazoleta central. La bomba había sido puesta desde el 10 de noviembre por un grupo de encapuchados. Gonzalo Mesa, empleado de la biblioteca, explica que el 10 de noviembre de 1998 varios encapuchados ingresaron al lugar, subieron al cuarto piso, se dirigieron a la cocineta, que está ubicada cerca de la Sala de Prensa, salieron por la ventana que da al techo y caminaron sobre el tejado hasta llegar a la azotea, dirigiéndose al extremo sur, frente al bloque 6. Allí, izaron una bandera de las FARC que se podía divisar desde la plazoleta central. Lo que nadie supo, hasta dos días después, es que la bandera estaba acompañada por dos cargas explosivas.

“Eso fue en la mañana. Ellos entraron con todo el conocimiento y dejaron un vehículo tipo campanero en la puerta del ascensor que sube hasta al cuarto piso de la biblioteca. Los demás siguieron con su bandera y eso ya era muy normal, muy frecuente para nosotros. Se tomaron todo el tiempo necesario para fijar la bandera y vi que tenía como dos bolsitas, pensé que eran para sostenerla y darle peso, pero esas eran las cargas explosivas”, recuerda Gonzalo Mesa. Los actores armados, dice, siempre han tenido lugares predilectos dentro de la Universidad para sus acciones de propaganda, y la biblioteca es uno de esos lugares, debido a su ubicación estratégica. Las FARC llevaban a cabo estos actos para decir “estamos vivos”, “aquí estamos”, afirma el empleado. 

La brigada de bomberos de la Universidad fue la encargada de atender, en principio, el incidente en la biblioteca. Tras la salida de los encapuchados del lugar, recuerda Fabián Restrepo, entonces coordinador de la brigada y ahora supervisor de vigilancia, el personal de bomberos subió a la azotea y suspendió la entrada al cuarto piso. Ese año, agregó Fabián Restrepo, “era recurrente que pusieran bombas en la Universidad, aquí ponían las bombas porque era una forma de presión y en ese tiempo existían varios grupos, entre ellos el más notable eran las FARC, el Jacobo Arenas. Ellos fueron los que se adjudicaron el atentado”.

Según informó el periódico El Colombiano en un artículo del 14 de noviembre de 1998, titulado “Desactivan bomba en la U.deA.”, los organismos de inteligencia del Estado identificaron al grupo Resistencia Estudiantil de la Red Urbana Jacobo Arenas de las FARC como el autor de los hechos ocurridos en la biblioteca de la Universidad. Además, revelaron que el día que izaron la bandera en la biblioteca, los mismos encapuchados detonaron una bomba en el primer piso del Departamento de Vigilancia y Seguridad Industrial, en el bloque 29 de la Universidad, que causó pérdidas materiales. Estos hechos, afirma el artículo citando a los organismos de inteligencia, tenían como objetivo denunciar la tortura y la muerte de cuatro personas, tres hombres y una mujer, el 25 de octubre de ese mismo año, en la vereda El Chuscal del corregimiento de San Antonio de Prado, en Medellín. Entre las víctimas de ese hecho se identificó a Edwin Bernardo Vásquez Cifuentes y Alba Luz Restrepo Holguín, estudiantes de la Universidad e integrantes de la Cooperativa de Estudiantes Universidad de Antioquia (Coesdua). 

Aney Camilo Pérez fue amigo cercano de Edwin Vásquez y Alba Restrepo, recuerda que tomaban partido en diferentes temas coyunturales que se discutían en las asambleas y que habían recibido algunas amenazas por ser líderes en la Universidad y en el barrio. Aney menciona que de “todo lo que fuera liderar protestas y situaciones adversas de la Universidad, incluso de barrios, ellos eran líderes. Sin duda su muerte está asociada con su liderazgo”. En la actualidad, los rostros de Edwin y Alba reposan en un mural del bloque 21, en la Facultad de Ingeniería.

Según la citada nota de prensa de El Colombiano, luego de lo sucedido el 12 de noviembre en el campus universitario, las directivas universitarias manifestaron que la institución seguía activa, viva, y aspiraba a ser parte de la solución del conflicto por las vías del diálogo y no de la confrontación. Además, pidieron que se respetaran las normas del derecho internacional humanitario, exigiendo respeto por los civiles y que fueran excluidos de las acciones armadas. 

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