Asesinado el salubrista y senador de la UP Pedro Luis Valencia


En la madrugada del 14 de agosto de 1987, pocas horas después de la marcha de los claveles rojos, cuatro hombres con prendas del ejército entraron por la fuerza a la casa de Pedro Luis Valencia, en el barrio La América, al occidente de Medellín. Su hija Natalia, que en ese momento tenía diez años y se preparaba para ir a estudiar, presenció cuando los hombres acribillaron a su padre. Valencia fue una de las 6201 víctimas que entre 1984 y 2002 fueron asesinadas en medio del genocidio al partido político Unión Patriótica (UP), según los datos del Centro de Memoria Histórica.

Valencia inició su militancia en el Partido Comunista en 1960, cuando aún era estudiante de Medicina en la Universidad de Antioquia. Después de graduarse y terminar su maestría en Salud Pública, trabajó en el Servicio Seccional de Salud de Antioquia, de donde fue despedido por diferencias políticas con sus jefes, recuerda Álvaro Olaya, profesor pensionado de la Facultad Nacional de Salud Pública. Ambos se conocieron en 1975, cuando Valencia inició su profesorado como salubrista en la Universidad de Antioquia.

En 1980, cuando era secretario de educación del Partido Comunista, realizó junto a su esposa, Beatriz Zuluaga, un taller de economía política al que llegaron, entre otros, tres campesinos de la región de Urabá que se alojaron su casa. Allá llegó el ejército y capturó a los campesinos, alegando que eran guerrilleros, y a Valencia, acusándolo de ser un ideólogo. “Él se moría de la risa, decía: ‘¿Cómo en un escritorio voy a crear una guerrilla? Están locos’. Al final le dijeron que no había méritos ni para llamarlo a consejo de guerra”, relata su esposa.

Beatriz Zuluaga también recuerda que, en la audiencia de liberación, Valencia recibió una amenaza: “Usted sale ahora, pero se muere”. La sentencia, según su esposa, fue de Harold Bedoya Pizarro, quien murió el 2 de mayo del 2017 como general retirado, después de una carrera militar que comenzó en 1955. Bedoya estuvo al frente del Batallón de Inteligencia y Contrainteligencia Charry Solano, fue comandante de la IV Brigada de Medellín y comandó las Fuerzas Militares entre 1994 y 1996.

Meses antes del asesinato de Valencia, Mario Yepes, dramaturgo y docente de la Universidad de Antioquia, quien era su amigo, se encontró con él cuando asistieron a un concierto en la Universidad. Yepes recuerda la conversación: “Él les dijo a sus guardaespaldas: ‘Tranquilos, espérenme allá en el parqueadero que yo voy a estar conversando aquí con mi amigo’. Le dije: ‘Pedro, ¿cómo van las cosas?’. Y él: ‘No, aquí custodiado por mis asesinos’”.

A pesar de las amenazas, Valencia nunca dejó de lado sus ideales políticos ni su trabajo por los derechos humanos. En 1985 fue cofundador en Antioquia de la UP, partido político que surgió en medio de las conversaciones de paz entre las FARC y el entonces presidente de Colombia, Belisario Betancur (1982-1986).

Beatriz Zuluaga explica que la UP serviría para la transición de los guerrilleros a la política electoral. Sin embargo, personas de la vida civil y miembros de otros partidos de izquierda, como el Partido Comunista, también se unieron. Valencia fue senador suplente en 1987, para lo cual pidió una licencia no remunerada en la Universidad de Antioquia, donde trabajaba como docente. Cuando las conversaciones de paz fracasaron, la UP se desligó de la guerrilla y tuvo el respaldo del entrante presidente, Virgilio Barco, para continuar su ejercicio político. El nuevo partido compitió en elecciones, ganó varias curules en cargos ejecutivos, y su candidato presidencial de 1985, Jaime Pardo Leal, sacó la mayor votación de la izquierda hasta ese momento. Pardo Leal fue asesinado dos años después, en medio de la persecución de sectores de las Fuerzas Armadas, los empresarios y las élites regionales, que vieron en la UP una amenaza contra sus intereses y relacionaron el activismo social con un proyecto de expansión de la izquierda armada. Esa polarización política llevó a que líderes y militantes fueran perseguidos, asesinados y desaparecidos.

En este contexto y a raíz de las amenazas contra la vida de Valencia, Beatriz Zuluaga cuenta que para alejarlo del peligro que corría las directivas de la Universidad le dieron la posibilidad a su esposo de irse a estudiar a Brasil, y luego ella misma lo acompañó a radicarse en la Unión Soviética. Los viajes, aprovechados para estudiar, siempre tenían el propósito de evadir la muerte: “Yo creo que eso le aplazó el asesinato”, dice Beatriz Zuluaga al rememorar las continuas amenazas que recibió su esposo.

Como Senador, Valencia permanecía mucho tiempo en Bogotá, pero el 13 de agosto de 1987 viajó a Medellín para participar de la marcha de los claveles rojos, realizada por defensores de derechos humanos, docentes y estudiantes, para protestar contra el asesinato de miembros de la UP y de la Universidad de Antioquia. Beatriz Zuluaga marchó con él y al terminar la jornada caminaron juntos hasta la Facultad Nacional de Salud Pública. Ella recuerda las palabras que su esposo le dijo en el camino: “Me hizo una declaración de amor, me puse colorada como una adolescente, y después me dijo que ya no tenía miedo, que a él lo iban a matar, pero que ya no tenía miedo”.

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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