Asesinado en Putumayo investigador de la Universidad de Antioquia

El 14 de septiembre de 1998 fue encontrado muerto en la vereda San Carlos, del municipio de La Hormiga (Putumayo), el estudiante de la Universidad de Antioquia Héctor Edison Correa Ospina, quien se encontraba realizando una visita a la zona con fines investigativos. Correa, de 33 años, era bacteriólogo, estudiante de la maestría en Entomología Médica e investigador del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales (Pecet) de la Universidad de Antioquia. Como integrante de esta institución y apoyado por Colciencias y la Fundación Wellcom Trust, se encontraba en el departamento del Putumayo, desde principios de 1998, realizando una investigación para identificar los insectos transmisores de malaria.

Junto a Edison también fueron encontrados los cuerpos sin vida de Marcos Pérez y Carlos Andrés Pérez, funcionarios de la Secretaría de Salud de Putumayo, que realizaban la labor de acompañamiento al trabajo académico; así como el cuerpo de Luis Antonio Álvarez, miembro jubilado de esa entidad, que acompañaba a los investigadores como conductor del vehículo en el cual se desplazaban.

De acuerdo con la información de la agencia Colprensa, difundida por El Colombiano el 15 de septiembre de 1998, los investigadores fueron vistos por última vez el 12 de septiembre, mientras adelantaban una brigada de salud en el municipio de San Luis (Putumayo). Dos días después, el 14 de septiembre, fueron encontrados muertos, a causa de múltiples impactos por arma de fuego, según el informe médico.

Iván Darío Vélez, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, fundador del Pecet en 1986 y desde entonces director de ese grupo de investigación, recuerda que era la segunda o la tercera vez que Edison iba a la zona, no solo por sus conocimientos como bacteriólogo, sino por su talento empírico para tomar fotos que eran útiles para el registro de las actividades que adelantaban.

“Ya pensando en terminar sus labores en la zona, los investigadores estaban realizando sus últimos registros. Hasta donde ellos estaban llegaron unos hombres que se identificaron como miembros de las FARC, los filaron, los ametrallaron a todos con la mayor sevicia y se robaron el carro. Horas después, un miembro de la Secretaría de Salud de Putumayo fue hasta el campamento guerrillero para pedirles explicaciones y ellos lo único que dijeron es que se habían equivocado y que no se podía hablar más del asunto”, dice el profesor Vélez acerca de lo que conoce de las circunstancias en las que el hecho se produjo. En esa zona tenían presencia los frentes 2, 48 y 32 de las FARC, este último tuvo mayor influencia en zonas como Puerto Asís, Orito, Puerto Caicedo, Puerto Guzmán, Mocoa, Puerto Garzón y el Valle del Guamuez (La Hormiga), donde aparecieron muertos los investigadores.

Sara Robledo Restrepo, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia e integrante del Pecet desde sus inicios, advierte que si bien eran conscientes del peligro que había en muchas de las zonas que visitaban, nunca habían tenido ninguna dificultad. Sin embargo, el asesinato de Edison sirvió para que le prestaran mucha más atención al tema, y en los meses siguientes recibieron una serie de capacitaciones sobre el comportamiento de los investigadores en las zonas de conflicto, con el acompañamiento de la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad y de la profesora María Teresa Uribe.

El acompañamiento constante de habitantes y conocedores de la zona en los lugares en los que se desarrollan las tareas de investigación, el oportuno aviso, el establecimiento de una neutralidad con respecto a cualquier movimiento o ideología política y el suministro de una información veraz y clara a la mayor cantidad de personas posible sobre la labor que se iba a cumplir en el territorio fueron algunas de las principales enseñanzas que destacó la profesora Robledo de este proceso que sirvió como insumo para que, posteriormente, se reglamentara dentro del Pecet un protocolo de obligatorio cumplimiento, en el marco de las visitas a lugares de alto riesgo.

A pesar de los hechos, la investigación finalizó con éxito. Sin embargo, el profesor Vélez opina que con la muerte de Edison la Universidad y el Pecet no solo perdieron a un gran académico, con mucho conocimiento y compromiso con su área de su estudio, sino también a un muy valioso ser humano. “Fue muy doloroso cuando posterior a lo sucedido conocí a su familia; una familia muy humilde del nororiente de Medellín. Edison era el menor y el orgullo, el único de cinco hermanos que había estudiado. Este muchacho tenía una beca en ese momento, con la mayor parte del dinero que recibía ayudaba en el sostenimiento de su familia, en la que su padre se ganaba medio salario mínimo como jubilado, por eso su muerte fue muy difícil para ellos”, expresa.

El 15 de septiembre de 1998, en el marco de una reunión del Consejo Académico, el rector Jaime Restrepo Cuartas informó a la corporación sobre la noticia proveniente del departamento del Putumayo. El rector manifestó su pesar por la muerte del estudiante, docente e investigador, y propuso al Consejo “una moción para deplorar su fallecimiento”, la cual fue unánimemente aceptada, según consta en el acta 0121 del Consejo Académico elaborada ese día.

Actas consultadas

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