El jueves 3 de junio de 1982 el ejército liberó al estudiante de Psicología de la Universidad de Antioquia Héctor Augusto Aristizábal, quien fue torturado y estuvo retenido durante diez días, luego de que las autoridades allanaran su casa y se lo llevaran, acusándolo de pertenecer a la guerrilla. Todo comenzó cuando el hermano de Héctor, Juan Fernando, estudiante de bachillerato, salió a acampar, el 23 de mayo de 1982, con otros tres amigos, en el municipio de Briceño, Norte de Antioquia. En la noche comenzó a llover y los cuatro buscaron refugio en la iglesia del pueblo. Dentro de la iglesia, los jóvenes comenzaron a hablar de política y, según Héctor, esta fue la razón por la que el sacerdote llamó a la policía para que los interrogara.
En el transcurso del día siguiente, un oficial del ejército llamó a la casa de la familia Aristizábal para avisar a sus familiares de la retención de Juan Fernando. Héctor y su padre viajaron a Briceño, pero al llegar a la estación de policía les dijeron que el ejército ya se lo había llevado, así que volvieron a su casa, ubicada en el barrio Francisco Antonio Zea de Medellín.
En la madrugada, varios camiones del ejército llegaron a su barrio. Uno de los camiones se detuvo frente a su casa y de él se bajó un grupo de militares que allanó la vivienda. La noche anterior al allanamiento, Héctor se deshizo de todos los libros y revistas que pudieran considerarse de “propaganda marxista”, pues “sabía que las cosas estaban calientes”. Pero no sabía que su hermano había guardado un libro de circulación interna del ELN, y uno de los soldados lo encontró. “Supusieron que yo era un comandante del ELN y que estaba entrenando a los pelados en el monte, y como además era estudiante de la Universidad de Antioquia, era el cuadro perfecto”, cuenta Héctor. Si bien él se reconoce como líder estudiantil de la época y como participante activo de las asambleas de la Universidad, niega haber pertenecido a cualquier grupo ilegal.
Tras el allanamiento, los soldados lo sacaron de su casa y lo subieron a un camión en el que llevaban a Juan Fernando y a sus tres amigos. Todos fueron trasladados al Batallón Bomboná, en el barrio Buenos Aires. En el camión, Héctor le dijo a su hermano que se tenía que inventar una historia para justificar la tenencia de ese libro. “Yo no sabía qué iba a pasar, pero tenía una premonición de lo peor porque ya muchos amigos habían desaparecido, a otros los habían torturado”, recuerda Héctor, quien hoy trabaja como psicólogo en la Comisión de la Verdad.
Al llegar al batallón, los militares empezaron a intimidarlos y luego los interrogaron uno a uno. Héctor fue el último y, antes de ser llevado al cuarto de interrogatorio, un oficial le dijo: “Mire, a su hermano le está yendo muy mal, él ya confesó todo. Si usted no quiere que lo maten o le pase algo malo, tiene que decir la verdad”. En ese cuarto, con las manos atadas por la espalda y los ojos vendados, empezó la tortura. Héctor sostiene que fue golpeado, ahogado con agua, halado de los brazos por la espalda mediante una polea, obligado a mantenerse despierto por tres días y amenazado de manera constante.
Después, él, su hermano, sus amigos y otros dos jóvenes que habían sido retenidos el mismo día, fueron llevados a un sótano, donde pasaron otros tres días. Luego los trasladaron a la Cuarta Brigada, donde cumplieron los 10 días de detención que autorizaba el Estatuto de Seguridad del Gobierno de Julio César Turbay, y que, entre otras facultades, permitía a los militares alargar las detenciones preventivas antes de presentar una acusación formal contra un capturado.
Héctor fue dejado en libertad el 3 de junio de 1982, pero Juan Fernando y sus amigos pasaron entre tres y cuatro meses en la cárcel Bellavista, por llevar un machete el día de su detención, lo que iba en contra del literal E del artículo 7 del Estatuto de Seguridad. Aunque nunca fueron acusados formalmente de pertenecer a la guerrilla, Héctor supone que su hermano sí tuvo algunos acercamientos con miembros del ELN, pues en el barrio donde vivían había militantes de ese grupo y muy seguramente fue uno de ellos quien le entregó a Juan Fernando el libro de circulación interna. En la cárcel Bellavista “fue donde realmente conoció la guerrilla. La guerrilla lo protegió y finalmente se metió con ellos”, dice Héctor.
50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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