El 12 de junio de 1999 el periódico El Colombiano publicó un artículo titulado “La U. de A. no es como la pintan”. Según la publicación, las ideas recogidas en este texto fueron resultado de una reunión de tres horas, en la que un grupo de estudiantes cuestionó un artículo de ese mismo medio, publicado el 3 de mayo de 1999, en el que, a juicio de los universitarios, El Colombiano estigmatizaba la institución y a quienes hacían parte de ella. “Cuando leímos el artículo nos sentimos muy mal […]. Nos discriminan por ser de la U de A […]. Parece ser delito pensar la problemática del país, tener espíritu crítico y hacer propuestas para el cambio”, dicen algunos apartados de la respuesta.
En ese momento la ciudad evidenciaba el aumento en la presencia de las FARC y de grupos paramilitares. Además, la Universidad atravesaba momentos de agitación y conflictos, debido a las protestas de los estudiantes en rechazo de las políticas de las matrículas, los reglamentos estudiantiles y el asesinato del profesor y director del Instituto de Estudios Regionales Hernán Henao, ocurrido el 4 de mayo de ese mismo año (ver “Asesinado Hernán Henao, director del INER”).
Otro frente de tensiones tenía que ver con la implementación del Plan Nacional de Desarrollo del Gobierno de Andrés Pastrana, contra el que surgieron reacciones desde diferentes sectores de la sociedad, entre ellos el estudiantado, que se sentía afectado por el recorte del presupuesto destinado a la educación. A partir de esa situación se creó un gran movimiento que incluyó a las universidades, los colegios y varios gremios.
El docente universitario Alejandro Sierra, quien en ese momento era estudiante de Historia y líder estudiantil de la Universidad de Antioquia, recuerda que “por la organización que tenía el movimiento llegaron amenazas en contra de muchos estudiantes. Y a la par también llegó la estigmatización propia de los medios para deslegitimar el movimiento. Pintaban la U como un nido de terrorismo, y de ahí es de donde surge el artículo, se habían generado una cantidad de situaciones que nosotros decíamos eran muy graves para la Universidad”.
Sierra también recuerda que la Asamblea General de Estudiantes fue foco de señalamientos, según los cuales ser estudiante de la Universidad equivalía a ser guerrillero, lo que hacía que participar en una asamblea fuera arriesgado, “pero se asumía. Siempre había que tener medidas de seguridad. Cambiar rutinas, vigilar en reuniones, entre otras acciones. Dentro de la ciudad, la Universidad era un sitio en el que se podía hablar, pero por fuera de la Universidad te llenabas de pánico”, relató Sierra.
María Helena Vivas, profesora jubilada de la Facultad de Comunicaciones, en ese momento era decana de la misma facultad y recuerda que “la asamblea estaba permeada por diferentes posturas políticas; aun así, nunca se presentaron acciones armadas dentro de la asamblea. No puedo decir que había guerrilleros o que los encapuchados eran guerrilleros, solo eran personas que algunas veces por fuera de la Universidad presentaban hechos violentos”.
Acerca del papel que jugaron los medios de comunicación en torno a la situación de la Universidad, Vivas considera que cumplieron con su deber de informar y registrar los hechos, pero reconoce que era posible que personas externas a la Universidad no entendieran realmente el contexto ni las situaciones, lo que hacía factible que “un lector no muy informado viera que en la Universidad estaban tirando piedra y dijera que eran unos vagos y no querían estudiar”.
Apartándose de esta postura, Sierra manifestó que el panorama reflejado por los medios de comunicación justificaba cualquier acción de la fuerza pública y desdibujaba la movilización. “Era un momento de expansión del paramilitarismo y estaban empezando a matar mucha gente en las universidades y a estigmatizarlas. Había casi una aceptación social de que, si les pasó algo, por algo sería. Ese fue el gran papel de los medios de comunicación, avalar, justificar o desconocer lo que pasaba. Fueron claves en la represión social”.
Para contrarrestar la estigmatización, según recuerda Vivas, desde la oficina de prensa y el periódico Alma Máter, la Universidad insistió en explicar lo que realmente pasaba en la institución. Por su parte, los estudiantes también implementaron acciones. Sierra recuerda que “se intentaba hacer actividades culturales porque llegar a la gente era muy importante. Les pedíamos a los buseros que nos dejaran subir e intentábamos hablarle a la gente y explicarle por qué hacíamos lo que hacíamos. Pero era muy difícil llegar a los medios de comunicación y nos tocó cargar con ese estigma”.
50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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