El 16 de octubre de 1987 fue asesinado Rodrigo Guzmán Martínez, estudiante del último semestre de Medicina de la Universidad de Antioquia, quien esperaba graduarse en enero del siguiente año. Los hechos ocurrieron en la calle 59 N.o 51B-74 del barrio Jesús Nazareno, donde estaba ubicada la Asociación Cívica de Vigilantes Privados (Acivipa), en la que Guzmán, junto a otros dos compañeros, atendía de forma gratuita a miembros de esta agremiación.
Según la versión entregada al Juzgado Once de Instrucción Criminal por Carlos Antonio Durango, miembro de Acivipa, que se encontraba en ese lugar desde el mediodía, el ataque ocurrió cerca de las cinco y veinte de la tarde, y al lugar, en el que estaban 18 personas, “llegaron tres hombres fuertemente armados y nos intimidaron a todos, nos hicieron tirar al suelo, y nos dijeron pues que iban a buscar un cliente […]. Nos arrecogieron [sic] uno por uno, nos metieron a la oficina, encañonados y nos echaron llave. Nos dijeron que nos esperáramos veinte minutos, no nos podíamos parar de ahí, que si nos parábamos nos moríamos”, relató Durango, cuya versión reposa en el archivo de la Fiscalía, en Medellín.
Luego de que los rehenes se percataron de la huida de los tres hombres, tumbaron la puerta de la oficina en la que habían sido encerrados y notaron que faltaba el médico. Se dirigieron al consultorio, cuya puerta se encontraba abierta, y allí lo encontraron muerto. Según el informe de necropsia de Medicina Legal, la causa de su muerte fue un único disparo en la zona derecha del cráneo.
De acuerdo con la información registrada en el expediente del Juzgado 74 de Instrucción Criminal Permanente, el hecho fue atribuido a un grupo denominado Comandos Latinos. El despacho detalla que en el lugar donde se cometió el crimen había tres letreros escritos con tinta azul. Uno en la pared de la sala de espera, que decía “JAIME PARDO LEAL HASTA SIEMPRE, CL [sic]”; otro en la pared del patio: “A LOS TRAIDORES DE LA REVOLUCIÓN MUERTE. COMANDOS LATINOS [sic]”; y un tercero en la pared frente al patio: “A LA COOR. G. SIMÓN BOLÍVAR FELICITACIONES LOS APOYAMOS. CL [sic]”.
Las personas cercanas a Rodrigo no recuerdan que antes del asesinato recibiera amenazas en contra de su vida, a pesar de que tenía un gran liderazgo entre sus compañeros y de que era el vicepresidente de la Asociación Nacional de Médicos Internos y Residentes (ANIR). Luis Javier Giraldo, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia en 1987, y en la actualidad decano de la Facultad de Medicina de la Universidad San Martín, destaca, por ejemplo, la capacidad de mediación que tuvo Rodrigo luego de que un grupo de estudiantes decidiera tomarse la Facultad, a raíz del asesinato de Héctor Abad Gómez, el 25 de agosto de 1987. “Al día siguiente de su muerte nos reunimos por el sector del Paraninfo y Rodrigo me dijo que ya todo estaba listo con los estudiantes, que ellos en su gran mayoría iban a desalojar la facultad, pero que había un grupo anarquista que se resistía y sobre el cual, aceptó, no pudo tener ninguna influencia”, expresa Giraldo.
Justamente el día de la muerte de Rodrigo, él y otros líderes estudiantiles sostuvieron en horas de la tarde una reunión con el decano Giraldo. El encuentro al que Rodrigo asistió en calidad de representante de la ANIR fue convocado para analizar y encontrar soluciones a la difícil situación que venía atravesando la Universidad por los hechos recientes de violencia en contra de muchos de sus miembros.
“Fue una reunión muy amena en la que de lado y lado expresamos la situación de la Universidad, la crisis en la que estaba. Los estudiantes reclamaban que para reiniciar actividades se dieran garantías de seguridad, y entre las cuatro y media y cinco de la tarde, Rodrigo pidió la palabra y dijo que lo perdonaran, que él se tenía que retirar, que tenía trabajo que hacer”, recuerda Luis Javier Giraldo.
Rodrigo se dirigía precisamente a la sede de Acivipa, ubicada en una casa cercana a la facultad, donde ese día le correspondía su turno de atención médica. Allí, junto a otros dos compañeros, se turnaban uno por día, los lunes, miércoles y viernes, para atender gratuitamente a miembros de esa asociación y a sus familias. Gabriel Iván García era uno de los compañeros que compartía la labor con Rodrigo en Acivipa, y además se encontraba junto a él realizando una rotación de medicina interna y de ginecobstetricia en la Clínica León XIII. Allí, mientras cumplían su turno, unos días antes de los hechos, Rodrigo le pidió el favor de que lo reemplazara en el consultorio de la Asociación de Vigilantes. Gabriel aceptó y el viernes 16 de octubre Rodrigo decidió devolverle el favor a su compañero.
“Él me llamó y me dijo que iba a ir para pagarme la vez que lo había reemplazado. Yo aproveché ese día para ir a ayudarle a mi papá en su trabajo que tenía en el centro de Medellín. Estando allí llegó corriendo un muchacho que hacía parte de la Asociación a decirme que habían matado al médico. Yo lo miré extrañado y él dijo que a Rodrigo”, comenta García, quien actualmente ejerce su profesión en un consultorio del centro occidente de Medellín.
El decano Giraldo señala que la semana siguiente a la muerte de Rodrigo los estudiantes se reunieron para honrar su memoria, hubo varias asambleas y pronunciamientos. Semanas después, los estudiantes decidieron ponerle el nombre de Rodrigo Guzmán al aula 175 del primer piso de la Facultad, frente al auditorio. Con la resolución 654 del 19 de octubre de 1987, el Consejo Superior Universitario rechazó este asesinato e invitó a la comunidad “a mantener la cordura que permita lograr el empeño de conservar la Universidad abierta y en pleno funcionamiento”.
Por su parte, la Asociación de Internos y Residentes también repudió el crimen, y entre el 17 y el 19 de octubre anunció un cese de actividades. “La Universidad de Antioquia, la Facultad de Medicina y la Asociación de Médicos Internos y Residentes estamos de luto, pero nunca en silencio. Enamorados de la vida y resentidos con la muerte. A la vida por fin daremos todo a la muerte jamás daremos nada”, finalizaba el comunicado de la ANIR replicado por el periódico El Colombiano en su edición del 18 de octubre.
50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
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