Aunque se escriben y suenan diferente, “La Violencia” y “el conflicto” se han convertido en dos formas de nombrar el pasado de violencia política que carga Colombia. Ambas ocultan desde el lenguaje la responsabilidad social, política y moral de quienes impulsaron e infligieron el daño.
Nombrar al conflicto colombiano sin su apellido: armado, es una práctica que se ha normalizado en la sociedad colombiana. ¿Se trata de una omisión irrelevante o, por el contrario, de un cuestionamiento a la naturaleza bélica del pasado?
Ya va siendo hora en Colombia de acudir a ese recurso simbólico de “matar al padre”, de dejar de defender a esa figura, que se manifiesta en múltiples rostros; de dejar de besar sus manos untadas de sangre; de parar las alabanzas a su arbitrariedad, al imperio de su orden y su ley.
La paz está en cuarentena, está confinada y aislada de las prioridades del gobierno ante la crisis económica y de salud que comienza a mostrar sus primeros efectos. El cumplimiento total del Acuerdo Final sigue en un segundo plano.
La sociedad colombiana tiene derecho a conocer cuál es la situación de sus archivos y, particularmente, es deber del Estado poner a disposición pública la información sobre violaciones a los derechos humanos.
«Gracias al ejercicio del periodismo, en un país que también lo ataca, nos informamos de las formas como la ciudadanía, sin rendir la mirada, reclama, protesta, marcha, grita, demanda, pide, exige, condena el mundo de desesperanza en el que ha quedado sumida».
A pocos días de las elecciones regionales preocupa la seguridad de líderes políticos y sociales en buena parte del país. “El miedo y la amenaza de muerte están a la orden del día. Unas circunstancias que dan cuenta de una sociedad que elige constreñida”.
“La universidad no debe ni puede callar cuando un líder o una líder social son asediados o asesinados. Aunque guarde luto, ella no se calla, porque entiende el valor de cada hombre o mujer que promueve o protege los derechos civiles y políticos”.
Hace 10 años, como cristalización del proceso afectivo, solidario y reivindicativo de las víctimas de Granada, nació el Salón del Nunca Más, un espacio representativo de todo el proceso vivido con los ejercicios de memoria.
La Convivir El Condor recibió su personería jurídica el 18 de noviembre de 1996 bajo el liderazgo de Juan Santiago y Pedro David Gallón Henao. Apenas 2 años y medio antes, el 2 de Julio de 1994, esos dos personajes, con una larga historia mafiosa, habían tenido un papel protagónico en el asesinato de Andrés Escobar.