Agente del DAS asesinó al estudiante universitario Fernando Barrientos

Fernando de Jesús Barrientos Rodríguez fue asesinado el 8 de junio de 1973 por un agente del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), justo cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de Antioquia intentaba quemar un carro de Empresas Varias de Medellín en la esquina de la avenida Ferrocarril con la calle Barranquilla, a las afueras de la Ciudad Universitaria.

Recordado como Luis Fernando, el estudiante de Economía que con su apellido le da nombre a uno de los lugares más importantes de la Universidad —la plazoleta Barrientos—, se llamaba en realidad Fernando de Jesús. Su nombre real, que se fue diluyendo con el paso de los años, aparece en el expediente judicial y en los obituarios publicados al día siguiente de su muerte por la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia en el periódico El Colombiano.

La bala que lo mató provino del revólver Colt calibre 38 largo, de dotación oficial del agente Maximiliano Zapata Zapata, adscrito al DAS, organismo de inteligencia que dependía de la Presidencia de la República y que fue suprimido por el Decreto 4057 de 2011, durante el gobierno de Juan Manuel Santos.

Según indicó Zapata al Juzgado 33 de Instrucción Criminal en ese entonces, él iba en un bus cerca de la Universidad cuando se dio cuenta de que “pasaba una volqueta de Empresas Varias”, y alcanzó a ver que “le cerraron el paso y agarraron a tirarle piedra”. Zapata decidió intervenir. “Timbré y me bajé a la carrera hacia la volqueta en procura de ayudarles a los trabajadores que estaban en peligro y al mismo tiempo tratar de salvar el carro”, detalló en su indagatoria.

El relato del agente señala que, tan pronto lo notaron, los estudiantes empezaron a gritarle “ese es un sapo, un hijueputa, un bicho del Gobierno”. Fue en ese momento cuando hizo “un tiro al aire y retrocedieron”. Pero los estudiantes persistían. “Donde me dejara agarrar, me iban a matar y entonces hice otro tiro al aire”. A las 11:50 de la mañana, un disparo atravesó el tórax de Barrientos y perforó su pulmón derecho. Herido e inclinado sobre su cuerpo, el estudiante se desplazó unos cuantos pasos y se desplomó, muerto, antes de llegar a la entrada de la Universidad.

Dos horas antes, los estudiantes habían asistido a una asamblea conmemorativa del Día del Estudiante Caído, una fecha clásica del estudiantado colombiano para recordar a sus compañeros asesinados en enfrentamientos con fuerzas del Estado que tuvieron lugar en 1929 y 1954. “Recuerdo muy bien que fue una asamblea estudiantil muy raquítica, con muy poca asistencia, y salimos hasta la puerta de la Universidad a bloquear el tránsito y a lanzar algunas arengas”, relata Amylkar Acosta, quien entonces era estudiante de Economía y presidente del Consejo Estudiantil, y quien ocupó años después varias posiciones políticas, entre ellas la de ministro de Minas y Energía del Gobierno de Santos.

Los estudiantes estaban “en protesta e incentivados para seguir y volver a enfrentarse con la policía, porque eso era muy continuo, de casi todos los días”, recuerda Jaime Nieto Restrepo, lustrabotas que trabajaba en la Universidad desde 1960.

Precisamente por la tensión entre los estudiantes y la policía se desató un combate a piedra entre ellos. Uno de los trabajadores de Empresas Varias, cuya identidad se mantiene en reserva por políticas de protección del expediente, narró al juzgado que el agente Zapata “hizo los disparos y se quedó por ahí”, mientras los estudiantes le gritaban “asesino y la piedra continuaba”. Exaltados por la muerte de Barrientos, le gritaban: “Te estamos viendo la cara y te conocemos”. “Entonces este señor sacó del bolsillo una capucha o una especie de careta y se tapó el rostro”, agrega en su testimonio.

Astrid Elena Vallejo, quien entonces estudiaba Enfermería y hoy es profesora jubilada de la Universidad, recuerda que después de la muerte de Barrientos un grupo de estudiantes levantó el cuerpo, lo puso sobre una cartelera y lo cargó por la Universidad, hasta que llegaron al tercer piso del bloque administrativo, vacío en ese momento. Entraron a la fuerza y ubicaron el cadáver sobre la mesa de reuniones de las directivas de la Universidad.

“Subimos hasta la Rectoría y estaba vuelta una melodía, una chicuca, los muebles patas arriba, los vidrios quebrados y, efectivamente, vimos el cadáver de Barrientos con un tiro al lado del corazón, entrando por un costado del cuerpo”, así recuerda Óscar de León el momento en que llegó, junto a algunos compañeros, a ver el cuerpo del estudiante asesinado. De León era estudiante de primer semestre de Ingeniería Mecánica y actualmente es el dueño de la papelería Caos, ubicada en la Ciudad Universitaria.

A las dos de la tarde, “repentinamente corrió la voz de que había estallado el fuego en el mismo edificio” donde los estudiantes tenían el cuerpo de Barrientos, según narró El Colombiano en un artículo publicado el 9 de junio, titulado “Fuego en la UdeA. Un estudiante muerto en graves incidentes”. Los alumnos sacaron el cadáver de Barrientos escaleras abajo mientras las llamas consumían el piso superior. Los bomberos tardaron una hora en atender las llamadas de auxilio hechas desde varias dependencias de la Universidad. El incendio fue controlado poco después de las tres de la tarde.

Sobre este incendio, el egresado de Economía Gerardo Jiménez, quien era estudiante en esa época, cuenta que él estuvo allí y que el fuego se originó porque otro estudiante encendió algunos documentos de la Rectoría y los arrojó a una caneca de basura, desde donde empezó a subir por las cortinas, hasta llegar al techo y propagarse por el edificio. “A mí me expulsaron porque yo fui la última persona que salió del edificio”, dice. Fueron cerca de ocho los estudiantes expulsados, según recuerda, pero todos fueron reingresados debido a que no pudo probarse que tuvieran responsabilidad en el incendio.

Jiménez también cuenta otra versión sobre el asesinato de Barrientos. Según él, el agente del DAS que lo asesinó no estaba afuera de la Universidad, sino infiltrado en la asamblea que se celebraba en el Teatro al Aire Libre de la Ciudad Universitaria. Allí, dice Jiménez, el extraño fue descubierto e increpado por varios estudiantes que empezaron a conducirlo a la esquina donde se cruza la calle Barranquilla con la avenida Ferrocarril. “Antes de que él llegara a esa puerta de Barranquilla, el tipo se volteó y les disparó”, e hirió de muerte a Barrientos.

En un comunicado del 9 de junio, el Consejo Directivo de la Universidad, presidido por el rector Luis Fernando Duque Ramírez, señaló que “los destrozos materiales ocasionados por la acción vandálica” del día anterior habían dejado “reducidas a cenizas” la Rectoría, la Secretaría General y otras dependencias de la Universidad. De acuerdo con ese mismo comunicado, los hechos fueron producto del desorden causado por las acciones de “hijos indignos” de la Universidad, mientras que la Asociación de Profesores (Asoprudea) consideró que “tales insucesos” fueron “el resultado de un largo proceso de opresión que se ha venido ejerciendo sobre los estamentos básicos de la Universidad (estudiantes y profesores)”, como señala el acta de la junta directiva de esa organización, que sesionó un día después de la muerte de Barrientos.

El juzgado que llevó el proceso concluyó que la bala del agente Maximiliano Zapata Zapata que causó la muerte de Barrientos fue disparada en un acto de legítima defensa. Sobre el incendio que siguió al asesinato no hubo conclusión. En los archivos de prensa quedaron las fotografías de la Universidad en llamas.

50 AÑOS DE VIOLENCIA Y RESISTENCIA
es un contenido producido por el
Proyecto Hacemos Memoria