Para la antropóloga, que lleva tres décadas estudiando la violencia contra el cuerpo en Colombia, las recientes masacres ocurridas en el país no representan un retroceso hacia el pasado, más bien confirman que la violencia nunca se fue.

 

Por: Daniela Jiménez González

Imagen de portada: Razón Pública

Las recientes masacres ocurridas en Colombia, 51 entre el 1 de enero y el 5 de septiembre de 2020 según datos del Observatorio de Conflictos, Paz y Derechos Humanos del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), dejan claro que este tipo de crímenes configuran una práctica violenta que pervive en Colombia y que ha sido heredada desde la época de La Violencia entre liberales y conservadores (1948 – 1958), aunque ha sufrido transformaciones en cuanto a quiénes son sus autores y la sevicia con que se cometen.

Según el informe ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, del Centro Nacional de Memoria Histórica, las herencias de La Violencia y sus prácticas de tortura y despojo, nunca pararon, pues solo entre 1980 y 2012 se cometieron en el país mil 982 masacres; el 58.9 por ciento, por parte de grupos paramilitares.

Para analizar la conexión entre las actuales masacres y ese pasado violento que carga Colombia, Hacemos Memoria entrevistó a María Victoria Uribe Alarcón, antropóloga de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México y autora de la investigación Matar, rematar y contramatar: Las masacres de La Violencia en el Tolima 1948-1964, quien lleva treinta años estudiando la violencia contra el cuerpo y el lenguaje de las masacres en el país.

 

Cuando inició su investigación, ¿qué la llevó a develar esa relación entre la masacre y el cuerpo?

La violencia de los años 50 era en su mayoría entre campesinos analfabetas y, forzosamente, para poder entender el sentido de las masacres ocurridas en esa época, yo tenía que comprender cómo concebían su propio cuerpo los campesinos. Yo quería entender por qué los victimarios hacían cortes como el de corbata —que consiste en abrir una abertura por debajo del mentón para extraer por ahí la lengua—, o el de franela —que consiste en cortar los músculos y tendones que sostienen la cabeza para que esta se desplace hacia atrás—. Me puse a investigar eso, pero ahora no tendría ningún sentido estudiar ese tema.

¿Por qué?

Porque en lo que está ocurriendo hoy no hay ninguna relación entre la masacre y la concepción del cuerpo, esa relación ya se rompió. Ahora lo que hay es efectividad, un tiro o dos. No hay esa relación que existía entre la cacería, la carnicería y el cuerpo. Durante La Violencia, la mayoría de los campesinos “despresaban” a sus animales, al mismo tiempo eran cazadores. Todos esos conjuntos de prácticas, tanto las de la cacería como las de la carnicería, se reflejan de manera muy clara en la clasificación corporal y en los cortes. Eso ya se rompió y ya no funciona así. Hoy hay otras dinámicas.

En su libro usted menciona cómo las masacres, además, representan una fractura real y simbólica sobre los cuerpos humanos. ¿Cree que sigue ocurriendo eso hoy?

Las masacres que están ocurriendo ahora están produciendo una ruptura simbólica importante en el cuerpo social. La matanza de los jóvenes en Cali, o de los muchachos en Samaniego, son rupturas simbólicas y fácticas del cuerpo social. Es decir, a partir de esas masacres la gente se va de la vereda o abandona su lugar por el pánico. Ese es uno de los propósitos de estos actos violentos. Muchas veces, detrás de la masacre, está el deseo de apropiarse de un territorio y la manera de hacerlo es expulsando a los habitantes de la región.

Yo no compararía las masacres que están ocurriendo ahora con las que ocurrieron en los años noventa por parte de los paramilitares, o con las que ocurrieron en los años cincuenta y sesenta durante La Violencia. Creo que estas son masacres más anónimas, en el sentido de que es muy difícil ubicar quiénes las están haciendo, es difícil asignar responsabilidades. Esto no ocurría con las masacres paramilitares, porque los mismos paramilitares se encargaban de decirle a la sociedad que ellos habían hecho la masacre. Ahora son asesinatos que se hacen desde la sombra. No hay manera de saber de dónde vienen las balas.

Últimamente se repite en medios y en redes sociales que estamos volviendo al pasado, ¿usted cree que es así?

No, no pienso que estemos volviendo al pasado, pienso que seguimos en un presente violento. Eso nunca se fue. Es una cuestión mediática eso de decir que están volviendo las masacres. Las masacres pararon a raíz de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC en el 2016; las cifras de violencia disminuyeron un par de años de forma evidente, pero volvió otra vez la dinámica de la violencia. Vuelve y se implanta esa gobernanza, por llamarlo de alguna forma, que oscila entre civilización y barbarie.

No ha cambiado nada. El Estado sigue siendo precario, sigue sin tener un control efectivo de las regiones, sigue sin tener el monopolio del uso de la fuerza. Tenemos territorios enormes donde quienes mandan son estas bandas armadas.

¿Qué está pasando en el país? ¿Por qué estamos viendo este tipo de victimización otra vez?

Es difícil saber quién está detrás de todos esos asesinatos porque la violencia actual es difusa: en los años ochenta y noventa se sabía qué frente paramilitar era el culpable, quién comandaba el frente, etcétera.

No me gusta dar opiniones que no tengan respaldo, pero sí veo una tendencia preocupante con que se vuelvan a intensificar las masacres y creo que tiene que ver totalmente con cierta permisividad del gobierno que no le pone mucha atención al tema y mira para otro lado. Duque no ha sabido responder a la agudización del conflicto armado: analistas

Eso tiene mucho que ver, también, con el resurgimiento de paramilitares que no se entregaron en el proceso de Justicia y Paz en 2005, y que están conformando nuevos grupos en diferentes partes del país. Si se vuelve a incrementar, vamos a volver a entrar a una espiral de violencia como la de los años noventa y 2000, que fue terrible, y que fue básicamente una espiral de violencia paramilitar. Ahora, también están involucrados disidencias de las FARC, frentes del ELN, bandas criminales del narcotráfico… está muy enredado el panorama. 

¿Cómo le ha parecido la respuesta estatal frente a lo que está ocurriendo?

Fatal. No hay respuesta estatal. Al gobierno le importa un carajo lo que está pasando con los líderes sociales y el asesinato de exguerrilleros desmovilizados de las FARC. Es un gobierno permisivo, que ve lo que está ocurriendo sin tratar de solucionarlo o, por lo menos, de mitigarlo. Ahora, creo que se pondrá peor: el Defensor del Pueblo es del bolsillo de Duque. Tenemos fichas de Duque en la Procuraduría, en la Fiscalía y en la Defensoría del Pueblo.

¿Cuál es su análisis sobre las regiones o zonas del país donde ha sido mayoritaria la ocurrencia de las masacres?

Creo que Antioquia sigue siendo la región paramilitar por excelencia. Eso es una constante, pero sí veo que las masacres se están concentrando en la Costa Pacífica: Nariño, Cauca y Valle del Cauca. Eso tiene mucho que ver con comunidades que están incomodando a los exportadores de coca y que se están atravesando en el camino de toda esta industria del narcotráfico que ha crecido mucho. Todo esto son especulaciones, porque en realidad no sabemos muy bien qué está pasando. ¿Qué nombre darle a la violencia que ocurre actualmente en el país?

¿Cuál podría ser una acción más contundente del Estado frente a las masacres?

Mandar al ejército a las zonas, combatir estos grupos ilegales que están haciendo su agosto con el narcotráfico, porque no hay quién los controle. Eso significa volver, otra vez, a la guerra frontal. Pero ¿qué más se puede hacer? Con manifestaciones y pronunciamientos en las redes sociales no se soluciona absolutamente nada. Lamentablemente, parece que no hay ninguna voluntad por combatir estas bandas. Están muy fragmentadas.

¿Qué significa que el gobierno nombre a las masacres como homicidios colectivos?

Es una forma de minimizar lo que está pasando. Si conviertes una masacre en un homicidio colectivo le quitas la carga que tiene a lo que en realidad es. Una masacre es el asesinato simultáneo de más de cuatro personas indefensas. Si tú hablas de homicidios, estás hablando de otra cosa. Me parece que el uso del lenguaje por parte del Gobierno, utilizando eufemismos, es absolutamente ofensivo a las víctimas.

¿Cuál cree usted que es el panorama inmediato para el país?

No creo que vaya a ser de mucha violencia, ya vimos que la que hay actualmente es bastante selectiva y vimos que se ejerce desde la sombra. Son asesinatos selectivos. No creo que vayamos a regresar a la violencia de los años noventa, donde había grupos constituidos, donde había comandantes visibles. No, esto es otra cosa muy diferente. Creo que seguirá así, no tienen necesidad de incrementar la guerra, están muy cómodos matando desde las sombras.