Para el nuevo director, la entidad necesita mecanismos de autofinanciación para que no siga “atenida” al presupuesto de la Alcaldía, pero debe mantener  la línea política que marque el alcalde. Quinta entrega del especial: El incierto futuro del Museo Casa de la Memoria.

 

Por Paula Villa Arteaga, Juan David Ortiz Franco y Pompilo Peña Montoya

El abogado Jairo Herrán Vargas, quien fue personero de Medellín entre 2004 y 2011, asumió el 23 de julio la Dirección del Museo Casa de la Memoria en medio de un panorama de incertidumbre. Esto, no solo por la pandemia, sino por el destino que tendrá esa institución que comienza esta nueva etapa con una reducción presupuestal que supera los $2.000 millones para este cuatrienio, si se compara con los recursos asignados en la administración de Federico Gutiérrez.

Herrán llega, además, con el antecedente de haber sido candidato a la Alcaldía de Medellín por la Colombia Humana, lo que deja la sensación de que la decisión del alcalde Daniel Quintero de remover de su cargo a la anterior directora, Cathalina Sánchez, a quien había ratificado en enero, obedece más a un movimiento de mecánica política que a una decisión de fondo sobre los destinos del Museo.

Esta entrevista, que hace parte del especial El incierto futuro del Museo Casa de la Memoria, es el resultado de una alianza entre Hacemos Memoria y De la Urbe.

 

Su nombramiento estaba listo desde el 9 de junio, pero su posesión se tardó cerca de seis semanas por razones administrativas. Sin embargo, usted ya había empezado a trabajar y a reunirse con el equipo. ¿Cómo encuentra el Museo?

El Museo es el resultado de un proceso en el que muchas personas han contribuido para su construcción y acreditación en el contexto nacional e internacional. Esta entidad puede verse como una reina desde lejos, cuando uno se acerca sigue siendo muy linda, pero es medio cenicienta. Tiene solamente siete empleados de planta y el resto de las personas que contribuyen son contratistas. La gente que trabaja en el Museo no lo hace solo por un salario, sino por vocación y por compromiso. He encontrado un equipo humano muy interesante. Pero a nivel del Municipio, puede ser el establecimiento público que requiere mayor refuerzo en la parte administrativa. Uno de mis propósitos es fortalecer y realzar el Museo, ampliar su cobertura, estrechar los lazos con las organizaciones sociales y ampliar lazos a nivel internacional.

Usted llega a una institución que pasó de un presupuesto de $17.600 millones en el periodo 2016-2019 a $15.397 para estos cuatro años, ¿cómo afecta esa reducción el propósito de fortalecer y ampliar la cobertura?

Se ha dicho mucho que el Museo debe tener mecanismos para autofinanciarse. Es posible lograr ingresos que permitan cofinanciar proyectos estratégicos. Una primera vía sería por medio de convenios interadministrativos para que el Museo ejecute proyectos de otras dependencias municipales. Calculamos que este tipo de proyectos dejaría entre un 8% y un 20% de utilidades. La segunda línea sería la de donaciones por parte de la empresa privada nacional. Pero quienes pueden hacer donaciones son los conglomerados económicos y hay conservar la independencia de criterio. Hay un dicho popular que dice que “quien pone la plata, pone las condiciones”. Sin embargo, se podría ensayar con condiciones de transparencia en el relacionamiento.

A nivel internacional, con la crisis económica que afectó a Europa y encima con la pandemia, va a ser muy difícil encontrar organizaciones que financien de la forma como se hacía anteriormente. A pesar de ello, hay propuestas para presentar proyectos a organizaciones de Noruega, Holanda y Países Bajos. Y hay una línea adicional que es la de modificar el acuerdo municipal que define el objeto social del Museo para que nos permita ejecutar programas o proyectos que no caben actualmente en el objeto social, por ejemplo, hacer interventorías que nos permitirían recibir rendimientos.

¿Hay una intención concreta de presentar un proyecto de acuerdo para cambiar el objeto social del Museo?

No, es una propuesta que hay que mirar con mucho cuidado, porque nuestro propósito no es desviarnos de nuestro objeto principal para convertirnos en ejecutores de interventorías. Es una posibilidad que daría ingresos adicionales para autofinanciar proyectos y propuestas. La idea es que no estemos “atenidos” solamente al presupuesto que se nos asigna.

Tengo el propósito de discutir de nuevo con las organizaciones los objetos sociales, la misión y la visión del Museo Casa de la Memoria, porque el acuerdo municipal que creó el establecimiento data del 2015, y allí se hicieron unas formulaciones importantes, pero de pronto cabe la necesidad de ampliar y reformar algunas con el fin de estar más cerca de las víctimas. No me gustaría de ninguna manera que las organizaciones sociales se desliguen del Museo ni que se aparten, por el contrario, que siempre estén ahí, entre otras cosas porque ellas son la base social de un museo que nació como resultado de una reivindicación del sector de las víctimas.

Hace unos días De la Urbe le preguntó sobre su posesión y usted dijo que, a pesar de no haber asumido formalmente el cargo, ya trabajaba en lo que sería el redireccionamiento del Museo. ¿Qué significa ese redireccionamiento?

Hay que continuar con gran parte de lo que ya tiene el Museo. Por eso, no es tanto un redireccionamiento sino un fortalecimiento y un impulso. Eso nos va a permitir también sentar posición sobre una serie de hechos que están sucediendo en la ciudad, en el departamento y en el país. El Museo tiene que ser un actor social. Necesitamos diversificar las actividades y los temas para llegar a varios tipos de públicos y acercarnos más a la ciudadanía y a las organizaciones sociales.

Usted ha usado la palabra autofinanciación. La Alcaldía tiene una responsabilidad con la sostenibilidad del Museo, pero además existe el deber de memoria del Estado. ¿No está abriendo una puerta para que una administración municipal le imponga al Museo autofinanciarse?

Si lo miramos desde el punto de vista ideal, este tipo de entidades deberían ser de la sociedad civil, independientes del Estado. Tenemos un presupuesto que no es amplio, pero en este momento la ejecución presupuestal va solo en un 36% por causa de la pandemia. El Museo tuvo que cerrar sus puertas y orientarse a la virtualidad, por lo que cesaron una serie de costos. Aspiramos que el presupuesto que queda nos alcance para lo que resta del año. Pero no se nos olvide que el Municipio de Medellín tiene un buen presupuesto, son 24 billones de pesos para este cuatrienio y con tendencia a ascender. Por ello es probable que se nos aumente el presupuesto, pero para eso hay que proponer. El alcalde me ha expresado claras intenciones de respaldar las cosas que se van a hacer.

¿Qué piensa de que en el Plan de Desarrollo no haya quedado incluida la construcción de la segunda etapa de la sede del Museo?

Definitivamente debió de haber quedado, no sé las razones por las cuales no se incluyó. Ese proyecto debió haberse impulsado desde el principio, pero para eso tiene que haber un doliente. Hubo varias secretarías a las que se les había reducido el presupuesto y luego se les aumentó. Eso fue el resultado de la gestión y de la movilización que tiene que haber entre una entidad y sus apoyos sociales y políticos. Lamentablemente, en esos escenarios el Museo no tuvo los respaldos suficientes.

¿Entonces no es posible pensar en la construcción de esa segunda etapa?

La estructura que quedaría al lado del Museo podría tener un costo de entre $28 mil y $33 mil millones. También falta una estructura que se levantaría donde hoy está el parqueadero, allí quedarían las oficinas administrativas. Estas construcciones pueden darse. Puede ser que por la pandemia haya mucha inejecución de parte de otras entidades. Yo estoy calculando que, para este año, esa inejecución llegue al 30%. Esos dineros podrían ser transferidos a otras entidades que sí lo requieran, entre ellas, el Museo.

¿Cuáles son sus prioridades en términos de enfoque y temáticas?

Hay que fortalecer lo virtual para que desde allí se pueda incidir. En el tema de la memoria, las actividades y las exposiciones del Museo tienen mucho que ver con investigaciones previas. Yo estoy muy interesado en hacer una investigación sobre la tenencia histórica de las tierras en Urabá. También sobre el comportamiento de las agrupaciones armadas ilegales con la niñez y la adolescencia. Y estoy muy interesado en que artistas que han hecho aportes muy importantes, desde el punto de vista de la memoria y de las violencias, tengan cabida en el Museo.

Se tiene que reivindicar la parte de que el Museo es una casa para todos, por eso, otro aspecto es la interacción y el estrechamiento de lazos con las organizaciones sociales y la realización de todo tipo de diálogos y discusiones. Hace falta un abordaje más amplio de los derechos humanos. Es importante hacer registros de cosas que ya sucedieron, pero el Museo es también para hablar de lo que está sucediendo hoy, por lo que hablo de ampliar la cobertura de incidencia. Debe haber una condensación, por ejemplo, sobre lo que está pasando con el tema de la salud, ahora con la pandemia, o con las protestas sociales. Eso está sucediendo en este momento, pero si hablamos dentro de cinco años ya es memoria, porque la memoria es todo lo que está ocurriendo.

¿Cómo llegar a las víctimas en medio de esta pandemia?

Las víctimas, en su gran mayoría, están en estado de pobreza. Eso hace que sea muy difícil una conexión virtual con ellas, sobre todo con aquellas que viven en zona rural. Si viven en la ciudad también es complicado por la baja cobertura de Internet, principalmente en los barrios populares. Por ello, uno de nuestros retos es conectarnos con el programa Valle del Software, que hace parte del Plan de Desarrollo de la Alcaldía y que busca conectar a más personas. En la medida en que este proyecto beneficie a organizaciones de víctimas, podremos lograr un mayor entrelazamiento durante y después de la pandemia.

¿A qué otro público quiere llegar de forma virtual?

Uno de mis objetivos es precisamente ampliar esa cobertura lo máximo posible. De esa manera tendremos incidencia en los sectores con los que queremos trabajar, como la niñez y la adolescencia. Queremos combatir la contracultura violenta que se generó en el país y especialmente en Medellín, que se ha traducido en la forma de ser, de ver, de hablar y actuar de muchos. En la medida que podamos actuar contra eso, se van a reducir los niveles de violencia y se abrirán lazos de tolerancia y participación. Tenemos una gran población joven que está siendo impregnada, sobre todo en los barrios populares, de malos valores. De hecho, muchas veces, uno se encuentra con ciudadanos que tienen una mentalidad más militarista que los mismos militares y esto no puede ser.

El Museo tuvo un lugar marginal en la iniciativa “Medellín abraza su historia” que creó la administración anterior, eso a pesar de que parecía la institución llamada a definir un enfoque en esa propuesta. ¿Qué opina sobre esta iniciativa, cree posible que continúe?

Me pareció una visión focalizada en una de las múltiples violencias que se han dado en la ciudad. La perspectiva que tuvo esa iniciativa fue la siguiente: hubo una gente que se llenó de plata a costa de traficar con estupefacientes, se volvieron los amos del mundo y desencadenaron todo ese terrorismo. Mientras tanto, hubo unas personas del establecimiento que defendieron la institucionalidad y dieron su vida. Entonces, no vamos a aceptar que los niños y los jóvenes sigan usando la camiseta de Pablo Escobar. Era una propuesta que se centraba sólo en esta perspectiva sobre el narcotráfico. Eso es importante y hay que reconocerlo, pero no solamente es eso. Tenemos una pluralidad de violencias y de hechos execrables que han violado los derechos humanos, como para venir a decir que vamos a reducir la historia de Medellín al narcotráfico, como si fuera un hecho aislado, como si Pablo Escobar fuera el único culpable. ¿Dónde están los nexos de los políticos con todo eso? El narcotráfico se entrecruza con una serie de factores que hay que mirar en contexto: ¿por qué se dio un Pablo Escobar? ¿Por qué su guerra contra el Estado? Por eso mi disparidad con ese enfoque, sin desconocer que es importante traerlo a la memoria. Que continúe va a depender del enfoque. Nosotros tenemos muy claro que aquí ha habido un conflicto armado interno con una cantidad de víctimas que el Estado y la sociedad deben reparar y resarcir. Nosotros apoyamos decididamente a la Comisión de la Verdad y buscamos que la JEP siga actuando. Entonces, si se acepta que el Museo tiene su orientación y hay un sector que quiere seguir con esta propuesta, estamos dispuestos a discutirla. Esta administración tiene que ponerles su propio enfoque a estos temas. Yo tengo pendiente reunirme con el alcalde y revisar estos temas para alinderar las propuestas del Museo.

A propósito, el Museo se enfrenta a dos riesgos: uno, que se despolitice y surjan ideas como aquella de que debe ser un espacio neutral. Dos, que se ponga al servicio de agendas electorales o de proyectos políticos particulares ¿Qué incidencia tendrá la Alcaldía de Medellín y el alcalde Quintero en la definición de enfoques y relatos del Museo?

Este es un establecimiento público, está dentro del organigrama del Municipio y recibe su financiación. Obviamente la administración tiene injerencia. Tiene que haber una proyección, una perspectiva y una línea que marque el alcalde de la ciudad. Pero también es claro que, desde el punto de vista legal, por su surgimiento y sus estatutos, hay un acumulado histórico que no se puede desconocer. Veo que el alcalde está en la línea de mantener ese acumulado histórico, pero también de que se amplíe el espectro de incidencia del Museo. Una de las propuestas del alcalde es avanzar en la construcción de paz y reconciliación, y además enfrentar la contracultura del narcotráfico. El Museo tiene las herramientas para llevar a cabo esas propuestas. No es pertinente ni desconocer al museo ni tampoco cooptarlo, pero, obviamente, tiene que estar en consonancia con la política que tenga la administración.

Usted tiene experiencia en derechos humanos, pero también en la política y viene de una candidatura a la Alcaldía. Eso ha llevado a que algunas personas entiendan su nombramiento como una cuota política, ¿qué cree que motivó al alcalde Quintero a nombrarlo?

Tuvimos un buen relacionamiento personal y, cuando se dieron los resultados de las elecciones, en su primer discurso el alcalde llamó a que los otros candidatos nos uniéramos y buscáramos los fines comunes de lograr una Medellín en paz, que progrese y se fortalezca. El alcalde ha visto que es importante tener pluralidad en la administración. El caso mío es representativo de eso. A mí me encanta que el alcalde me haya nombrado en este cargo porque siento que aquí puedo hacer cosas conforme a mis capacidades y mis conocimientos.

 


El Museo Casa de la Memoria aún no está terminado: Cathalina Sánchez

Museo Casa de la Memoria de Medellín. Foto: cortesía del museo.

 

La construcción de la segunda etapa del Museo y la asignación de un presupuesto que le garantice estabilidad, son las dos principales deudas que tiene Medellín con este lugar de memoria. Primera entrega del especial: El incierto futuro del Museo Casa de la Memoria.

 

 

 


Víctimas y ciudadanía reclaman su participación en el Museo Casa de la Memoria

Exposición «La voz de las manos, prácticas que reconcilian» en el Museo Casa de la Memoria, 2019. Foto: cortesía del museo.

 

Organizaciones sociales y víctimas de Medellín recibieron con mesura la llegada de Jairo Herrán Vargas a la dirección del Museo, advirtiendo que se necesita claridad y continuidad en los procesos de memoria. Sexta entrega del especial: El incierto futuro del Museo Casa de la Memoria.